LA REVOLUCIÓN DE LOS CORONELES
El 4 de junio, el movimiento militar encabezado por el general Rawson asumió el gobierno y éste fue proclamado como presidente provisional.
La falta de apoyo de los coroneles -donde tenía predicamento el GOU que apoyaba al general Ramírez- lo llevó a renunciar dos días después. Había cometido el error de ofrecer a José Maria Rosa y Horacio Calderón -el primero germanófilo, y el segundo, aliadófilo, ambos conservadores-, las carteras de Hacienda y Justicia, respectivamente, en el marco de un golpe anticonservador y antialiado. Otras designaciones, también fueron duramente cuestionadas por la logia.
Rawson fue reemplazado por el general Pedro Ramírez, secundado por el general Edelmiro Farrell como ministro de Guerra y por el coronel Juan Domingo Perón como jefe de esa Secretaría.
En octubre de ese año, Farrell fue nombrado vicepresidente de la Nación.
Por un decreto presidencial del 26 de enero de 1944, con la excusa del descubrimiento de una vasta red de espionaje organizada por los agentes del Eje en territorio argentino, el gobierno argentino rompió relaciones diplomáticas con Alemania y Japón.
Se opusieron a la medida, los civiles nacionalistas y el ala profascista del GOU. Juan D. Perón se manifestó abiertamente a favor de la ruptura.
El 23 de febrero, Perón y sus camaradas declararon disuelto el GOU. Con esa maniobra, liberaron a los jefes superiores del juramento de apoyo al presidente Ramírez. El 24 de febrero, Ramírez le solicitó a Farell la renuncia a su cargo de ministro. Ese mismo día, Perón reunió a los coroneles de las guarniciones de Campo de Mayo y Buenos Aires en la Secretaría de Trabajo. De esas deliberaciones surgió una generalizada oposición al Presidente.
Las discusiones continuaron durante el resto de la jornada y, finalmente, en la madrugada del día 25, Ramírez, sin sustento militar, “delegó” el mando en el general Farrell. Ante la opinión pública se explicó que Ramírez se alejaba del poder fatigado por la intensidad de sus tareas de gobierno.
La gestión del general Ramírez fue favorable, aún sin ser conciente de ello, a los intereses de la logia. En poco tiempo ingresaron en el gobierno, sobre todo en los ministerios de Guerra e Interior, varios tenientes coroneles o coroneles del GOU: Enrique P. González., Miguel A. Montes, Domingo Mercante y el coronel Perón, quien pronto se destacaría por sus condiciones de organizador y ejecutor.
Acerca de los meses iniciales de la Revolución de los Coroneles escribe el historiador Cristián Buchrucker:
“No cabe duda de que la primera etapa de la Revolución de Junio estuvo visiblemente influida por las ideas del nacionalismo restaurador. La represión policial de comunistas e izquierdistas fue intensificada, la enseñanza religiosa introducida en las escuelas (decreto nº 18.497, del 31-12-1943), la censura de la prensa escrita y radial legalizada (decreto nº 18.496); los profesores y estudiantes liberales perseguidos; las asociaciones israelitas acusadas de actividades masónicas (octubre de 1943), y todos los partidos políticos disueltos (decreto nº 18.498). Más tarde sufrieron igual destino, las organizaciones nacionalistas”.
Buchrucker, Cristián. Nacionalismo y Peronismo. Edit. Sudamericana. Buenos Aires, 1989, pág. 281.
Farrell contaba con una fuerte base de sustentación: por lado, los sectores del GOU favorables a Perón, por el otro, los grupos de oficiales que acompañaron la caída de Ramirez. Perón, por su parte, contaba con el apoyo ideológico de notorias figuras del nacionalismo como Diego Luis Molinari y José Luis Torres y de los forjistas Arturo Jauretche y Homero Manzi. Se acercan al coronel, José María Rosa (hijo) y Ernesto Palacio, ambos provenientes del nacionalismo restaurador. En agosto de 1943 Manzi y Jauretche se reúnen con Perón.
