martes, 29 de marzo de 2011

MEDIO ORIENTE: LA CONTRARREVOLUCIÓN DE OBAMA

Seguir controlando los recursos y los pueblos
MEDIO ORIENTE: LA CONTRARREVOLUCIÓN DE OBAMA 
por Thierry Meyssan*

Luego de cierto titubeo sobre la conducta a seguir ante las revoluciones árabes, la administración Obama se decide por el uso de la fuerza como medio de salvar a aquellos de sus vasallos que aún puedan tener salvación. Al igual que en el pasado, es Arabia Saudita quien recibe la misión de dirigir la contrarrevolución. Riad ha logrado que la comunidad internacional reconozca a sus peones libios en detrimento de los sublevados y ahora acaba de invadir Bahrein, ahogando en sangre la sublevación popular.

20 de marzo de 2011

Desde Beirut (Líbano)

Control del «Gran Medio Oriente»

A pedido del rey Hamad ibn Isa Al-Khalifa y con el apoyo de Estados Unidos, las tropas de Arabia Saudita penetran en Bahrein el 14 de marzo de 2011 para aplastar la revuelta. 
Después de reunirse en París con tres emisarios de la rebelión, el presidente francés Nicolas Sarkozy anunció, el jueves 10 de marzo de 2011, que Francia ya no reconoce al régimen del coronel Khadafi como representante de Libia sino al Consejo Nacional Libio de Transición (CNLT).
Se trata, en este caso, de un acto contrario a toda la tradición diplomática de Francia que, hasta ahora, siempre nunca había reconocido gobiernos sino Estados. Anteriormente, el 4 de diciembre de 2010, Francia había reconocido a Alassane Ouattara como presidente de Costa de Marfil, en lugar de Laurent Gbagbo.
En el caso de Costa de Marfil, la mayoría de la comunidad internacional imitó la decisión de París, que espera provocar ahora una reacción similar en lo tocante a Libia. Sin embargo, nadie puede dejar de notar que las decisiones del presidente Nicolas Sarkozy no responden a los intereses de Francia –cuyas empresas están siendo expulsadas de Costa de Marfil y no tardarán de ser igualmente expulsadas de Libia– sino que han sido tomadas en respuesta a pedidos expresos de las administraciones del presidente estadounidense Obama y del primer ministro israelí Netanyahu.
Dos operaciones se desarrollan de forma simultánea: el desplazamiento del dispositivo militar estadounidense hacia África y el salvamento de los regimenes títeres en el mundo árabe.

Meter las tropas imperiales en África 

Como he venido explicando constantemente desde hace 4 años y medio, la victoria de la resistencia libanesa ante Israel en el verano de 2006 puso fin a la estrategia estadounidense de rediseño del «Medio Oriente ampliado» (Greater Middle East) [1]. A pesar de diversos intentos, como la «mano tendida» de Barack Obama en su discurso del Cairo [2], Washington no ha logrado elaborar su estrategia de repuesto. Todo parece seguir como antes, pero en realidad Estados Unidos se está desentendiendo poco a poco de esa región.

Después de todo, las reservas petrolíferas del Medio Oriente están en declive y una intromisión militar, masiva y costosa, sólo reporta beneficios a largo plazo, por lo que Washington mira actualmente hacia otras latitudes. Luego de haber estudiado la posibilidad de concentrarse en el Caribe, el Imperio mira ahora hacia África. Tiene que apurarse porque en 2013 el 25% del petróleo y de las materias primas que se consuman en Estados Unidos saldrá del continente negro. Definitivamente convencido por los trabajos del instituto de reflexion y propaganda israelí Institute for Advanced Strategic & Political Studies (IASPS), Washington ha acelerado la creación del AfriCom. 
El verdadero poder que está gobiernando Estados Unidos desde el golpe de Estado del 11 de septiembre de 2011 puso entonces a Barack Obama en la Casa Blanca y al general William E. Ward en el AfriCom.

Recordarán ustedes que el senador de origen kenyano Barack Obama trabajó activamente en la creación de ese dispositivo y que emprendió una gira especial por África en agosto de 2005, gira que terminó con una rendición de cuentas en la sede del AfriCom, en Stuttgart. El senador Obama se ocupó entonces especialmente de los intereses de las firmas farmacéuticas en el continente negro y de los preparativos para la división del territorio de Sudán [3].

El general Ward, por su parte, no es simplemente un negro estadounidense, sino que es también el ex responsable de la ayuda estadounidense de seguridad a la Autoridad Palestina, o sea fue el coordinador de seguridad entre Mahmud Abbas y Ariel Sharon. Estuvo a cargo de la aplicación de la «hoja de ruta» y de la retirada unilateral de las fuerzas israelíes de Gaza –anterior a la construcción del muro de separación, a la división de los territorios palestinos en dos (Gaza y Cisjordania) y a su transformación en «bantustanes» separados entre sí.

El conflicto de Costa de Marfil entre Laurent Gbagbo, electo por la mayoría de la población nacional, y Alassane Ouattara, que goza del apoyo de una minoría local y de los inmigrantes originarios de Burkina Fasso, marca el inicio del plan de «rediseño de África». Falta encontrar una puerta de entrada para las tropas imperiales ya que todos los Estados africanos han expresado oficialmente su oposición al despliegue del AfriCom en territorio africano. Es en este punto que interviene la sublevación libia.

La ola de oposición al imperialismo que viene sacudiendo el mundo árabe desde diciembre de 2010 ha provocado la caída del gobierno de Saad Hariri en el Líbano, la fuga de Zine el-Abbdine Ben Ali en Túnez, la caída de OSN Mubarak en Egipto, disturbios en Yemen, en Bahrein y en Arabia Saudita y enfrentamientos en Libia. En este último país, el coronel Muamar el-Khadafi se apoya en los Khadafa (tribu del centro del país) y en la mayoría de los Makarha (tribu del oeste) y se enfrenta a una amplia coalición que, además de los Warfala (tribu del este), incluye tanto a monárquicos prooccidentales como a integristas wahhabitas y revolucionarios comunistas o khomeinistas.

Washington ha transformado esta insurrección en una guerra civil: los mercenarios africanos de la empresa israelí CST Global llegaron en auxilio de Khadafi [4] mientras que los mercenarios afganos de los servicios secretos de Arabia Saudita arribaron para apoyar a los partidarios de la monarquía y grupos islamistas etiqueteados como «Al-Qaeda».

Además de los combates, esta situación está provocando una crisis humanitaria internacional: en dos semanas 230 000 inmigrantes han huido del país (118 000 hacia Túnez, 107 000 hacia Egipto, 2 000 hacia Níger y 4 300 hacia Argelia). 
Esta cruel situación justifica una nueva «guerra humanitaria», según la gastada terminología de la propaganda atlantista.

El 27 de febrero, los sublevados fundan el Consejo Nacional Libio de Transición (CNLT). Por su parte, el ministro de Justicia Mustafa Mohamed Abud al-Djeleil, interlocutor privilegiado del Imperio en el seno del gobierno de Khadafi, se une a la revolución y crea un gobierno provisional. Las dos estructuras se funden en una sola el 2 de marzo, conservan la etiqueta CNLT pero ahora es Abud al-Djeleil quien preside el Consejo. En otras palabras, Washington logró situar su peón a la cabeza de la insurrección.

Violentas discusiones se producen durante los primeros debates del nuevo Consejo Nacional Libio de Transición. Los elementos proestadounidenses proponen recurrir a la ONU para impedir los bombardeos de las fuerzas leales a Khadafi, pero la mayoría se opone. 
El 5 de marzo, un diplomático británico llega a Bengasi escoltados por comandos del SAS [Siglas del Special Air Service, principal fuerza de operaciones especiales del ejército británico. Nota del Traductor.], trata de reunirse con el Consejo Nacional Libio de Transición y de convencerlo de que recurra al Consejo de Seguridad de la ONU, pero los sublevados rechazan toda forma de injerencia y lo expulsan.

Se trata de un resultado inesperado. Abud al-Djeleil no logra cambiar la posición del CNLT pero lo convence de conformar un Comité de Crisis presidido por Mahud Djebril. Este último se pronuncia a favor de la instauración de una zona de exclusión aérea.

Mahmud Djebril (ministro libio de Planificación) y Ali Esaui (embajador en la India) se unieron a los sublevados. Los occidentales los escogieron para representar la Libia post-Khadafi.

Las agencias de prensa occidentales se esfuerzan por presentar a Mahmud Djebril como «un intelectual demócrata» que venía reflexionando desde hace mucho sobre la evolución del país y que había redactado un proyecto titulado Visión libia. La realidad es que Mahmud Djebril, junto con su amigo al-Djeleil, formaba parte del gobierno de Khadafi como ministro de Planificación. Al igual que en los primeros días de las revoluciones de Túnez y Egipto, varios cuadros del régimen tratan de separarse del dictador para quedarse en el poder.

Creen que lograrán esto último desviando el proceso revolucionario y poniéndose al servicio de los intereses imperiales. Así que ahora agitan la bandera roja, negra y verde del rey Idris [5] mientras que el aspirante al trono, Mohamed el-Senussi, afirma, desde Londres y a través de los canales de televisión de Arabia Saudita, que está «dispuesto a servir a Su pueblo».

El 7 de marzo, el Consejo de Cooperación del Golfo, conformado por Arabia Saudita, Bahrein, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar, «solicita al Consejo de Seguridad de la ONU que tome las medidas necesarias para proteger a los civiles en Libia, como la imposición de una zona de exclusión aérea». Esta absurda declaración desvía el debate del Consejo de Seguridad que, desde la adopción de la resolución 1970 [6], venia tratando de hacer entrar en razón al coronel Khadafi mediante la limitación de sus desplazamientos y la congelación de sus bienes.

El Consejo de Cooperación del Golfo retoma así, a nivel estatal, la proposición del embajador de Libia en la ONU, diplomático que ya se había pasado a las filas del CNLT.

