martes, 14 de junio de 2011

HOMENAJE A UN PIONERO DE LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA NACIONAL

ROQUE HECTOR FUMASOLI, 
PRIMER DOCTOR EN FARMACIA EN EL PAÍS 


A partir de una misiva aparecida en la sección Carta de Lectores de un prestigioso diario capitalino, firmada por la Srta. Susana Capurro Fumasoli, sobrina del doctor Roque H. Fumasoli, este cronista rastreó la actividad pública del primer doctor en Farmacia en el país, reuniendo testimonios, fotos y documentos.                              En las líneas que siguen, a modo de homenaje, se expone una breve semblanza quien fuera en vida un alumno sobresaliente, un destacado profesional, un emprendedor empresario y por sobre toda otra consideración, un hombre de bien. 


Roque H. Fumasoli había nacido en la ciudad de Buenos Aires en 1884. Su padre provenía de la zona ítaloparlante de Suiza. La casa donde vivió gran parte de sus días, se encontraba en la esquina Bernardo de Irigoyen y México, en el porteñísimo barrio de Montserrat. La ampliación de la Avenida Nueve de Julio, se llevó pedazos de esa historia y de otras al barrer un sector de viviendas ubicadas entre la vereda oeste de Bernardo de Irigoyen y la este de Lima, desde Constitución hasta el Centro, bajo el implacable golpe del pico. La antigua Facultad de Ciencias Médicas donde cursó sus estudios superiores junto al futuro Nobel de Medicina Dr. Bernardo A. Houssay, se encontraba en ese entonces en la manzana delimitada por la Avenida Córdoba, Junín, Uriburu y Paraguay -hoy Plaza Houssay-, de la cual sólo subsiste lo que fue la capilla. Un año clave para sus proyectos es 1904: se recibe de farmacéutico un 2 de noviembre y ese mismo año instala su farmacia, en la esquina de Bartolomé Mitre y Montevideo. 

Casi simultáneamente, junto a un grupo de entusiastas colegas, brega por la sanción de una norma jurídica por la que lucharon varias generaciones de farmacéuticos: la ley 4687, promulgada en 1905. 
A los veintiún años de edad, varios de sus sueños ya están cumplidos. 


ACCIÓN PERSEVERANTE 

Miembro activo desde el 31 de julio de 1910, de la Sociedad Científica Argentina, fundada en 1872 con el objeto de “promover el adelanto de las Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales” según rezaba su declaración de principios, en ocasión del Primer Congreso Farmacéutico Argentino de 1916, presidido por su maestro Irízar, ejerció la secretaria general, presentando un proyecto de creación del doctorado en química y farmacia y luchando por la aprobación de una norma que regulara la actividad farmacéutica. Hasta esa fecha, venía de desempeñar -simultáneamente con su actividad en la Sociedad Científica Argentina- la titularidad de la Sociedad Nacional de Farmacia (1914-1916), entidad nacida a la vida pública luego de Caseros, en 1856, reconocida por el presidente Mitre en 1875, luego de haber sido sucesivamente vocal, secretario y vicepresidente. 
El profesor Dr. Santiago A. Celsi, al recordar al Dr. Fumasoli, dirá que la Sociedad Nacional de Farmacia “encendió la antorcha y fomentó la confraternización de universitarios del arte de curar, anticipándose a otras en el noble empeño de promover el adelanto científico e industrial (...) De esta estirpe de estirpe de campeones del gremialismo farmacéutico argentino, entre los más talentosos y destacados, ocupó un sitio de privilegio el eminente colega...”. 


PRIMER DOCTOR EN FARMACIA Y 
PRIMERA MEDALLA DE ORO

Fruto de ese congreso fundacional, fueron los proyectos del Dr. Puiggari, de 1917 y de los Dres. Sanchez y Loudet, de 1919 para que desde el Estado se instituyera el ansiado grado doctoral, lo que finalmente se materializó. El 3 de diciembre de 1919, alcanzó el doctorado en Farmacia, siendo el primer doctor de Farmacia, premiado con medalla de oro el 17 de enero de 1921 por alumno sobresaliente en ese curso de posgrado. Su tesis versó sobre la presencia de flúor en los vinos argentinos, lo que le valió los elogios de la prensa científica nacional y extranjera. Un 1º de octubre de 1921, accedió al doctorado en Bioquímica y Farmacia de la Facultad de Ciencias Médicas - Escuela de Farmacia, de acuerdo con lo dispuesto por el inciso 4to. de la ley del 3 de julio de 1885, dando otro paso más en su brillante carrera.