Dirá luego Jauretche:
".. llegamos a la convicción de que Perón, por su orientación, por sus ideas y por su aptitud de captación del ambiente, era el hombre indicado para darle un contenido parecido al que nuestro pensamiento deseaba a la revolución".
En octubre de 1943 Farell nombró a Perón director del Departamento Nacional del Trabajo. Uno de los principales colaboradores en Trabajo sería otro miembro del GOU, el teniente coronel Domingo Mercante, hijo de un trabajador ferroviario del sindicato La Fraternidad.
Creado en 1907, el Departamento Nacional del Trabajo era una oficina que hasta 1934 llevaba material estadístico. En la década del 30 intervenía en la represión de la actividad sindical.
Superada la etapa inicial de la Revolución, cuando las organizaciones gremiales fueron intervenidas y los medios policiales estaban al orden día, la política laboral de Farell, diseñada y orientada por Perón, constituyó un giro nunca visto en la historia argentina.
Un hecho, sucedido en agosto de 1943, cuando todavía Perón no había asumido como titular del Departamento Nacional del Trabajo, fue representativo del cambio que se avecinaba: la huelga en los frigoríficos. Conducido por José Peter, dirigente comunista, quien había construido desde abajo la organización gremial de la carne en Berisso y alrededores, la medida se realizó para pedir por su libertad.
Perón intervino activamente en el conflicto, logrando el levantamiento del paro, la liberación del dirigente y el aumento salarial para los obreros del sector.
En sus primeros mensajes dirigidos a los trabajadores exaltará la unidad nacional, la solidaridad social y el orden socioeconómico, a la vez que repudiará el accionar de los "agitadores sindicales" e "ideólogos extranjeros".
En noviembre de 1943, el Departamento Nacional del Trabajo se convirtió en Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Para ese entonces, Perón se encontraba generando una nueva e inédita política social y sindical.
El propio coronel difundió la premisa de que había comenzado “la era de la política social argentina”.
El 4 de mayo de 1944 el Coronel Perón fue designado ministro de Guerra; sin dudas, un cargo estratégico, a pesar de la oposición del ministro del Interior, general Perlinger, quien tenía como aliados a líderes del GOU como los coroneles Julio Lagos y Arturo Saavedra, el teniente coronel Severo Eizaguirre y el mayor León Bengoa. En julio, un choque verbal entre Perón y Perlinger, se dirimió a favor del primero.
La estrategia de Perón hacia el frente interno militar era conseguir la confianza y adhesión a su programa político, apelando a valores patrióticos y profesionales del sector.
En una conferencia, el coronel Perón, explicó la Doctrina de la Defensa Nacional, partiendo del concepto de la "Nación en armas" y de la necesidad de lograr autonomía económica.
Como ministro de Guerra, Perón se ocupó de equipar a las FF. AA., además de impulsar las bases de industrias estratégicas, como la industria siderúrgica.
Los gastos militares, en esos años representaron un 6 % del PBI. El cuerpo de oficiales aumentó un 40% sus efectivos. El Ejército dispuso del mayor plantel de su historia: 138.000 hombres, entre ellos, 104.000 conscriptos.
Hombre de confianza y consulta de Farrell, quien sentía respeto y admiración por el subordinado (unos años antes Perón estuvo bajo sus órdenes organizando la infantería de montaña), el 7 de junio de 1945, el presidente designa a Perón vicepresidente de la Nación, con retención de sus otras dos funciones: ministro de Guerra y secretario de Trabajo.
En reconocimiento a su papel histórico, hay que mencionar que Edelmiro J. Farrell fue un activo protagonista de un proceso histórico que cambió el rumbo de la Argentina, siendo el primer general enterado de los propósitos del GOU y el principal apoyo de Perón dentro del Ejército.