Supuestamente por iniciativa de los diputados, Mahmud Djebril viaja a Estrasburgo para informar al Parlamente Europeo sobre la situación de su país. El ejército francés le garantiza el transporte. Bajo el impulso del liberal belga Guy Verhofsdat y del ecologista franco-alemán Daniel Cohn-Bendit, el Parlamento Europeo adopta una resolución llamando a una intervención internacional [7].

El primer ministro británico David Cameron y el presidente francés Nicolas Sarkozy envían una carta de 7 puntos al presidente de la Unión Europea, Herman van Rompuy [8]. Expresan sus deseos de que el Consejo Europeo extraordinario reconozca al CNLT, apoye una denuncia contra Khadafi ante el Tribunal Penal Internacional y apruebe una intervención militar internacional. Pero sus pedidos son rechazados [9]. Alemania se niega a meterse en terreno peligroso mientras que Bulgaria rechaza al CNLT y acusa a sus representantes de ser criminales implicados en las torturas a las enfermeras búlgaras que el régimen mantuviera detenidas por largo tiempo. 
Simultáneamente, los ministros de Defensa de la OTAN se reúnen en Bruselas para preparar una posible zona de exclusión aérea [10].

El CNTL –ya reconocido por Francia desde el 10 de marzo– entrega el 12 de marzo una carta al secretario general de la Liga Árabe, Amr Moussa. El texto refleja la posición de Arabia Saudita: pide que «se ponga fin al derramamiento de sangre a través de una decisión que imponga una zona de exclusión aérea en Libia y mediante el reconocimiento del Consejo Nacional de Transición como representante de Libia». Los ministros de Relaciones Exteriores de la Liga Árabe se reúnen inmediatamente a puertas cerradas en El Cairo, deslegitiman a la delegación oficial de Libia y reconocen al CNTL como nuevo interlocutor, satisfacen después la petición de este último y recurren al Consejo de Seguridad de la ONU con vistas al establecimiento de la «zona de no sobrevuelo».

Esta decisión debe ser interpretada como lo que realmente es: los regímenes títeres de Estados Unidos e Israel en el mundo árabe piden la protección de sus superiores. El Consejo de Seguridad puede decretar una zona de exclusión aérea, pero no tiene cómo hacerla respetar. Será la OTAN quien tenga que imponerla. Son las fuerzas imperiales, disfrazadas de cascos azules, quienes mantendrán en tierra a la aviación Libia, bombardeando sus aeropuertos e instalaciones fijas o móviles de misiles tierra-aire y, de ser necesario, derribando los aviones.

La Liga Árabe no dio a conocer los detalles del voto. De los 22 Estados miembros, sólo 2 votaron por el NO. Fueron Argelia, que teme un despliegue de la OTAN en su frontera este, y Siria, el único país árabe que persiste, a pesar de la posición de todos los demás, en su oposición a la hegemonía estadounidense y al sionismo. Es probable que el Líbano y otros países hayan elegido la abstención.

Contrariamente a lo que sugieren los responsables occidentales, la Unión Africana nunca ha deseado una intervención militar extranjera. Por el contrario, la rechazó explícitamente el 10 de marzo [11]. La razón es evidente. Está claro para todos y cada uno de sus miembros que el drama libio está siendo amplificado de manera totalmente intencional con vistas a utilizarlo como pretexto para justificar un desembarco masivo de las fuerzas armadas estadounidenses en África.
Salvar las monarquías del Golfo

Arabia Saudita es el eje del dispositivo imperial en la región del Golfo. A principios del siglo 20, la familia Saud creó ese Estado con el apoyo de los británicos, después de guerras de conquista extremadamente sangrientas. Arabia Saudita y sus reservas petrolíferas –las más importantes del mundo– cayeron dentro de la órbita estadounidense al final de la Segunda Guerra Mundial. En virtud del acuerdo del Quincy entre el rey Ibn Saud y el presidente Roosevelt, la familia Saud está obligada a suministrar petróleo a Estados Unidos y Estados Unidos está obligado a garantizar la protección de la familia reinante, no la protección del país.

Arabia Saudita no es en realidad un Estado y ni siquiera tiene nombre. No es más que la parte de Arabia que pertenece a la familia Saud, cuyos miembros administran ese territorio según sus intereses personales (y los de Estados Unidos) mientras llevan una vida disoluta que nada tiene que ver con la austeridad wahhabita de la que tanto presumen. Como el rey Ibn Saud tuvo 32 esposas y 53 hijos, por lo que se decidió, en aras de limitar los conflictos familiares, que la corona no se transmitiera de padre a hijo, sino de hermano a hermano. El hijo mayor de Ibn Saud murió de enfermedad y fue por lo tanto el siguiente hijo, que tenía entonces 51 años, quien le sucedió en el trono en 1953.

En 1960, le siguió el tercer hijo, que contaba entonces 60 años, y así sucesivamente. El actual rey tiene 87 años, recientemente sufrió complicadas intervenciones quirúrgicas y es probable que no le quede mucho tiempo de vida. Su hermano Sultan, el presunto sucesor, padece el mal de Alzheimer. El resultado de todo lo anterior es un régimen impopular y frágil, que ya estuvo a punto de derrumbarse en 1979. Es por eso que tanto Riad como Washington ven con temor las insurrecciones árabes que se están produciendo alrededor de Arabia Saudita, en Yemen y en Bahrein.

El ejército de Arabia Saudita ya está presente en Yemen y espera ayudar al presidente Ali Abdullah Saleh a poner fin a la revuelta, con la ayuda de la CIA. Queda Bahrein.

Bahrein es una islita del tamaño de Micronesia o de la isla de Man. En el siglo 18, la familia de los Al-Khalifa, primos de la familia reinante en Kuwait, arrebataron a Persia ese pequeño territorio. Así que la monarquía de Bahrein es sunnita mientras que la población es árabe chiíta. Su economía, a diferencia de las demás monarquías del Golfo, no depende únicamente de los ingresos del petróleo. En Bahrein existe, sin embargo, una fuerte inmigración, cerca del 40% de la población total, proveniente principalmente de Irán y la India.

Ian Henderson, torturador al servicio de Su Majestad Isabel II, ha mantenido el orden en Bahrein durante 40 años.

Bahrein cayó en la órbita británica en 1923. Londres depuso al emir y puso en el poder a su hijo, más dispuesto a hacer concesiones. Durante los años 1950 y 1960, nacionalistas árabes y comunistas trataron de liberar el país. El Reino Unido respondió con el envío de sus mejores especialistas en represión, como Ian Henderson, conocido desde entonces como el «carnicero de Bahrein».

En definitiva, el país recobró su independencia en 1971, sólo para caer en la órbita de Estados Unidos, que instaló allí su base militar regional y estacionó en ella la 5ª Flota. Nuevos disturbios, inspirados en la Revolución iraní, se produjeron en Bahrein durante los años 1980. En los años 1990, las fuerzas de oposición –marxistas, nacionalistas árabes y khomeinistas– se unieron en una larga Intifada.

Alain Bauer, consejero de seguridad de Nicolas Sarkozy, fue puesto a cargo de la reorganización de la policía de Bahrein.

La calma no volvió hasta 1999, con el ascenso al trono del rey Ahmad, un déspota ilustrado que instituyó una Asamblea consultiva electa y favoreció el acceso de las mujeres a los cargos de responsabilidad. Esto le valió cierta conciliación con su oposición histórica, pero alejó de él a los extremistas de la minoría sunnita que sirve de apoyo al régimen.

Desde el 14 de febrero de 2011, nuevas manifestaciones han venido teniendo lugar en Bahrein. Organizadas al principio por el Wefaq, el partido khomeinista, las manifestaciones denunciaban la corrupción y el sistema policial. Pero el éxito popular del movimiento y la brutal represión de que fue objeto provocaron una rápida radicalización, a pesar de un tímido intento de apertura del príncipe heredero [12].

Al centro, el príncipe Khalil bin Ahmad bin Muhammad Al Khalifa, ministro de Relaciones Exteriores del reino de Bahrein, y sus amigos del American Jewish Committee.

La monarquía perdió su legitimidad como resultado de las revelaciones sobre el fortalecimiento de sus vínculos con el movimiento sionista. A partir de 2007, los Khalifa se vincularon con el American Jewish Committee. Según la oposición de Bahrein, dichos vínculos se establecieron a través de Alain Bauer, el consejero del presidente francés Nicolas Sarkozy. Fue el propio Bauer quien se encargó de reorganizar el sistema policial de Bahrein.

El secretario estadounidense de Defensa, Robert Gates, llegó a Manama el 13 de marzo de 2011 para reunirse con el rey de Bahrein y expresarle el apoyo de Estados Unidos. Al día siguiente, el ejército de Arabia Saudita penetró en Bahrein para aplastar la rebelión.

La mayoría de los manifestantes luchan ahora por el derrocamiento de la monarquía, lo cual constituye la línea roja que no se puede atravesar, según los parámetros de las demás monarquías del Golfo y de su protector estadounidense. Es por ello que el secretario estadounidense de Defensa, Robert Gates, viajó a Manama el 13 de marzo de 2011.

Oficialmente, Gates invitó al rey a tener en cuenta los reclamos de su pueblo y a buscar una salida pacífica al conflicto. Claro está, ese tipo de consejo no corresponde a un secretario de Defensa, sino a un secretario de Estado. En realidad, el señor Gates había ido a Bahrein para concretar la parte política de una operación militar que ya estaba lista.

Al día siguiente, el 14 de marzo, los otras 5 monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo dieron su consentimiento para la activación del «Escudo de la península», una fuerza común de intervención prevista desde hace mucho para contener la posible expansión de la revolución khomeinista. Esa misma tarde, 1 000 soldados de Arabia Saudita y 500 policías de los Emiratos Árabes Unidos entraban en Bahrein.