PIONERO DE LA INDUSTRIA FARMACEUTICA NACIONAL 


Ya por entonces, Roque Héctor Fumasoli dejó atrás el ejercicio de la farmacia oficinal para dedicarse de lleno a una nueva realización, la producción de especialidades medicinales populares, a partir de la unión de varios farmacéuticos, tomando como modelo la idea que la firma Cooper ensayara con gran éxito en Francia. Así nació el Laboratorio Farmacéutico Argentino S.A. Fucus, que aún subsiste, empresa a la que se consagró totalmente, llegando a ser iniciador, fundador, Vicepresidente y Presidente y Director hasta su retiro voluntario, poco antes de su deceso un 9 de agosto de 1960. Pedro C. Etcheverry, quien fuera amigo del Dr. Fumasoli, recordó su faceta empresaria y humana en ocasión de las exequias del pionero: “En las múltiples funciones que desempeñó, dejó el sello típico de su sólida preparación profesional”. 
“En las Asambleas y sesiones del Directorio de Fucus, sus palabras eran respetuosamente acatadas; ellas encerraban el valioso caudal de su experiencia, aportando en la dirección de los debates el consejo oportuno y siempre con su bondad proverbial, suavizando asperezas llevaban a la resolución más conveniente a adoptar ”. “Sin reservas mentales, dando un hermoso ejemplo de renunciamiento personal, sacrificó sus intereses materiales en beneficio de la institución”.
“Sin egoísmos, sin propósitos ocultos, incompatibles con su alma generosa, se transformó en paladín de nuestra causa, haciendo a la par, obra grande y meritoria, porque fomentó prácticamente la implantación y desarrollo de la industria farmacéutica argentina”. 

El recuerdo emocionado de su sobrina, 
Dña. Susana Capurro Fumasoli 

La señorita Susana Capurro Fumasoli, una amabilísima anciana de ojos claros, hija de Helvecia M. Fumasoli, hermana del Dr. Fumasoli, recibió en su departamento de Recoleta a este periodista y dejó las palabras que siguen. 
“Lo recuerdo con todo cariño. Era muy afecto a la fotografía. Hay fotografías en placa de vidrio tomadas por él. Era muy estudioso, era muy bueno con todos nosotros. Era como un padre. Era muy compañero nuestro, muy juguetón, muy sencillo. No le gustaba para nada la afectación de homenajes ni de nada. Era muy amigo de sus amigos. Traía a casa muchos recuerdos de su farmacia, nos contaba anécdotas de allí, lo mismo cuando fundó el Laboratorio Farmacéutico Argentino. También era muy viajero, le encantaba viajar sobre todo con su hermano Rogelio, médico pediatra. Un ejemplo y una moral excepcional que nos ha sabido inculcar siempre. Cuando el Dr. Mario Copello escribió esa carta a La Nación me pareció que debíamos hacerle un homenaje a Roque, una persona que había sido tan modesta, que no quería figurar nunca”. 
A Susana Capurro Fumasoli, los ojos se le llenan de lágrimas: “Lo que más recuerdo son las fotos que sacaba, porque era un entusiasta de la fotografía. Eran fotos de familia. Siempre estaba acompañandonos a algún lado, para tomarnos a nosotros, a los sobrinos nietos, a quienes también quería muchísimo”. 
Un sobrino-nieto, el Dr. Patricio Clucellas, abogado, presente en la charla con la sobrina del pionero, también expresó su sentir: “Al ser él soltero, había una gran comunicación. Yo lo recuerdo trayendo pizzas a la casa de mi madre. Y sobre lo que dijo mi tía, acerca de su sencillez, quiero decir que cuando nosotros estudiábamos él nos elogiaba y no se jactaba de ser medalla de oro ni de todos los premios que había tenido. El, por voluntad propia, no quiso ningún reconocimiento académico. Nunca se preocupó por eso”. 
“Mire como sería mi tío, que la medalla de oro entregada por la Facultad la tenía en un cajón, guardada. Jamás se le ocurrió exhibirla. Nos ha dejado un ejemplo muy grande”, finaliza Susana Capurro Fumasoli. 

A MODO DE HOMENAJE

Roque Héctor Fumasoli perteneció a una generación de alumnos que tuvo el privilegio de tener a grandes maestros: Puiggari, Irízar, Quiroga, Justo, Domínguez, Lavalle, Gallardo.
Sin dudas, su ideario intelectual se nutría del acervo de la llamada “Generación del ‘80”, cuyo lema podría sintetizarse en unos pocos conceptos: Modernidad-Progreso-Ciencia-Positivismo filosófico-Liberalismo político y económico. 
Las grandes obras de infraestructura y comunicaciones tenían su correlato en la promoción de la técnica y la ciencia, mientras el Estado fortalecía a las instituciones dedicadas a la educación, la enseñanza de la ciencia y la divulgación científica, lo que se vió plasmado en la fundación de cátedras, institutos, museos, observatorios, jardínes botánicos y zoológicos. 
En la Universidad de Buenos Aires, la Facultad de Medicina se convirtiría hacia 1870 “en epicentro de las doctrinas higienistas, que incidirían con fuerza en el diseño de políticas de salud pública por parte de las autoridades del Estado” -escribió Jorge Myers, quien describe con acierto el espíritu de la época-: “...fue en esos años que la ciencia argentina adquirió los perfiles que la definirían durante gran parte del siglo actual, y cuando se gestaron los inicios de las principales líneas de investigación que en años posteriores acercarían la producción científica nacional a estándares internacionales. Fue en esos años también, que pudo pensarse en un destino moderno para la Argentina, donde las utopías del futuro que se vislumbraba llevarían ineluctablemente el sello de una ciencia y una tecnología no sólo modernas, sino también argentinas”. A Roque Héctor Fumasoli, hijo del siglo y de la época, desde su lugar de trabajo y estudio, la industria farmacéutica, le corresponde, también, ser uno de los padres del desarrollo científico y económico nacional.

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