El gobierno militar empezó a golpear los nodos del poder oligárquico: intervino la compañía de electricidad CADE y la Corporación del Transporte, la que luego nacionalizó, al igual que la Compañía Británica de Gas. Comenzó una investigación que dio a conocer los negociados realizados durante la Década Infame.
Las exportaciones no tradicionales a los países de América Latina aumentaron considerablemente y las importaciones en 1943 representaban una tercera parte de lo importado en 1937.
La industria nacional aprovecha muy bien las consecuencias de la guerra interimperialista. En el período 1939-1944, el producto bruto nacional crece casi un 20 %. Entre 1929 y 1938, lo había hecho a un promedio de 1,45 % por año.
Jorge Abelardo Ramos ofrece estos datos significativos:
Producción e importación de manufacturas
Período Producción nacional Importación Demanda fija total
1900/1904 41,4 % 58,6 % 100 %
1944 80,5 % 19,5 % 100 %
En 1935 había 437.816 trabajadores ocupados en la industria manufacturera. En 1946, el sector estaba compuesto por 1.056.673 obreros.
Respecto a participación del capital nacional y extranjero, exhibe los siguientes guarismos:
Evolución del capital nacional y extranjero en la economía argentina
(en millones de dólares corrientes)
Año Total Nacional Extranjero % capital extranjero sobre total
1913 6568 3423 3136 47,7 %
1945 17209 14558 2651 15,4 %
Ramos, Jorge A. La era del peronismo. Ediciones del Mar Dulce, Buenos Aires, 1981.
Las tarifas aduaneras, por otra parte, se revaluaron a los fines de la protección de la industria local. En 1943, lo que era apenas una oficina, la Dirección de Industria y Comercio se convierte en la Secretaría de Industria con jerarquía de ministerio. Aparece la Dirección de Política Económica, conducida por discípulos del economista Alejandro Bunge. En 1944 se crea el Banco de Crédito Industrial para fomentar la industria nacional con préstamos a largo plazo.
Ya en 1936, el londinense The Economist advertía:
“El verdadero peligro en la Argentina está en que el país evoluciona cada más hacia el nacionalismo industrial”
Scalabrini Ortiz, Raúl. Política británica en el Río de la Plata. Pág. 146, 1957.
Si bien en el plano económico la revolución de junio desplegó una política con sentido nacional, en el campo de la educación y la cultura habían campeado, como se mencionó, los sectores nacionalismo retrógrado, herederos del uriburismo, hombres con mentalidad del medievo (piantavotos de Felipe II, los llamaba Perón) como los sucesivos ministros de Instrucción Pública: el general Elbio Anaya, el escritor antisemita Gustavo Martínez Zuviría, Alberto Baldrich y el doctor Rómulo Etcheverry Boneo.
Sobre la primera etapa de política cultural del gobierno de los coroneles dirá Abelardo Ramos:
“En este período oscuro de la revolución juniana, ocuparon cargos claves en el aparato cultural del Estado el inefable Carlos Obligado (interventor en la Universidad de Buenos Aires), el presbítero Juan R. Sepich, el doctor Héctor Saénz y Quesada, Ignacio B. Anzoátegui, (…). Nombres característicos serán asimismo los del doctor Ignacio B. Olmedo, Ricardo Font Ezcurra y Héctor Llambías. ¡Los intelectuales del 6 de setiembre!”
Ramos, Jorge A. La era del peronismo. Ediciones del Mar Dulce, BuenosAires, 1981.
Tal fue el caso de la Universidad, donde la organización universitaria forjista emitió un muy duro documento contra el Interventor de la Universidad del Litoral, Jordán Bruno Genta y el propio Jauretche polemizó con este personaje extraído de las cruzadas que había declarado que “el problema de la salvación del país es principalmente el problema de la inteligencia, porque sólo por la inteligencia conocemos los fines y somos capaces de obrar ordenados por ellos”.