Se decretó el estado de urgencia por espacio de 3 meses. Se suspendieron las pocas libertades toleradas. En la madrugada del 16 de marzo, las fuerzas de las monarquías, armadas y entrenadas por Estados Unidos, actuaron de conjunto para desalojar a los manifestantes de los lugares donde estaban acampando. En vez de gases lacrimógenos, utilizaron gases de combate y munición real. Las autoridades reconocen más de 1 000 heridos de gravedad, entre los que se cuentan varios heridos de bala, pero sólo admiten 5 muertos, una proporción muy poco creíble.
La Doctrina Obama

Así que Washington hizo su elección. Después de un adormecedor discurso sobre los derechos humanos y de saludar la «primavera árabe» con forzado entusiasmo, la administración Obama optó por la fuerza para salvar lo que aún puede salvarse.

Al igual que en la época en que los comunistas derrocaron la monarquía afgana, fue el lacayo saudita quien recibió de Washington el encargo de dirigir la contrarrevolución. Armó a una facción de la oposición libia y convirtió el debate de la ONU sobre sanciones contra Libia en un debate sobre la creación de una zona de exclusión aérea, o sea sobre la intervención militar, e intervino militarmente en Bahrein.

No hay diferencia entre la «doctrina Obama» y la «doctrina Brezhnev». En 1968, los tanques del Pacto de Varsovia ponían fin a la «primavera de Praga» para proteger el vacilante Imperio soviético. En 2011, los blindados de Arabia Saudita aplastan al pueblo de Bahrein para proteger el Imperio anglosajón. 
Hipnotizados por las catástrofes naturales y nucleares que se están produciendo al mismo momento en Japón, los medios de prensa occidentales observan el mayor silencio sobre el desarrollo de toda esta operación.

La Revolución francesa tuvo que hacer frente a la invasión de las monarquías que unieron sus fuerzas. La Revolución rusa tuvo que afrontar la arremetida de los ejércitos blancos. La Revolución iraní tuvo que enfrentar la invasión iraquí. La Revolución árabe tendrá que hacer frente al ejército de Arabia Saudita.

[1] Ver: La gran impostura II. Manipulación y desinformación en los medios de comunicación, por Thierry Meyssan, Ediciones Timéli / Monte Avila, 2008.
[2] «Declaraciones de Barack Obama en la Universidad de El Cairo», por Barack Obama; «El discurso de Obama en el Cairo», por Fidel Castro Ruz; «Obama y las segundas intenciones de la mano tendida a los musulmanes», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 4 y 9 de junio de 2009.
[3] «L’esperienza politica africana di Barack Obama», por Thierry Meyssan, in Eurasia, Rvista di Studi Geopolitici, Vol. 3, 2009.
[4] «Israel se moviliza para socorrer a su aliado Gadafi», «La compañía CST Global especializada en el reclutamiento de mercenarios y el criminal de guerra Israel Ziv nos escriben», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 3 y 7 de marzo de 2011.
[5] «Quand flottent sur les places libyennes les drapeaux du roi Idris», por Manlio Dinucci, Réseau Voltaire, 1º de marzo de 2011.
[6] «Resolución 1970 aprobada por el Consejo de Seguridad», Red Voltaire, 26 de febrero de 2011.
[7] «Resolución del Parlamento Europeo sobre los países vecinos meridionales, y Libia en particular», Red Voltaire, 10 de marzo de 2011.
[8] «Lettre conjointe de Nicolas Sarkozy et David Cameron à Herman Van Rompuy sur la Libye», Réseau Voltaire, 10 de marzo de 2011.
[9] «Declaración adoptada por el Consejo Europeo Extraordinario sobre los países vecinos meridionales, y Libia en particular», «Remarks by Herman Van Rompuy at the press conference following the extraordinary European Council on EU Southern Neighbourhood and Libya», Réseau Voltaire, 11 de marzo de 2011.
[10] «Press conference by Anders Fogh Rasmussen on Libya», Voltaire Network, 10 de marzo de 2011.
[11] «Communiqué de l’Union africaine sur la Libye», Réseau Voltaire, 10 de marzo de 2011.
[12] «Crown Prince Salman bin Hamad bin Isa Al Khalifa interview with Bahrain TV», Voltaire Network, 6 de marzo de 2011.

* Thierry Meyssan es Analista político francés. Fundador y presidente de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Última obra publicada en español: La gran impostura II. Manipulación y desinformación en los medios de comunicación (Monte Ávila Editores, 2008).

FUENTE: RED VOLTAIRE

OLLANTA HUMALA, NACIONALPOPULAR, AL FRENTE

Humala superó a Toledo y es el favorito
Lunes 28 de marzo de 2011 -  LN

Cuando faltan 14 días para las elecciones presidenciales en Perú, el ex militar Ollanta Humala pasó al primer lugar en las preferencias electorales, con el 21,2% de las intenciones de voto, por encima de los otros cuatro competidores, según un sondeo difundido ayer por la radioemisora RPP.
La encuesta de la consultora CPI reveló que el nacionalista Humala, de Gana Perú, avanzó del cuarto al primer lugar en la última semana, al subir de 15,7% a 21,2%, y desplazó al ex presidente Alejandro Toledo, de Perú Posible, que cayó al tercer lugar (del 20,5% al 18,6%).
En el segundo lugar se mantiene la hija del ex mandatario Alberto Fujimori y actual congresista, Keiko Fujimori, de Fuerza 2011, que bajó un punto, del 20% al 19%. En cuarto lugar está el ex ministro de Economía Pedro Pablo Kuczynski, de Alianza por el Gran Cambio, que subió poco más de un punto, del 14,9% al 16,1%.
Desplazado al quinto lugar se encuentra el ex alcalde de Lima Luis Castañeda (del 17% al 15,5%), el favorito en los sondeos durante 2010. Sin embargo, las distancias entre los cinco candidatos son mínimas y la diferencia entre el primero y el quinto de los candidatos se mantiene en cinco puntos.
La definición de los indecisos podría producirse tras el debate del 3 de abril entre los cinco candidatos con mayor posibilidad de pasar a la segunda vuelta.

Chávez y Lula
Humala fue vinculado en 2006 con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, pero después de perder las elecciones ante Alan García, el ex militar se mostró más cercano al ahora ex presidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva.
Humala, que como militar lideró en 2000 una insurrección contra el gobierno de Fujimori, propone un retorno a la Constitución de 1979, reemplazada por otra en 1993, para lograr una distribución del poder más equitativa.
También propone gravar las sobreganancias del sector minero, cuyas exportaciones constituyen el 60% del total de envíos al exterior. Sus propuestas aún preocupan a los inversionistas extranjeros, pese a que los analistas reconocieron que el ex militar ha dado claras señales de que ha moderado su discurso.
Las elecciones presidenciales se celebrarán el 10 de abril y el ganador asumirá el poder el 28 de julio próximo.

Agencias AP, DPA y EFE

A 35 AÑOS DEL ASESINATO DE BERNARDO ALBERTE

La primera víctima, un símbolo
Por Bernardo Alberte (h)

El teniente coronel Bernardo Alberte fue edecán de Perón en 1954 y su delegado personal desde comienzos de 1967 hasta marzo de 1968. En las primeras horas del 24 de marzo de 1976, un grupo de militares y policías uniformados violentó su departamento y lo asesinó arrojándolo por una ventana. El ex delegado de Perón terminaba de escribir una carta al jefe del Ejército, Jorge Rafael Videla, en la que le advertía del error que significaba un nuevo golpe militar. Su historia y la carta.

SUBNOTAS

La Argentina tiene el triste privilegio de haber introducido la categoría sociológica y política del desaparecido. La dictadura cívico militar ejecutó un plan sistemático de exterminio de seres, de los cuales sólo debía saberse que desaparecieron. Ello pertenece a esa necesidad de que el vencido no tenga memoria, no tenga historia, no haya existido. La rememorización de estos arquetipos no es solamente una vuelta al pasado, sin memoria, sin rememoración el sujeto no existe. Por eso es tan importante la memoria, si no se ejercita desaparecemos, es por ello que los vencidos no tienen historia. Y es por eso que no nos sentimos derrotados.
Bernardo Alberte, mi padre, junto a miles de compañeros no fueron derrotados, fueron asesinados por fuerzas antinacionales. Alberte murió por ser impulsor y partícipe activo de una revolución, lo asesinaron porque comprendió la realidad e intentó modificarla. Hoy estos arquetipos aparecen como símbolos presentes a los que hay que imitar.

Bernardo Alberte fue un militante revolucionario que supo combinar la teoría política con la dignidad de una práctica revolucionaria, que no dudó en sostener con su propia vida a pesar de que tanto la amaba.

Cada vez que se mata a un militante hay un mensaje que se silencia. Cuando estos asesinatos son los primeros de una etapa, cuando las organizaciones criminales eligen a su primera víctima, buscan en ella el sentido simbólico de aquello que quieren destruir. Por eso no puede sorprender que el entonces Mayor Bernardo Alberte haya sido la primera víctima del proceso militar.

A 35 años de su asesinato, nosotros, militantes del campo popular rendimos nuestro homenaje, no en un sentido restrictivo, partidista, sino en un sentido amplio, abarcativo. Es decir, no se rinde homenaje a Alberte porque fue peronista. Se rinde homenaje a Alberte porque siendo militar combatió al golpismo y a las dictaduras militares y se rinde homenaje a Alberte porque siendo peronista se opuso al participacionismo y se opuso a la domesticación del Peronismo y se opuso al liberalismo económico en el Peronismo, que ya actuaba en vida de Alberte, bajo el gobierno de Isabel Martínez y López Rega. Porque siendo peronista se opuso a la Triple A. Se rinde homenaje a un hombre íntegro que no dudó en arriesgar el bien supremo, la vida, sin claudicaciones, siendo coherente con lo que pensaba, decía y amaba.

Hoy con esperanza vemos que somos una de las pocas sociedades que ha llevado adelante una política intensa de juzgamientos a los responsables de crímenes de lesa humanidad, consolidando la idea de que el Estado debe ser el garante de los derechos fundamentales de sus ciudadanos y no su principal violador.

