jueves, 3 de marzo de 2011

ELEGÍA PARA NAVEGANTE - MARCELO SPERANZA

ELEGÍA PARA NAVEGANTE
In memoriam de Rodolfo Alan Nauta


Inicios de diciembre en un país lejano.
Los días devienen pájaros,
nefandos presentimientos.

De golpe, la noticia inmisericorde
martillando los corazones cruza el mar.

Impavidez, incredulidad, desconcierto,
aún cuando sepamos que somos
viajeros en camino hacia la verdadera patria.

Dios ve todos los caminos.
Los caminos están en sus manos.

Ojos azules iluminando.
Entrando y saliendo de salas blancas:
luces de colores y aparatos estrambóticos.
Voluntad de vivir inmensa como el alba.

En esas horas eternas:
¿en qué barrio de la infancia te extendías?
¿qué compañero de aula recordabas?
¿a cual árbol subías sin compañía
para ir adentrándote en el silencio?

Y pasaban como postales:
amores, hijos, asombros entrevistos,
encuentros en la Costanera, finales de año,
crepúsculos en la Siberia,
tristezas recónditas,
padre y madre.

¿Te acordarás de nosotros,
tus hermanos de la 32?
¿del patio Sarmiento?
¿de las formaciones en la Plaza de Armas?
¿de la “funebrera” en cuarto año?

Nobilísimo hermano:
adiós a tus botines marrones,
a tu sonrisa clara,
a tu entrañable compañerismo.

Volverás a ver desde un avión
cielos nocturnos, islas, vésperos,
paisajes terrestres,
ciudades de acero y cristal.
Vivirás, contra el olvido y los mármoles.
Y entrarás en las calles de la Jerusalén celeste
bebiendo la infinitud del Espíritu.

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