Los hombres de FORJA le replicaban con un manifiesto:
“Alabanza máxima al bandidaje universitario que ha traficado con todos los bienes de la nación, formado por inteligencias conocedoras de los fines que nunca han sido capaces por la inteligencia de obrar en orden a los fines superiores de la existencia, porque la inteligencia no es fuente de virtudes. (…) ¡Que la cultura greco-romana salve a Europa y vengan después sus portavoces a proclamar su vigencia y su excelencia! (…) Y aquí, terreno más familiar para nosotros y menos conocido por los intelectuales greco-romanos ¿no es la inteligencia la que ha brillado en el régimen, en sus católicos cultísimos, en sus judíos cultísimos, en sus ateos cultísimos, sus mercaderes y gobernantes cultísimos?¿y qué han significado?. Por sus frutos los conoceréis. En la acción del Estado, ahí están sus leyes, decretos, sentencias, tratados, en que toda justicia fue subordinada a los intereses más abyectos”.
Jauretche, Arturo. Op. Citada.
Sin embargo, el ala del nacionalismo sin pueblo se queda sin aire ante el peso de la orientación emancipadora que avanza en todos los planos: el laboral, el económico y en la política exterior.
Hacia el frente interno militar, se desarrollaron acciones desde el ministerio de Guerra, en beneficio de las condiciones profesionales: se reformaron los estatutos de las Fuerzas Armadas, se amplió el número del cuerpo de oficiales y se promovieron ascensos. Una clase completa se incorporó al servicio militar obligatorio. Se ponen las bases del arma más joven de los militares, la Fuerza Aérea. Se prioriza el desarrollo industrial militar, al que se le da un fuerte respaldo, sobre todo, como se vio, a Fabricaciones Militares.
Atrás van quedando la censura a las publicaciones de izquierda, la persecución a los sindicatos, la disolución de los partidos políticos, si bien la política sindical del gobierno militar, en manos de Perón y su fiel colaborador, el teniente coronel Domingo Mercante, combinó presión contra los sindicalistas recalcitrantes; neutralización de las organizaciones opositoras mediante su división y cooptación de dirigentes afines al nacionalismo popular, mientras que por otro lado impulsó la creación de nuevos gremios (del azúcar, vitivinícolas, de la carne, metalúrgicos), la sindicalización de los trabajadores y la formación de grandes federaciones por rama, con lo que unió a centenares de miles de trabajadores hasta ese momento dispersos por oficios. Los viejos sindicalistas desplazados se sumaban a las filas de la oposición, si bien muchos de ellos fueron desacreditaron por sus bases que contemplaban y juzgaban la actitud negativa con que recibían las reformas.
Angel Perelman, sindicalista del socialismo revolucionaria, retrata así aquel clima epocal:
“En nuestro trabajo sindical advertíamos a partir de 1944 cosas increíbles: que se hacían cumplir leyes sociales incumplidas hasta entonces (…) otras disposiciones laborales, tales como el reconocimiento de los delegados en las fábricas, garantías de que no serían despedidos, etc., tenían una vigencia inmediata y rigurosa (…). Los patrones estaban tan desconcertados, como asombrados y alegres los trabajadores”.
Pavón Pereyra, Enrique. Perón, el hombre del destino. I, pág. 256-259
El conjunto de medidas emanadas de la Secretaria de Trabajo y Previsión Social mejorarían de manera evidente la situación laboral de la masa trabajadora nacional, la que en 1943, sólo un 12 % de la fuerza laboral activa estaban afiliados a organizaciones sindicales (400.000 trabajadores).
El aumento general de salarios, la fiscalización de las condiciones laborales, la creación de estatutos de diversos gremios y de los Tribunales del Trabajo, la reglamentación de las asociaciones profesionales, la unificación del sistema de previsión social y la extensión de los beneficios de la ley 11.729 a todos los trabajadores, fueron algunos de los logros, aunque un aspecto fundamental lo constituyó el contacto directo con los trabajadores: obreros sin jerarquía alguna, delegados, comisiones internas y dirigentes de las organizaciones sindicales hasta ese momento olvidados por distintos gobiernos.