A partir del 2003, el gobierno ejercido por el compañero Néstor Kirchner tuvo la voluntad política de culminar con las leyes y símbolos de la impunidad del terrorismo de Estado. Ejemplo de ello fue la derogación de las leyes de impunidad y del indulto a los genocidas de la dictadura. Eso hizo posible el reinicio de los juicios que se han realizado y se están realizando. Otro acto que debemos valorar, y a no dudar significó todo un símbolo, es el haber descolgado los cuadros de los genocidas Videla y Bignone de las galerías del Colegio Militar, lugar donde estudian los futuros oficiales de las Fuerzas Armadas, así como el de convertir a la ESMA en un centro de la memoria, hechos que cristalizan la lucha que emprendieron las Madres, las Abuelas, los Hijos y todas las demás organizaciones de derechos humanos, sociales y políticas comprometidas con la lucha por la verdad y la justicia.

Sin embargo aún nos queda un largo camino por andar. En el caso particular del asesinato de Bernardo Alberte, a fines del año 2003 su familia solicitó al Juzgado Federal Nº 3 a cargo del Dr. Daniel Rafecas la reapertura del juicio iniciado en el mes de Abril de 1976 que investigaba el homicidio, donde oportunamente se habían dado infinidad de detalles del operativo militar, como también los nombres de dos generales retirados, que ocuparon puestos de relevancia en la División Inteligencia y Operaciones del Estado Mayor del Ejército, cuando el golpe del 24 de marzo de 1976, y que participaron en el operativo. Uno como jefe de la patota, el hoy General ® Oscar Guerrero, y el General ® Jorge O’ Higgins, al que se le encontró parte de la correspondencia de Perón a Alberte que fue robada del domicilio de Alberte por los efectivos militares que consumaron su asesinato.

FUENTE: REVISTA ZOOM

lunes, 28 de marzo de 2011

BOMBARDEAN LIBIA CON OJIVAS DE URANIO EMPOBRECIDO

URANIO ENRIQUECIDO: UNA EXTRAÑA FORMA DE PROTEGER A LOS CIVILES LIBIOS
David Wilson
Stop the War Coalition
 
“Los misiles que llevan puntas dotadas de uranio empobrecido se ajustan a la perfección a la descripción de bomba sucia… Yo diría que es el arma perfecta para asesinar a montones de gente.” Marion Falk, experta en física química (jubilada), Laboratorio Lawrence Livermore, California, EEUU. En las primeras veinticuatro horas del ataque contra Libia, los B-2 de EEUU arrojaron 45 bombas de 2.000 libras de peso cada una [algo menos de 1.000 kilos]. Estas enormes bombas, junto con los misiles Cruise lanzados desde aviones y barcos británicos y franceses, contenían ojivas de uranio empobrecido.
El UE es el producto de desecho del proceso de enriquecimiento de uranio. Se utiliza en las armas y reactores nucleares. Debido a que es una sustancia muy pesada, 1,7 veces más densa que el plomo, es muy valorada en el ejército por su capacidad para atravesar vehículos blindados y edificios. Cuando un arma que lleva una punta de uranio empobrecido golpea un objeto sólido, como una parte de un tanque, penetra a través de él y después explota formando una nube candente de vapor. El vapor se asienta como polvo, un polvo que no sólo es venenoso, también radioactivo.
Un misil con uranio empobrecido cuando impacta se quema a 10.000ºC. Cuando alcanza un objetivo, el 30% se fragmenta en metralla. El 70% restante se evapora en tres óxidos altamente tóxicos, incluido el óxido de uranio. Este polvo negro permanece suspendido en el aire, y dependiendo del viento y de la climatología, puede viajar sobre grandes distancias. Si Vds. piensan que Iraq y Libia están muy lejos, recuerden que la radiación de Chernobyl llegó hasta Gales.
Resulta muy fácil inhalar partículas de menos de 5 micras de diámetro, que pueden permanecer en los pulmones o en otros órganos durante años. Ese uranio empobrecido inhalado puede causar daños renales, cánceres de pulmón y huesos, trastornos en la piel, trastornos neurocognitivos, daños cromosómicos, síndromes de inmunodeficiencia y extrañas enfermedades renales e intestinales. Las mujeres embarazadas que se ven expuestas al uranio empobrecido pueden dar a luz a bebés con defectos géticos. Una vez que el polvo se vaporiza, no cabe esperar que el problema pueda desaparecer pronto. Como emisor de partículas alfa, el UE tiene una vida media de 4.500 millones de años.
En el ataque de la operación “conmoción y pavor” contra Iraq, se arrojaron, sólo sobre Bagdad, 1.500 bombas y misiles. Seymour Hersh ha afirmado que sólo la Tercera Insignia de Aviación de los Marines de EEUU arrojó más de “quinientas mil toneladas de munición”. Y todo eso llevaba puntas de uranio empobrecido.
Al Yasira informó que las fuerzas invasoras estadounidenses dispararon 200 toneladas de material radioactivo contra edificios, hogares, calles y jardines de Bagdad. Un periodista del Christian Science Monitor llevó un contador Geiger hasta zonas de la ciudad que habían sufrido una dura lluvia de artillería de las tropas estadounidenses. Encontró niveles de radiación de entre 1.000 a 1.900 veces por encima de lo normal en zonas residenciales. Con una población de 26 millones de habitantes, eso significa que EEUU arrojó una bomba de una tonelada por cada 52 ciudadanos iraquíes, es decir, unos 20 kilos de explosivo por persona.
William Hague [Secretario de Estado de Asuntos Exteriores británico] dijo que íbamos a Libia “a proteger a los civiles y a las zonas habitadas por civiles”. Vds. no tienen que mirar muy lejos para ver a quién y qué se está “protegiendo”.
En las primeras 24 horas, los “Aliados gastaron” 100 millones de libras esterlinas en munición dotada de punta de uranio empobrecido. Un informe sobre control de armamento realizado en la Unión Europea afirmaba que sus estados miembros concedieron en 2009 licencias para la venta de armas y sistemas de armamento a Libia por valor de 333.657 millones de euros. Gran Bretaña concedió licencias a las firmas de armamento para la venta de armas a Libia por valor de 24.700 millones de euros y el Coronel Gadafi pagó también para que se enviara a las SAS [siglas en inglés de Servicio Especial Aéreo] a entrenar su 32ª Brigada.
Me apuesto a que en los próximos 4.500 millones de años, William Hague no va a ir de vacaciones al Norte de África.

HISTORIA DE TRES NACIONES, LIBERTAD, RELIGIÓN Y LOS DERECHOS DE LAS MUJERES

William John Cox
Media Monitors Network
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
 
