lunes, 28 de marzo de 2011

24 DE MARZO DE 1976: EL TESTIMONIO DE ANGEL CAPPA

La idea vino del Norte


Por Angel Cappa. (*)

Querían súbditos y encontraron en los militares argentinos la mano de obra ideal para imponer un gobierno de facto. Después, Videla, Massera y compañía convirtieron eso en una cuestión sanguinaria y delictiva. 
El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 no fue una actitud de cuatro militares perversos a quienes un día se les ocurrió tomar el poder. Fue un plan urdido desde el gran capital financiero, que en esa época comenzaba a imponer su ley para afianzar lo que es esta nueva etapa del capitalismo, que después se llamó globalización neoliberal. Es decir, la idea vino del Norte. El golpe fue un instrumento de ese capital financiero para, entre otras cosas, terminar con los derechos de los trabajadores.
Tanto en Chile, donde gobernaba Salvador Allende, como en la Argentina y en otros países vecinos donde la militancia de base estaba en su apogeo, había una corriente favorable al pueblo. Y eso no caía bien en la mirada de los grandes capitales, que pretendían una Sudamérica mucho más sumisa, donde nadie reclamara por sus derechos ni pensara en una patria socialista.
Desde el Norte querían súbditos y encontraron en los militares argentinos la mano de obra ideal para imponer un gobierno de facto.
Después, Videla, Massera y compañía convirtieron eso en una cuestión sanguinaria y delictiva. Porque los que gobernaban y sus empleados eran asesinos y, también, delincuentes comunes.
Capaces de secuestrar a una persona, hacerle firmar la escritura de la casa para después venderla, robarle hasta la heladera, apropiarse de sus hijos, torturarla y asesinarla.
Así lo hicieron en 30 mil casos, nada menos. Y borraron de la faz de la tierra a una generación entera. Y empujaron a una cantidad innumerable de profesionales, estudiantes y obreros a refugiarse lejos de su barrio, de su pueblo, de su país.
Tan aberrante fue el terror puesto en marcha por los militares y el grupo de civiles que los acompañó, que todavía causa escalofríos recordarlo. Pero hay que hacerlo, para que no vuelva a pasar.
A mí el golpe me agarró en Bahía Blanca, donde vivía y militaba en el Peronismo de Base. Ya no tenía trabajo porque me habían “sugerido” dejar las clases que había dado hasta el año anterior en una escuela de Coronel Pringles. Era profesor de filosofía y psicopedagogía y me habían prohibido nombrar a Freud, por ejemplo. No se podía hablar de Sartre. Y todo esto antes del golpe, porque la Triple A era un trabajo en bruto de lo que vino después. Fue como la vanguardia del golpe. Y los que comandaban la Triple A eran tan asesinos, brutos e ignorantes como los que después tomaron el poder. Porque si algo los caracteriza y los une es el carácter delictivo y la ignorancia.
Unos días después del 24 de marzo, iba manejando mi auto por las afueras de Bahía Blanca y me paró una de las clásicas “pinzas” que hacían los militares en las calles para buscar lo que ellos llamaban “subversivos”. Yo tenía en el baúl una serie de volantes de la corriente de izquierda en la que militaba. Y mientras estaba en la cola veía que a los autos de adelante los revisaban absolutamente todos. Estaba listo, no podía hacer nada. 
Cuando me llegó el turno, el militar que estaba a cargo del operativo me pidió los documentos y me dijo: “Usted es el que jugaba en Olimpo, ¿no?”. Le contesté que sí casi tartamudeando y me dijo: “Siga Cappa, lo deja pasar un hincha de Olimpo”.
Aquel mismo día decidí que nunca más les iba a dar una posibilidad a estos asesinos. Todos los días me enteraba que caía un compañero diferente y me fui del país.
Como estaba separado de mi primera mujer, me fui solo a España. Llegué a Madrid con 200 dólares en el bolsillo. Con una mano atrás y otra adelante, pero feliz de haber salvado mi vida. Allá me las rebusqué como pude, siempre acompañado por otros argentinos que estaban en una situación parecida. Una vez nos enteramos que la Selección argentina iba a jugar contra Holanda en Suiza, fue en el ’79.
Nosotros fuimos y colgamos una bandera en la tribuna de enfrente de donde se televisaba con unas letras enormes que decían “Videla asesino”. 
El partido era muy importante, era la reedición de la final que la Argentina había ganado el año anterior. Y estaba todo el mundo mirando. Acá en la Argentina, a la televisión se le escapó de entrada y la bandera se vio un par de veces. Después el director de cámaras se las arregló para que no saliera nunca más. Pero la misión de dar a conocer quiénes nos gobernaban estaba cumplida.
Volví al país unos meses antes de que se terminara esta sanguinaria dictadura. Cuando decidí regresar, tenía el curso de entrenador de fútbol a medio terminar, pero no aguanté más y me vine.
Recuerdo perfectamente que llegué a Ezeiza un domingo, y lo primero que escuché en la radio fue un partido en el que jugaban River y Boca en el Monumental, con Mario Kempes de un lado y Diego Maradona del otro. Lo único que quería era reencontrarme con mis afectos, con mi vida. Después me di cuenta que aquel maléfico plan que había pergeñado el capital financiero había rendido sus frutos. Y siguió adelante ya en democracia, disfrazado de neoliberalismo.
Treinta años después, cada país latinoamericano hizo su camino. Pero siempre hay que tener en claro que el poder jamás respeta una democracia de izquierda, en ningún lugar del mundo. El ejemplo puede ser Chile en 1973 y Venezuela ahora. La excepción es Cuba. Hay que ver cómo le va a Uruguay en estos años. Brasil comenzó con Lula tirado a la izquierda, después pasó al medio y terminó bien a la derecha.
No es fácil el tema, aunque cada país, a su manera, fue buscando un lugar en el mundo. Ahora, eso sí, es absolutamente improbable que se vuelva a dar un golpe de Estado. Porque Latinoamérica aprendió la lección. Ya no hay lugar para el terror. + (PE/Tiempo Argentino)

* Angel Cappa nació en Bahía Blanca el 6 de setiembre de 1946. Es Director  Técnico de futbol. Actualmente dirige Gimnasia y Esgrima de La Plata. En el 2008 fue contratado por Huracán, de la Primera División, paras sacar al equipo de los últimos lugares de la tabla. Se hizo famoso plasmando un equipo de buen juego, toque y  movilidad, que lo llevó a definir el campeonato en una final con Vélez Sarfield. Huracán perdió con  un polémico gol a favor de Vélez Sarfield.
En Bahía Blanca, mientras era jugador de Olimpo y Villa Mitre, cursó estudios de Filosofía y Pedagogía. Junto a otros y otras bahienses tuvo que exilarse en el 76 rumbo a España donde vivió hasta que regresó a Argentina.

FUENTE: Agencia de Noticias Prensa Ecuménica

No hay comentarios:

Publicar un comentario