La relación con los gremios progresó notablemente.
Sobre el particular expone el historiador Buchrucker:
“(…) la Secretaría se convirtió rápidamente en el centro de una sorprendente actividad, que puede ser resumida en las siguientes líneas directrices:
1º) En el transcurso de dos años surgió un cuerpo de legislación laboral que colocó a la Argentina en un puesto de vanguardia en lo referente al área de política social latinoamericana.
2º) El organismo estatal propulsó enérgicamente el desarrollo de las antiguas y la fundación de nuevas entidades sindicales.
3º) Perón se vio forzado, por la lógica natural de los hechos, a justificar sus acciones tanto ante reuniones de trabajadores como ante foros empresarios. Esta tarea discursiva lo convirtió, a poco andar, en una especie de “predicador” o “agitador” como él mismo llegó a autocalificarse. Así, el 17 de junio de 1944 ensayó una audaz reinterpretación del hecho revolucionario de junio, declarando que:
Esta Revolución encierra un contenido social. Sin contenido social sería totalmente intrascendente y no habríamos hecho otra cosa que una de las veinte revoluciones que han tenido lugar en este país”.
(…) Basta aquí con recordar brevemente las reformas más importantes:
a) El Estatuto del Peón, que fijó salario mínimo y mejores condiciones de trabajo, vivienda y alimentación para un amplio sector de la población (…)
b) La creación del Instituto de Previsión Social.
c) La introducción del seguro social y la jubilación que terminó por beneficiar a dos millones de personas en situación de dependencia.
d) El establecimiento de los Tribunales del Trabajo, en cuyo personal Perón fomentó una actitud positiva hacia los reclamos obreros.
e) El reconocimiento oficial de las “asociaciones profesionales”, con lo cual el sindicalismo adquirió una nueva y más ventajosa posición jurídica en la sociedad.
f) Las mejoras salariales en relación con los años de servicio y el “aguinaldo”.
Buchrucker, Cristián. Nacionalismo y Peronismo. Ed. Sudamericana. Buenos Aires, 1989, pág. 286-287.
Durante todo este período, y hasta las elecciones del 24 de febrero de 1946 que lo consagraron Presidente constitucional, Juan Domingo Perón realizó una obra impar, con su red de apoyos en el GOU, algunos sindicatos (en especial los nucleados en la CGT nº 1 conducida por el gremio ferroviario) y la militancia proveniente de FORJA y de sectores del radicalismo, del nacionalismo, del socialismo y del laborismo.
Contra cierta izquierda que ve en el apoyo creciente de los sindicatos hacia la política del coronel Perón como una “capitulación” de la clase obrera, hay que decir que el proceso no fue lineal, que los trabajadores venían librando luchas desde 1942.
En opinión de Jorge Abelardo Ramos:
“Perón se sumergió en esa gran corriente en marcha y la canalizó con la ayuda del aparato del Estado. Al levantar una estructura de leyes sociales, mejorar los convenios, establecer profundas modificaciones en las condiciones de trabajo en el interior de las fábricas y promover a la acción sindica la miles de nuevos dirigentes, el conjunto de la clase obrera tomó las conquistas en sus manos y se dispuso a defenderlas. (…)
Observaron con mirada penetrante la estupefacción del patrón ante el triunfo rápido y decisivo de una huelga; los fallos sistemáticos de Trabajo y Previsión a favor de los trabajadores; la insolencia del capataz que veja a una obrera, inmediatamente reprimida por la actitud amenazante de sus compañeros; la readquisición de la dignidad personal de los trabajadores en la vida cotidiana en la fábrica, las leyes sociales audaces y su riguroso cumplimiento (…). El proletariado se hacía “peronista” sin emplear ese vocablo, cada hora que pasaba, correlacionando sus ideas con los datos de la realidad inmediata y concentrando la defensa de su existencia en la persona de un hombre. No de otra manera nacen los grandes movimientos populares que hacen historia. Una sustancia real yace en el origen del mito”.