“Una vez más, la bandera de la cristiandad encabeza otra cruzada, esta vez contra las mujeres y los niños en EE.UU. Para mujeres sometidas a prácticas medievales, hay poca diferencia entre el fundamentalismo cristiano y musulmán… Mientras un tsunami de libertad se extiende por el mundo, en tierras estadounidenses las mujeres y muchachas sólo pueden esperar y orar para que las libere de la presión y la violencia que las castigan en su ciudadela de la libertad.”Mientras el Movimiento por la Libertad encabezado por los jóvenes de 2011 se extiende rápidamente en Medio Oriente y en todo el mundo, uno sólo puede preguntarse cómo sería Iraq actualmente si EE.UU. no lo hubiera invadido hace ocho años. ¿Qué augura el movimiento por los derechos de las mujeres en otras naciones, como Túnez y EE.UU.?
Los derechos de las mujeres se siguen deteriorando en Iraq bajo el gobierno chií instalado por EE.UU.; su condición ahora está amenazada por los islamistas en Túnez, la más secular de las naciones árabes, y sus libertades personales sufren un asalto generalizado en EE.UU. por parte de los políticos cristianos fundamentalistas.
Iraq
Bajo el gobierno baasista dirigido por Sadam Hussein, las mujeres iraquíes gozaban de más libertades que las de la mayoría de las demás naciones árabes y tuvieron un papel activo en el desarrollo político, económico y educacional de la nación.
La Constitución de 1970 garantizaba formalmente la igualdad de derechos a las mujeres y aseguraba su derecho a obtener una educación, poseer propiedades, votar y ser elegidas a puestos políticos. Iraq formó parte de la Convención de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres en 1986.
A un precio de más de un billón [millón de millones] de dólares, la “Operación Libertad Iraquí” ha masacrado a más de 100.000 iraquíes, incluyendo a miles de niños, y ha arrebatado los derechos que tenían las mujeres.
El presidente Bush alardeó frecuentemente de que “Iraq está libre de salas de violación”; sin embargo, su invasión ilegal de Iraq no sólo expuso a las mujeres a que las violasen los soldados y mercenarios de EE.UU., sino que además la violación “cada vez es más utilizada como arma de guerra por facciones tribales beligerantes”.
La nueva constitución iraquí, adoptada después de la invasión, requiere que las mujeres tengan un 25% de los escaños en el parlamento; sin embargo, también asegura que ninguna ley puede contradecir “las reglas establecidas del Islam”. Por lo tanto los derechos personales de las mujeres dependen de la interpretación de los dirigentes religiosos, y son oficialmente restringidos por el gobierno controlado por chiíes.
Las mujeres iraquíes deben someterse ahora a cualquiera autoridad masculina, incluidos los niños de 12 años, y son atacadas y asesinadas “por trabajar, vestir ‘inadecuadamente’ o asistir a la universidad”. Actualmente hay más de tres millones de viudas en Iraq, y el tráfico sexual se ha generalizado, ya que hay poca o ninguna oportunidad de conseguir otro empleo.
La oposición al corrupto y fracasado gobierno iraquí ha llevado a la realización de recientes manifestaciones por la libertad por parte de miles de opositores en las ciudades de Sulaimaniya, Faluya, la provincia Nassiriya y Bagdad. Esas manifestaciones son reprimidas por las fuerzas de seguridad iraquíes utilizando armas suministradas por EE.UU. y tácticas de intimidación, incluidas incursiones contra la organización iraquí que monitorea la libertad de prensa.
Gran parte de los medios dominantes de EE.UU. y el gobierno de Obama han mantenido silencio sobre las manifestaciones iraquíes; sin embargo los estadounidenses desprejuiciados, liberales y conservadores por igual, debieran concluir que, si no fuera por la invasión, los jóvenes de Iraq estarían a la vanguardia del Movimiento por la Libertad de 2011.
Con otras alternativas no se hubieran desperdiciado miles de vidas humanas; miles de millones de dólares se habrían utilizado para mejorar en vez de destruir esas vidas; y EE.UU. gozaría de más respeto para las libertades que pretende apoyar y defender.
Túnez
Emplazamiento de la antigua Cartago y el granero del Imperio Romano, Túnez obtuvo su independencia de la “protección” de Francia en 1957. Habib Bourguiba, líder del movimiento por la independencia y del Partido Socialista Destouriano, fue elegido presidente, y durante los 30 años siguientes presidió un gobierno en gran medida secular.
El lugar de Bourguiba lo tomó en 1987 Zine Ben Alí, ministro de Seguridad Nacional que había recibido instrucción militar en Francia y EE.UU. Con wl apoyo financiero de EE.UU., el presidente Zine estableció un Estado policial represivo y utilizó la acción policial contra grupos islámicos militantes.
Valiéndose de una amplia ley antiterrorista aprobada en 2003, el presidente Zine apoyó la guerra contra el terrorismo de EE.UU. mediante cientos de arrestos arbitrarios y el uso de tortura oficial. Zine controló cada vez más las noticias, la información, e Internet, y persiguió a periodistas mediante acosos, violencia y constante vigilancia.
Fundado originalmente sobre principios socialistas, el Túnez moderno desarrolló una considerable clase media y alentó la liberación de las mujeres. Un tercio de sus profesores universitarios son mujeres, así como un 58% de sus estudiantes universitarios, más de un cuarto de sus jueces y un 23% de los miembros del parlamento.
Desde su independencia, Túnez ha promulgado las políticas más progresistas con respecto a las mujeres que existen en las naciones árabes. El Código de Estatus Personal adoptado en 1956 abolió la poligamia, prohibió que los maridos obtuvieran unilateralmente el divorcio, dio a las esposas más derechos de custodia y permitió que votaran. Las mujeres tunecinas pueden acceder legalmente al aborto subvencionado por el gobierno sin el permiso de sus esposos.
Los nacionalistas liberales que establecieron el gobierno creían que la mejora de los derechos de las mujeres formaba parte integral de la creación de un país moderno libre de “tradiciones anacrónicas y mentalidades retrógradas”.
Túnez firmó la Convención de la ONU sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres en 1980 y la ratificó en 1985.
Las mujeres educadas con una apreciación madura de sus derechos civiles estuvieron a la vanguardia de los que marcharon por la libertad en Túnez; sin embargo también son las que más tienen que perder si los fundamentalistas religiosos llegaran al poder y se eliminan esas libertades. Manifestantes preocupados portaban pancartas que decían: “La política arruina a la religión y la religión arruina la política”.
Ya se han desplegado fuerzas de seguridad para proteger burdeles legalmente permitidos contra una turba de fanáticos religiosos, y existe preocupación sobre los derechos de mujeres que usan vestimenta occidental, incluidos bikinis en las playas. Las condiciones inestables han llevado a que muchas mujeres tengan miedo de salir solas por la noche.
La dirigencia de Ennahdha, un movimiento político aliado con la Hermandad Musulmana egipcia, ha declarado que se opone a la imposición de la ley islámica en Túnez. Sin embargo hay mujeres que han presenciado la pérdida de los derechos progresistas de las mujeres en otras tres naciones islámicas, incluidas Irán después de la caída del Sha, Afganistán con el triunfo de los talibanes, e Iraq después de la invasión estadounidense.
Hasta cierto punto, las mujeres tunecinas estaban protegidas de los extremistas islámicos por el represivo gobierno de Zine; sin embargo, por el momento, sólo pueden esperar y ver cómo se desarrolla la Revolución Jazmín.
EE.UU.
Ronald Reagan dijo una vez que “EE.UU. es una ciudadela brillante sobre una colina cuyo fanal guía a todas las personas amantes de la libertad por doquier”; sin embargo la realidad es que EE.UU. ha llegado a estar controlado por una oligarquía militar-industrial servida por los dos principales partidos políticos.
En vez de ser un fanal de la libertad, EE.UU. apoya la supresión de la libertad en otros países y niega cada vez más los derechos constitucionales de sus propios ciudadanos, particularmente de las mujeres.
La Constitución de EE.UU. fue establecida por “Nosotros el Pueblo”; sin embargo, ni la Constitución ni la subsiguiente Declaración de Derecho incluyen en su protección a esclavos o mujeres.
La Guerra Civil llevó a las Enmiendas 13 y 14 que abolieron la esclavitud y prohibieron que los Estados redujeran los derechos de sus “ciudadanos”, y a la Enmienda 15 que garantizó el derecho a voto de los antiguos esclavos.
Los esfuerzos por garantizar el derecho a voto de las mujeres fueron bloqueados por conservadores del Sur en el Senado de EE.UU., ¡lo que obligó a las activistas a obtener la enmienda en la constitución de cada uno de los Estados! Después de casi 800 campañas políticas separadas, las mujeres recibieron el derecho universal a voto en 1920 con la aprobación de la Enmienda 19.
Hoy, 90 años después, el Congreso de EE.UU. sólo tiene 17 senadoras (un 17%) y 72 mujeres representantes (un 16,6%). Esos porcentajes son muy inferiores a la cantidad de legisladoras en Iraq o en Túnez.
En 1980, el ex presidente Jimmy Carter firmó la Convención de la ONU sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra Mujeres; ¡sin embargo el Tratado nunca se ha presentado al Senado en su totalidad para su votación! Por cierto, EE.UU. es uno de los siete países que no ha ratificado el Tratado. (Las otras naciones son Irán, Sudán, Somalia, Palau, Nauru y Tonga). Aunque el presidente Obama proclamó que el Tratado era una prioridad, en mayo de 2009, no ha hecho ningún esfuerzo visible para obtener su ratificación por el Senado.
Después de obtener el derecho a voto, muchas activistas siguieron creyendo que la Constitución de EE.UU. debía modificarse para asegurar la ausencia de discriminación sexual legal contra mujeres y para asegurar la aplicación igualitaria de la Constitución a todos los ciudadanos.
Desde principios de los años cuarenta, demócratas y republicanos agregaron el apoyo a una Enmienda de Igualdad de Derechos [ERA] a sus plataformas; sin embargo, recién en 1972 la presión de los sindicatos organizados y otros grupos dominantes llevaron al Congreso a aprobar la ERA.
Tal como fue propuesta a los Estados para su ratificación, la Enmienda 27 dice simplemente: “La igualdad de derechos según la ley no será negada o limitada por ningún Estado sobre la base del sexo”.
La fecha límite usual para su ratificación no se incluyó en el texto de la propia enmienda, sino en su cláusula de propuesta. El Congreso amplió posteriormente la fecha límite hasta 1982, pero hasta ahora sólo 35 de los 38 Estados necesarios la han ratificado.
La ERA se vuelve a presentar en todas las sesiones del Congreso, y una coalición de organizaciones femeninas trabaja ahora en una “estrategia de 3 Estados” porque, debido a la ambigüedad del lenguaje de la fecha límite, la ratificación de sólo tres de los 15 Estados restantes podría agregar la Enmienda a la Constitución.
Durante los años setenta, una de las principales objeciones a la ERA por parte de organizaciones religiosas y políticas conservadoras, era que las mujeres ya no estarían eximidas del servicio militar obligatorio y del servicio en el frente; sin embargo mujeres combaten ahora en todas las tropas de la “Guerra contra el Terrorismo” -salvo en el combate “cuerpo a cuerpo”- que incluyen la infantería, las fuerzas blindadas y las fuerzas especiales. La Comisión de Diversidad del Liderazgo Militar del Congreso se prepara actualmente para eliminar incluso esas restricciones.
Las mujeres pilotean cazabombarderos y helicópteros artillados, manipulan ametralladoras y morteros y protegen los convoyes atacados por bombas al borde de la ruta. Más de 134 mujeres soldados han caído en cumplimiento del deber en Afganistán e Iraq, y más de 721 han resultado heridas en acción.
Tal vez las heridas más penosas sufridas por mujeres en las fuerzas armadas sen las causadas por los incidentes generalizados de violaciones y asesinatos por parte de otros soldados. El Departamento de Defensa (DoD) informa de que una de cada tres mujeres en las fuerzas armadas sufren abusos sexuales o violaciones por parte de los hombres. De estas, una cantidad alarmante muere después de haber sido violadas.
“8 mujeres soldados de Fort Hood, Texas (seis de la Cuarta División de Infantería y dos de la Primera División de Caballería Blindada), han muerto de ‘heridas no relacionadas con el combate’ en la misma base, Camp Taji, y tres fueron violadas antes de morir. Dos fueron violadas inmediatamente antes de su muerte y otra violada antes de llegar a Iraq. Dos mujeres de las fuerzas armadas han muerto de sospechosas ‘heridas no causadas por el combate’ en la base Balad, y una fue violada antes de morir. Cuatro muertes se han clasificado como ‘suicidios’. (Ann Wright - Common Dreams)
La tasa de abusos sexuales y violaciones en las fuerzas armadas es el doble que la tasa civil. La congresista Jane Harman (demócrata de California) ha testificado que: “Es más probable que las mujeres que sirven en las fuerzas armadas de EE.UU. sean violadas por otros soldados que muertas por el fuego enemigo en Iraq”.
El testimonio de Harman es confirmado por el DoD, que admite que no se informa sobre un 80% de las violaciones que suceden en las fuerzas armadas porque las víctimas temen al ostracismo, el castigo y la pérdida de sus carreras. La mitad de todos los casos sobre los que se ha informado no obtiene acción oficial, un tercio se descarta y sólo un 8% se envía a la Corte Marcial. Incluso entonces la mayoría de los que terminan condenados sólo reciben castigos leves.
A menudo se oye decir en EE.UU. que “los musulmanes abusan de sus mujeres”; sin embargo, en 2006, casi un cuarto de millón de mujeres estadounidenses informó a la policía de que las habían violado o habían sufrido abusos sexuales. Las mujeres sufren 4,8 millones de ataques físicos y violaciones por parte de sus parejas cada año en EE.UU., y un tercio de las más de 1.100 mujeres asesinadas cada año mueren a manos de sus parejas.
A pesar de esas horrendas estadísticas, los esfuerzos legislativos se dirigen hacia un mayor castigo y humillación de las mujeres y están más impulsados por el fundamentalismo religioso que por la lógica. A las mujeres se les niega la contracepción y se las castiga por quedarse embarazadas:
  • Una ley de Dakota del Sur podría ampliar la definición de “homicidio justificable” para que incluya el asesinato de practicantes de abortos y la legislatura de Ohio está estudiando una ley que ilegalizaría que las mujeres quieran abortar aunque sea 18 días después de la concepción.
  • Aunque Planificación Familiar no gasta actualmente dinero federal en servicios de abortos, los republicanos de la Cámara de Representantes acaban de votar para negar cualquier financiamiento a la organización; el recorte de dinero para contraceptivos, tests de VIH, detección del cáncer y servicios de salud reproductiva.
  • Una ley patrocinada por los republicanos en la Cámara de Representantes negaría todo financiamiento federal para abortos excepto en casos de “violación por la fuerza o, si se trata de una menor, por un acto de incesto”. Según la ley, una niña de 12 años forzada y embarazada por su padrastro o una joven objeto de violación durante una cita se verían obligadas a tener a su hijo.
  • La ley de Reforma de la Atención Sanitaria contiene provisiones que probablemente causarán la eliminación de toda la cobertura de seguros privados así como públicos para los abortos, y el presidente Obama emitió una orden ejecutiva que apoya las disposiciones antiabortistas.
La estatua de la libertad llora
Los niños de doce años pueden decir a una mujer adulta lo que debe hacer en Iraq, mientras las niñas de 12 años en EE.UU. se ven obligadas a sufrir violaciones y abusos sexuales y a soportar los embarazos resultantes.
Los males de las salas de violación iraquíes que Bush alardeaba de eliminar fueron simplemente transferidos a las acciones de soldados beligerantes, tanto estadounidenses como tribales, y a la violación y asesinato de mujeres civiles inocentes y de otras mujeres soldados.
EE.UU. es una nación que requiere que las mujeres trabajen fuera de su casa con el fin de garantizar un nivel de vida adecuado para su familias sin verse obligadas a quedarse en el hogar todos los días para cuidar y alimentar a los hijos pequeños.
Ahora, cuando se elimina la educación sexual para mujeres con respecto a sus cuerpos, su salud y las opciones reproductoras, el castigo por quedarse embarazada aumenta al hacer que el aborto sea ilegal y vergonzoso, y al eliminar el financiamiento para organizaciones que proveen contraceptivos y atención sanitaria a las mujeres embarazadas.
EE.UU. utiliza imágenes del sufrimiento de las mujeres de Medio Oriente para justificar sus guerras ilegales de agresión, mientras lapida figurativamente a sus propias mujeres y corta sus narices limitando sus derechos a decidir la suerte de sus propios cuerpos y al no protegerlas contra abusos sexuales.
Una vez más la bandera del cristianismo encabeza otra cruzada, esta vez contra las mujeres y los niños en EE.UU. Para las mujeres sometidas a prácticas medievales, hay poca diferencia entre el fundamentalismo cristiano y el musulmán.
Mientras el tsunami de la libertad se extiende por el mundo, y hasta las costas de EE.UU., mujeres y muchachas sólo pueden esperar y orar para que las libere de la represión y la violencia que las victimizan en su ciudadela de la libertad.
By courtesy & © 2011 William John Cox
William John Cox, autor de: You’re Not Stupid! Get the Truth: A Brief on the Bush Presidency, es un fiscal retirado del Colegio de Abogados de California y abogado de interés público. Como oficial de policía profesional escribió el Manual de Política del Departamento de Policía de Los Angeles y el Papel de la Policía en EE.UU. para una Comisión Consultora Nacional durante el gobierno de Nixon. Actuando como un abogado de interés público, gratuito, inició una demanda de acción popular en 1979 en nombre de todo ciudadano de EE.UU. en la que pedía que la Corte Suprema ordenara que los dos otros poderes del gobierno federal realizaran un Referendo Político Nacional; investigó y demandó exitosamente a un grupo de organizaciones derechistas radicales en 1971 que negaban el Holocausto; y organizó en 1991 la publicación de los suprimidos Pergaminos del Mar Muerto. Actualmente trabaja en una filosofía política ficticia basada en los hechos. Contribuyó este artículo a Media Monitors Network (MMN) de California, EE.UU.