Ramos, Jorge A. La era del peronismo. Ediciones del Mar Dulce, Buenos Aires, 1981.
En cuanto a la política exterior, el gobierno se había apartado del estricto neutralismo por una postura más pragmática, materializada en octubre de 1944 (Unión Panamericana) y en febrero-marzo de 1945 (Chapultepec, México.
No estaba muy lejana la actitud de un secretario de Estado estadounidense, Cordell Hull, hacia el canciller argentino de la primera etapa juniana, el almirante Segundo V. Storni, cuando respondió con dureza una carta del ministro de Relaciones Exteriores argentino referida a la neutralidad del gobierno militar frente a la guerra, burlándose de sus argumentos. .
La derrota del Eje era inminente y el 27 de marzo de 1945, el gobierno argentino declaró la guerra a Alemania y Japón, luego de que, por iniciativa del Departamento de Estado, se iniciaran negociaciones para que Argentina aceptara ingresar en las Naciones Unidas.
El 25 de abril de 1945, con el objeto de mantener la paz y la seguridad, Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética convocaron a una "Conferencia Internacional sobre Problemas de la Guerra y la Paz de las Naciones Unidas", a realizarse en San Francisco. De allí salió una Carta firmada por 51 países que se convirtieron en los miembros fundadores de las Naciones Unidas. La Argentina estaba entre esas naciones.
LA CONTRAOFENSIVA DE LA REACCIÓN
El 18 de mayo de 1945, el presidente Farell tomó dos medidas: levantar el estado de sitio y devolver a las Universidades su autonomía.
El 19 de mayo de 1945 llegaba a Buenos Aires el nuevo embajador de los Estados Unidos, Spruille Braden. A su alrededor comienzan a nuclearse la oposición al gobierno “nazifascista” (la UIA, la Sociedad Rural, los universitarios de la FUBA, los partidos Conservador, UCR, Socialista, Demócrata Progresistas y Comunista).
Unos meses antes, el 18 de noviembre de 1944, Perón había anunciado la promulgación del Estatuto del Peón, un hito en el camino hacia la justicia social, lo que le granjea el repudio y la resistencia, como era obvio, de la Sociedad Rural Argentina, las Confederaciones Rurales y otras entidades de productores. El Estatuto del Peón le otorgaba al hombre de campo beneficios similares a los otorgados a los obreros industriales.
La implementación del Estatuto del Peón, además de hacer justicia con un sector olvidado por sectores de la dirigencia sindical, implicaba un enfrentamiento con el grupo de terratenientes más poderosos, tanto en el plano político como económico. Con poco más de 2000 miembros, la Sociedad Rural había dado al país cinco presidentes entre 1919 y 1943, más de la mitad.
Perón no desconoce que para llevar adelante sus planes debe fortalecer el frente que se va agrupando tras su figura. Debe encontrar nuevos aliados. Convoca a antiguos militantes radicales que incorpora al gabinete: Juan I. Cooke, Hortensio Quijano, Armando Antille, Ramón del Río.
“Es natural que contra esa reforma se hayan levantado –explica Perón en el Colegio Militar – las “fuerzas vivas”, que otros llaman “los vivos de las fuerzas”, expresión tanto más acertada que la primera. ¿En qué consisten esas fuerzas? En la Bolsa de Comercio, 500 que viven traficando lo que otros producen; en la Unión Industrial, 12 señores que no han sido jamás industriales, y en los ganaderos, señores que, como bien sabemos, desde las primera reunión de ganaderos vienen imponiendo al país una dictadura (…).¡ Mucho honor en ser combatidos por esos bandidos y traidores (…)”.
En la búsqueda de nuevos aliados a la Revolución, el coronel Perón intenta convencer a una corriente del radicalismo de raigambre nacional que responde a Amadeo Sabattini, ex gobernador de Córdoba, a socialistas y comunistas.