LIBIA: APORTES PARA UN DEBATE

Libia: Un debate legítimo y necesario desde una perspectiva antiimperialista
Gilbert Achcar *
"El Tratado de Brest-Litovsk fue, en efecto, un compromiso con los imperialistas, pero fue un compromiso que, dadas las circunstancias, era inevitable. ... Rechazar cualquier compromiso 'por principio', rechazar la admisibilidad de los compromisos en general, cualquiera que sea su naturaleza, es infantilismo, algo que hasta resulta difícil plantearse seriamente... Hay que saber analizar la situación y las condiciones concretas de cada compromiso, o de cada tipo de compromiso. Hay que aprender a distinguir entre un hombre que ha entregado su dinero y sus armas a los bandidos para mitigar el daño que puedan hacer y facilitar su captura y ejecución, y un hombre que da su dinero y sus armas a los bandidos para llevarse parte del botín". (Vladimir I. Lenin)
La entrevista que me hizo mi buen amigo Steve Shalom el día después de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptara la resolución nº 1973 y que se publicó en ZNet el 18 de marzo [en castellano en nuestra web
http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=3729] ha provocado un vendaval de discusiones y declaraciones de toda clase —amistosas, menos amistosas, muy favorables, ligeramente favorables, educadamente críticas o abiertamente hostiles— mucho más fuerte de lo que yo esperaba, máxime cuando ha sido traducida y divulgada en varias lenguas. Si esto es indicio de algo, es que cunde la sensación de que lo que se plantea es un problema real. Así que discutamos.

El debate sobre el caso libio es legítimo y necesario para quienes comparten una postura antiimperialista, a menos que uno crea que defender un principio nos exime de analizar concretamente cada situación específica y de determinar nuestra postura a la luz de cómo evaluamos los datos de la realidad. Toda regla general admite excepciones. Esto incluye la regla general de que las intervenciones militares de las potencias imperialistas, autorizadas por las Naciones Unidas, son puramente reaccionarias y nunca pueden alcanzar un objetivo humanitario o positivo. Para que se me entienda: si pudiéramos dar marcha atrás a la rueda de la historia y volver al periodo inmediatamente anterior al genocidio de Ruanda, ¿nos opondríamos a una intervención militar dirigida por Occidente y autorizada por la ONU para prevenirlo? Por supuesto, muchos dirían que la intervención de las fuerzas imperialistas/extranjeras amenazaba con provocar numerosas víctimas. Pero ¿puede alguien en su sano juicio creer que las potencias occidentales iban a masacrar en cien días a un total de medio a un millón de seres humanos?

No digo que Libia sea Ruanda, y enseguida explicaré por qué las potencias occidentales no movieron un dedo por Ruanda o no mueven un dedo por las muertes —en proporciones equivalentes a un genocidio— que se producen en la República Democrática de Congo, pero sí intervienen en Libia. La alusión al caso ruandés sirve en este contexto exclusivamente para mostrar que hay margen para la discusión sobre casos concretos, aunque uno se adhiera firmemente a los principios antiimperialistas. El argumento de que la intervención occidental en Libia causará inevitablemente víctimas civiles (desde una perspectiva humanitaria, yo incluso me preocuparía por los soldados de Gadafi) no es decisivo. Lo decisivo es la comparación entre el coste humano de esta intervención y el coste que se habría producido en ausencia de tal intervención.

Mencionaré otra analogía extrema para ilustrar el pleno alcance del debate: ¿era posible derrotar al nazismo con medios no violentos? ¿No fueron crueles los medios utilizados por las propias fuerzas aliadas? ¿Acaso no bombardearon salvajemente Dresde, Tokio, Hiroshima y Nagasaki, matando a centenares de miles de civiles? Visto retrospectivamente, ¿diríamos ahora que el movimiento antiimperialista de Gran Bretaña y los Estados Unidos debería haberse movilizado en contra de la participación de sus países en la guerra mundial? ¿O seguimos pensando que el movimiento antiimperialista hizo bien en no oponerse a la guerra contra el Eje (del mismo modo que hizo bien en oponerse a la primera guerra mundial, la de 1914-1918), pero que debería haberse movilizado contra cualquier daño masivo infligido adrede a las poblaciones civiles en contra de toda lógica evidente para derrotar al enemigo?

Hasta aquí las analogías. Siempre dan pie a discusiones interminables, aunque resultan útiles para demostrar que puede haber situaciones en que hay margen para el debate, situaciones en que uno ha de entregarse a los bandidos, o llamar a la policía, etc. Demuestran que la creencia de que cualquiera de estas actitudes debiera ser rechazada automáticamente por ser «contraria a los principios», sin tomarse la molestia de analizar las circunstancias concretas, es insostenible. De lo contrario, el movimiento antiimperialista en los países occidentales daría a entender que únicamente se preocupa de oponerse a su propio gobierno sin importarle un comino el destino de otras poblaciones. Esto ya no es antiimperialismo, sino aislacionismo de derechas: es la actitud de "que se vayan todos al diablo y nos dejen en paz" al estilo de un Patrick Buchanan. Así que sentémonos y analicemos en calma la situación concreta que estamos afrontando estos días.