De abril a agosto de 1945, a través del almirante Tessaire o del mismo Perón, se suceden las reuniones con la dirigencia del PC, que encarga a José Katz y Rodolfo Puiggrós la representación. El 17 de julio, Arnedo Alvarez proclama: “Derrocaremos a la dictadura militar-fascista”.
El 13 de agosto de 1945 con la rendición de Japón, luego de las bombas atómicas lanzadas sobre Nagasaki e Hiroshima por los Estados Unidos, la oposición se lanza a derrocar al gobierno revolucionario. La consigna era que la Corte Suprema se hiciera cargo de los destinos del país hasta que aquella convocara a elecciones.
Braden, por su parte, intervenía abiertamente en la política nacional. Participa en giras por el país, pronuncia discursos hostiles y amenazantes, encabeza actos contra las autoridades, reuniendo a los partidos políticos opositores en una Unión Democrática, coalición que abarcaba desde conservadores hasta comunistas.
Respecto a la línea norteamericana hacia la Argentina, un funcionario británico, J. V. Perowne escribía que:
“Uno no puede eludir la sensación de que el “fascismo” del coronel Perón es tan sólo un pretexto para las actuales políticas del Sr. Braden y sus partidarios en el Departamento de Estado: su verdadero objetivo es humillar al único país latinoamericano que ha osado enfrentar sus truenos. Si la Argentina puede efectivamente ser sometida, el control del Departamento de Estado sobre el hemisferio occidental será total. (…)”
Escudé, Carlos. “Así hablaron los ingleses, investigación en el Public Record Office, Londres en “La Opinión”, 17 de setiembre de 1978 y Rapaport, Mario, “Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas”, 1940-1945, Editorial de Belgrano, 1981.
El gobierno avanza en la normalización institucional y promueve un Estatuto de los Partidos Políticos. El Partido Comunista, después de 15 años, es legalizado.
Poco antes, la Suprema Corte había declarado inconstitucional la justicia del Trabajo. Cada vez se hace más nítida el antagonismo entre los “democráticos” y los defensores de las realizaciones del gobierno surgido en junio del 43.
Polarizados, los bloques de clases se vuelven más nítidos.
Las declaraciones de personeros de la oligarquía y sus partidos satélites de izquierda y derecha, se vuelven cada día más desafiantes.
Perón les responde, en ocasión de un ataque a la política laboral de la Secretaria de Trabajo y Previsión que preside:
"Estas fuerzas que firman el manifiesto han representado dentro del país la eterna economía que ha manejado la oligarquía política, que era su instrumento y que verdaderamente no gobernaba el país, de acuerdo a lo que nosotros entendemos por democracia, que asegura la justicia igual y distributiva para todos. Yrigoyen tenía razón y la atacó incansablemente. Y fue la reacción de esa oligarquía la que volteó a Yrigoyen”.
La Nación, 17 de junio de 1945.
En la contraofensiva conservadora, la Unión Industrial Argentina manifestaba su solidaridad con la declaración de las “fuerzas vivas” que habían apuntado con franco odio de clase que:
“Durante 25 años, desde la semana trágica de enero de 1919, el país ha vivido una casi perfecta tranquilidad social”.
La Nación, 17 de junio de 1945.
Un día después, la Sociedad Rural Argentina lanzaba otro ataque verbal, esta vez contra el intervencionismo estatal en el campo económico. La conspiración avanza en forma resuelta.
Los abogados de empresas extranjeras, las damas de la aristocracia, los dirigentes comunistas, los intelectuales cipayos, los políticos de los vieja partidocracia, el Club Americano, el Jockey Club, el Círculo de Armas, los carcamanes de la oligarquía se unen en su prédica contra el naciente Frente Nacional.
El 12 de julio Perón habla ante miles de obreros. Se escuchan las consignas: “¡Perón Presidente!” y “Ni nazis ni fascistas: peronistas!”.