Empezaremos hablando de la naturaleza del régimen de Gadafi. Los hechos en este terreno apenas admiten margen para el desacuerdo legítimo. Lo planteo únicamente en atención a quienes creen, de buena fe y por pura ignorancia, que Gadafi es progresista y antiimperialista. Es cierto que Gadafi fue al principio un dictador populista antiimperialista relativamente progresista que dirigió un golpe militar contra la monarquía libia en 1969, emulando el golpe egipcio que derribó la monarquía en 1952 en ese país. Su primer héroe fue Gamal Abdel Nasser, aunque al principio su régimen se situó ideológicamente más a la derecha, con mayor insistencia en la religión (más tarde, Gadafi pretendió formular una nueva interpretación del islam). Comenzó muy pronto a reclutar a mercenarios de los países más pobres para sus fuerzas armadas, en primer lugar para la Legión Islámica que creó.

A comienzos de los años setenta proclamó la sustitución de las leyes vigentes por la sharía, justo antes de embarcarse en una imitación de la "revolución cultural" china, con su propia versión islámica del "Pequeño Libro Rojo" de Mao: el "Libro Verde". Asimismo imitó el amago de "revolución cultural" consistente en instaurar la "democracia directa" mediante la creación de un sistema de "comités populares" que supuestamente convertían a Libia en un "Estado de las masas", pero que de hecho batía el récord mundial de la proporción de personas incluidas en la nómina de los servicios secretos. Más del 10 % de la población libia eran "informantes" que cobraban por vigilar al resto de la sociedad. Gadafi encarceló o ejecutó a todos los que se oponían a su régimen, incluidos algunos de los oficiales que habían participado con él en el derrocamiento de la monarquía. A finales de los años setenta decidió convertir la economía libia en una combinación de capitalismo de Estado en las grandes empresas y capitalismo privado con "participación" de los trabajadores en las más pequeñas, aboliendo los arrendamientos y el comercio minorista (incluso los peluqueros fueron nacionalizados). Por otro lado, dedicó una parte de los ingresos estatales del petróleo a mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos libios, una versión "revolucionaria" de la manera en que algunas de las monarquías del Golfo con elevada renta per cápita, gracias al petróleo satisfacen las necesidades de sus propios ciudadanos a fin de dotarse de una base social, mientras que al mismo tiempo, como en Libia, maltratan a los trabajadores inmigrantes que representan una parte importante de su mano de obra y su población.

En la década siguiente, ante los resultados desastrosos de su política errática y la crisis de la URSS, de la que dependía para sus compras de armas, Gadafi trató de imitar la perestroika de Gorbachov, liberalizando la economía libia, pero no así la vida política. Su siguiente viraje político importante se produjo en 2003. En diciembre de aquel año acudió al rescate político de Bush y Blair, anunciando que había decidido renunciar a sus programas de desarrollo de armas de destrucción masiva, un gesto muy necesario para mejorar la credibilidad de la invasión de Irak pretendidamente encaminada a detener la proliferación de las armas de destrucción masiva. Gadafi se convirtió de pronto en un líder respetable y recibió cálidas felicitaciones, hasta el punto de que Condoleezza Rice lo puso como modelo. Uno después de otro, los líderes occidentales se dejaron caer en Trípoli para visitarle en su jaima y firmar jugosos contratos. Quien estableció la relación más estrecha con él fue el primer ministro italiano, el derechista y racista Silvio Berlusconi: su amistad con Gadafi no sólo resultó ser muy provechosa desde el punto de vista económico. En 2008, ambos concluyeron uno de los pactos más sucios de los últimos tiempos, acordando que los pobres migrantes del continente africano interceptados en el mar por las fuerzas navales italianas cuando trataban de alcanzar la costa europea fueran trasladados directamente a Libia y no a territorio italiano, donde tendrían derecho a solicitar asilo. Este pacto resultó ser tan efectivo que redujo el número de solicitantes de asilo en Italia de 36.000 en 2008 a 4.300 en 2010. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados lo condenó, pero fue en vano.

La idea de que las potencias occidentales intervienen en Libia porque desean derribar un régimen hostil a sus intereses es absurda. Igualmente absurda es la idea de que lo que pretenden es echar mano del petróleo libio. En realidad, en Libia ya están presentes todas las compañías petroleras y gasistas occidentales: la ENI italiana, la Wintershall alemana, la BP británica, la Total y la GDF Suez francesas, las ConocoPhillips, Hess y Occidental de EE UU, la Shell angloholandesa, la Repsol española, la Suncor canadiense, la Statoil noruega, etc. ¿Por qué intervienen ahora las potencias occidentales en Libia y no lo hicieron ayer en Ruanda, ni ayer ni hoy en el Congo? Si en su momento afirmamos que la invasión de Irak tenía que ver sobre todo con el petróleo frente a quienes trataron de burlarse de nosotros tachándonos de "reduccionistas", ahora no voy a ser yo quien trate de demostrar que la intervención en Libia no tiene nada que ver con el petróleo. Claro que tiene que ver, pero ¿en qué sentido?

Mi enfoque de la cuestión es la siguiente. Después de observar durante unas semanas cómo Gadafi trataba de suprimir de forma brutal y sanguinaria la revuelta que estalló a mediados de febrero —se calcula que el número de muertos a comienzos de marzo oscila entre 1.000 y 10.000; esta segunda cifra la da la Corte Penal Internacional, mientras que la oposición libia habla de 6.000 a 8.000—, los gobiernos occidentales, al igual que todo el mundo en esta cuestión, se convencieron de que el avance de la ofensiva contrarrevolucionaria de Gadafi, que ya se acercaba a los alrededores de Bengasi (con más de 600.000 habitantes), anunciaba una inminente masacre masiva. Para hacerse una idea de lo que pueden perpetrar unos gobiernos tan represivos, pensemos simplemente en el hecho de que la represión lanzada por el régimen sirio en 1982 contra la revuelta de la ciudad de Hama, con menos de un tercio de habitantes que Bengasi, se saldó con más de 25.000 muertos. Si se hubiera producido una matanza similar, seguida de la consolidación del poder de Gadafi, los gobiernos occidentales no habrían tenido otra opción que imponer sanciones y declarar el embargo sobre el petróleo libio.

En los años noventa, el mercado del petróleo se caracterizaba por un una depresión de los precios, en una época en que EE UU estaba viviendo su periodo de expansión económica más largo de su historia: el auge sostenido por todo tipo de burbujas durante la presidencia de Clinton. En esos años les resultaba muy cómodo a Washington y a sus aliados mantener el embargo sobre Irak (con un coste humano próximo al genocidio). Únicamente al final de esa década empezó el mercado del petróleo a salir de la fase depresiva, experimentando un paulatino aumento de los precios que según todos los indicios era de naturaleza estructural, es decir, fruto de una tendencia alcista a largo plazo. No es por casualidad que George W. Bush y sus compinches se pusieran entonces a reclamar un "cambio de régimen" en Irak: era la condición para que Washington aceptara el levantamiento del embargo sobre un país cuyos principales concesiones petroleras estaban en manos de empresas de Francia, Rusia y China (precisamente los tres principales países que se opusieron a la invasión en el Consejo de Seguridad — ¡sorpresa, sorpresa!).

En el momento actual, en el mercado mundial del petróleo imperan unas condiciones en que los precios, después de descender durante un tiempo por efecto de la crisis mundial, vuelven a mostrar una tendencia alcista desde varios meses antes de la ola revolucionaria del norte de África y Oriente Próximo. A esto se añade que la crisis económica mundial sigue sin superarse y la supuesta recuperación se muestra extremadamente frágil. En estas condiciones, un embargo sobre el petróleo libio no es una opción. Por tanto, había que impedir la masacre de Bengasi. La mejor hipótesis para las potencias occidentales era ahora la caída del régimen, evitándoles así el problema de tener que arreglárselas con él. Una posibilidad menos mala para ellas sería el empate prolongado y la división de hecho del país entre la parte oriental y occidental, reanudándose las exportaciones de petróleo desde ambas provincias, o bien exclusivamente desde los principales yacimientos situados en el este, bajo control rebelde.

A todo esto habría que añadir lo siguiente: es un disparate y un ejemplo de "materialismo" muy burdo despreciar por irrelevante el peso de la opinión pública en las decisiones de los gobiernos occidentales, especialmente en este caso en las de los cercanos gobiernos europeos. En un momento en que los insurgentes libios estaban urgiendo al mundo con cada vez mayor insistencia que estableciera una zona de exclusión aérea a fin de neutralizar la principal ventaja de las fuerzas de Gadafi, y con el público occidental siguiendo los acontecimientos por televisión —lo que habría impedido que una matanza en Bengasi hubiera pasado inadvertida, como ha sucedido tantas veces en otros lugares (como la ciudad ya mencionada de Hama, por ejemplo, o la República Democrática del Congo)—, los gobiernos occidentales no sólo habrían provocado la ira de sus ciudadanos, sino que también habrían hipotecado completamente su capacidad para invocar pretextos humanitarios para otras guerras imperialistas como las de los Balcanes o la de Irak. No solo estaban en juego sus intereses económicos, sino también la credibilidad de su ideología. Y la presión de la opinión pública árabe influyó, sin duda, en el hecho de que la Liga Árabe también llamara a establecer una zona de exclusión aérea en Libia, aunque no cabe ninguna duda de que la mayoría de gobiernos árabes estaban deseando que Gadafi lograra aplastar la revuelta y por tanto parar la ola revolucionaria que barre toda la región y hace que se tambaleen sus propios regímenes desde comienzos de año.

Entonces, ¿qué hacer con todo esto? Una revuelta de masas enfrentada a una amenaza muy real de sufrir una masacre reclamaba el establecimiento de una zona de exclusión aérea para ayudarle a resistir la ofensiva criminal del régimen. A diferencia de las fuerzas que se oponían a Milosevic en Kosovo, los insurgentes libios no pedían la ocupación de su país por tropas extranjeras. Al contrario, tenían buenas razones para desconfiar de cualquier despliegue de este tipo: son conscientes, a la luz de Irak, Palestina, etc., de que las potencias mundiales tienen planes imperialistas, además de contar con su propia experiencia de cómo esas mismas potencias adulaban a los tiranos que les oprimían. Rechazaron explícitamente cualquier intervención sobre el terreno, pidiendo únicamente cobertura aérea. Y la resolución del Consejo de Seguridad descarta explícitamente, a petición suya, cualquier fuerza de ocupación extranjera en cualquier parte del territorio libio.

No abordaré los argumentos inaceptables de quienes arrojan dudas sobre la naturaleza de la dirección insurgente. A menudo son los mismos que consideran que Gadafi es progresista. La dirección de la revuelta está formada por una mezcla de políticos e intelectuales demócratas disidentes y defensores de los derechos humanos, algunos de los cuales han estado largos años encerrados en las cárceles de Gadafi, hombres que han roto con el régimen para unirse a la rebelión y representantes de la diversidad regional y tribal de la población libia. El programa que les une es un programa de cambio democrático —libertades políticas, derechos humanos y elecciones libres—, exactamente igual que el de todos los demás levantamientos de la región. Y si no está claro qué será de Libia después de Gadafi, dos cosas son indudables: no podrá ser peor que el régimen de Gadafi y tampoco podrá ser peor que el escenario bastante más probable de un sistema en que desempeñará un papel crucial la Hermandad Musulmana fundamentalista en el Egipto de después de Mubarak, lo que algunos utilizaron como argumento para apoyar al dictador egipcio.

¿Puede alguien que se reclama de la izquierda hacer caso omiso de una solicitud de protección de un movimiento popular, aunque sea por mediación de bandidos-policías imperialistas, si el tipo de protección que se pide no les permitirá a estos imponer su control sobre el país? Desde luego que no, tal como entiendo yo lo que es ser de izquierda. Ningún progresista real puede hacer oídos sordos sin más a la solicitud de protección de los insurgentes, a menos, como ocurre tan a menudo en la izquierda occidental, que cierren los ojos ante las circunstancias y la amenaza inminente de una matanza masiva, que solo presten atención al conjunto de la situación una vez que su propio gobierno se ha implicado, despertando de este modo su reflejo (normalmente sano, por cierto) de oponerse a tal implicación. En las situaciones en que los antiimperialistas se han opuesto a intervenciones militares encabezadas por las potencias occidentales so pretexto de evitar una masacre, siempre han señalado alternativas que demostraban que la opción de los gobiernos occidentales por el uso de la fuerza obedecía exclusivamente a sus designios imperialistas.

Había una salida no violenta de la crisis de Kosovo: en primer lugar, la oferta del gobierno ruso presidido por Yeltsin en agosto de 1998 de poner en pie una fuerza internacional que aplicara un arreglo político impuesto conjuntamente por Moscú y Washington. Esta propuesta fue ofrecida al entonces embajador estadounidense ante la OTAN, Alexander Vershbow, pero Washington hizo caso omiso. Eso mismo ocurrió en febrero de 1999: las posiciones de Serbia y de la OTAN eran diferentes, pero negociables, como se demostró al cabo de 78 días de bombardeos, cuando la resolución de las Naciones Unidas sancionó un compromiso entre ambas posiciones.

Existía una manera no violenta de lograr que Sadam Husein retirara sus tropas de Kuwait en 1990: además del hecho de que no podría haber resistido las severas sanciones impuestas sobre su régimen para forzarle a salir, él mismo ofreció negociar su retirada. Washington prefirió destruir la infraestructura del país y "devolverlo a la edad de piedra", como describió el relator del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas la situación del país tras la guerra de 1991.

¿Cuál era entonces la alternativa a la zona de exclusión aérea en el caso de Libia? No había ninguna convincente. El día en que el Consejo de Seguridad votó su resolución, las fuerzas de Gadafi ya se hallaban en los aledaños de Bengasi, y su aviación estaba bombardeando la ciudad. Cada vez que formulo esta pregunta recibo respuestas nada convincentes. Se podría haber hallado una solución política si Gadafi hubiera aceptado la celebración de elecciones libres, pero no estaba dispuesto a ello. Él y su hijo Saif no dieron a la revuelta otra opción que la rendición (incluida la promesa de una amnistía en que nadie podía confiar) o la "guerra civil". Pasaré por alto la idea de quienes dicen que la población de Bengasi podría haber huido a Egipto para refugiarse allí, pues no merece ningún comentario.

También pasaré por alto la idea de quienes dicen que deberían haber intervenido exclusivamente ejércitos árabes, como si una intervención de fuerzas como las del ejército egipcio o saudí hubiera causado menos muertes y comportara una menor influencia imperialista sobre el proceso en Libia. La respuesta que parece más convincente es la que preconiza el suministro de armas a los insurgentes, pero no era una alternativa plausible.

No era posible en 24 horas organizar la entrega de armas y asegurar su disponibilidad efectiva, sobre todo si estamos hablando de sofisticados misiles antiaéreos. Esta no podría haber sido una alternativa a una masacre anunciada. En estas condiciones y a falta de cualquier otra solución plausible, era moral y políticamente un error, por parte de la izquierda, oponerse a la zona de exclusión aérea; o dicho de otro modo, oponerse a la petición de los insurrectos de establecer la zona de exclusión aérea. Y sigue siendo moral y políticamente un error exigir ahora el levantamiento de la zona de exclusión aérea, a menos que Gadafi pierda la capacidad para hacer uso de su fuerza aérea. De lo contrario, el levantamiento de la zona de exclusión aérea supondría una victoria para Gadafi, que volvería entonces a emplear su aviación para aplastar la insurrección de una manera todavía más feroz que lo que estaba dispuesto a hacer previamente.

Por otro lado, deberíamos exigir el fin de los bombardeos una vez neutralizada la fuerza aérea de Gadafi. Deberíamos exigir que se aclare que potencial aéreo le queda al régimen y, si todavía dispone de aviones, qué hace falta para neutralizarlo. Y deberíamos oponernos a la plena participación de la OTAN en la guerra sobre el terreno más allá de los primeros golpes contra las unidades de blindados de Gadafi, necesarios para detener la ofensiva de sus tropas contra las ciudades rebeldes de la provincia occidental, por mucho que los insurgentes reclamaran o aplaudieran esta participación de la OTAN.

¿Significa esto que debíamos y debemos apoyar la resolución nº 1973 del Consejo de Seguridad? En absoluto. Es una resolución muy mala y peligrosa, justamente porque no define suficientes salvaguardias contra la transgresión del mandato de proteger a los civiles libios. La resolución es demasiado ambigua y puede ser utilizada para impulsar un plan imperialista que vaya más allá de la protección para meter baza en el futuro político de Libia. No era posible apoyarla, sino que ha de ser criticada por sus ambigüedades. Pero tampoco era posible oponerse a ella, en el sentido de oponerse a la zona de exclusión aérea y de dar la impresión de que no nos preocupa la suerte de los civiles y de la revuelta. Lo único que nos quedaba era expresar nuestras firmes reservas. Una vez iniciada la intervención, el papel de las fuerzas antiimperialistas debía consistir en examinarla con lupa y en condenar todas las acciones que causen la muerte de civiles en las que no se hayan adoptado medidas para evitar tales muertes, así como todas las acciones de la coalición que no tengan que ver con las necesidades de defender a la población civil. De todos modos, hay que oponerse a uno de los artículos de la resolución del Consejo de Seguridad: el que confirma el embargo de armas sobre Libia, si esto se aplica al conjunto del país y no únicamente al régimen de Gadafi. Por el contrario, deberíamos reclamar el suministro de armas a los insurgentes, de un modo abierto y masivo, de manera que dejen lo antes posible de necesitar apoyo militar extranjero directo.

Un último comentario: durante muchos años hemos venido denunciando la hipocresía y el doble rasero de las potencias imperialistas, señalando el hecho de que no impidieron el genocidio real en Ruanda mientras intervinieron para detener el "genocidio" ficticio en Kosovo. Esto implicaba que en nuestra opinión tendrían que haber intervenido en Ruanda para impedir el genocidio. La izquierda debería abstenerse de proclamar "principios" tan absolutos como de que "estamos en contra de toda intervención militar de las potencias occidentales en cualquier circunstancia." Esta no es una posición política, sino un tabú religioso. Podemos estar casi seguros de que la intervención actual en Libia resultará ser sumamente embarazosa para las potencias imperialistas en el futuro. Como han advertido con razón los miembros del establishment de EE UU que se oponen a la intervención, la próxima vez que la fuerza aérea israelí bombardee a uno de sus vecinos, ya sea en Gaza o en el Líbano, la gente reclamará una zona de exclusión aérea. Yo, desde luego, lo haré. Habría que organizar piquetes ante la sede de la ONU en Nueva York para exigirlo. Todos deberíamos estar dispuestos a hacerlo, ahora con un argumento poderoso.

La izquierda debería aprender a denunciar la hipocresía imperialista utilizando contra ella las mismas armas morales que ella explota cínicamente, en vez de contribuir a que dicha hipocresía resulte más efectiva dando la impresión de que no nos preocupan las cuestiones morales. Son ellos los que aplican el doble rasero, no nosotros.

* Gilbert Achcar se crió en el Líbano y actualmente es profesor de la School of Oriental and African Studies (SOAS) de la Universidad de Londres. Ha publicado, entre otros, los libros El choque de barbaries, traducido a 13 lenguas; Estados peligrosos, en colaboración con Noam Chomsky; y más recientemente, The Arabs and the Holocaust: The Arab-Israeli War of Narratives.