El 19 de septiembre, a instancias de los militares “democráticos”, la reacción se concentra en la Marcha de la Constitución y la Libertad, con una concurrencia multitudinaria que habría concentrado a 200.000 personas. El objetivo era forzar la renuncia del gobierno militar.
Unos días antes, el PCA organizaba su acto en el Luna Park, bajo las imágenes de Rooselvelt, Churchill y Stalin.
Abelardo Ramos retrató ese encuentro en forma magistral:
“En la platea se sentaban figuras de nombradía en la política argentina. Presenciaban el mitin stalinista, artífices del fraude electoral, ganaderos ultrareaccionarios, agentes británicos, burócratas envejecidosen la docencia universitaria de la oligarquía, abogados de compañías extranjeros, enemigos mortales de Hipólito Yrigoyen transformados en “radicales nuevos”, políticos del Bario Norte, “petit caporales” de parroquia, damas elegantes de la Junta de Victoria, la variada fauna del cipayaje antinacional de todas las épocas”.
Ramos, Abelardo. Op. Cit. pág. 106.
También días antes de la movilización de los sectores de la vieja Argentina, en la Bolsa de Comercio, la Asamblea Permanente del Comercio, la Industria y la Producción se reunía en forma secreta para instar a sus asociados a cerrar los establecimientos para colaborar con la marcha.
Luego de la Marcha de la Constitución y la Libertad, de la que participó, Spruille Braden, dejaba el país, creyendo que su misión estaba cumplida y el gobierno derrotado.
El día de la marcha, el jurista Carlos Sánchez Viamonte hizo una presentación ante la Corte solicitando que declarara acéfalo el Poder Ejecutivo y que el superior tribunal asumiera las responsabilidades de conducir el país.
Después de aquella marcha, se profundizaron las divisiones dentro del frente antiperonista entre los nacionalistas antiperonistas y los defensores del anciano régimen.
Cinco después del 19 de setiembre, el general Rawson intenta levantar a guarniciones de Córdoba sin encontrar eco alguno.
Entre los primeros, se encontraba el general Avalos, con centro en Campo de Mayo quien buscó apoyo en el sector del radicalismo conducido por Amadeo Sabattini.
Precisamente allí, en Campo de Mayo, un grupo de oficiales jóvenes había planeado cometer un atentado contra Perón. Pocos días después el mayor Desiderio Fernández Suárez proponía matarlo ante varios centenares de oficiales (durante la llamada “Revolución Libertadora” sería quien daría la orden de asesinar en el basural de José León Suárez a los militantes populares plegados al movimiento del Gral. Valle, en su carácter de jefe de Policía de la provincia de Buenos Aires).
El otro sector contrarrevolucionario tenía como referente al almirante Vernengo Lima, con base en el Círculo Militar. Estaban por la opción de entregar el poder a la Corte Suprema, medida a la que Avalos se oponía.
Otro eterno conspirador, el general Rawson, participante de la marcha, debió comparecer ante un tribunal de honor en el Ministerio de Guerra. Absuelto, partió hacia Córdoba, donde fue detenido mientras intentaba organizar una sublevación.
En octubre, la contraofensiva escalaba hacia un punto sin retorno. El general Ávalos, jefe de la guarnición de Campo de Mayo, exigió a Farell a dimisión de Perón, su procesamiento y detención.
El 8 y 9 de octubre, el coronel del pueblo era despojado de sus cargos de Vicepresidente de la Nación, ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión. A fin de ganar tiempo, Farell designó a Ávalos, ministro de Guerra, y a Vernengo Lima, ministro de Marina.
Perón, el verdadero estratego del gobierno fue detenido el 12 de octubre, confinado a la Isla Martín García y puesto bajo la vigilancia de la Armada.
A partir de ese momento se intensificaron los contactos entre los enviados del coronel del pueblo, los militares Russo y Mercante con los gremialistas, en especial Libertario Ferrari y Cipriano Reyes, quien había dezplazado a Meter del gremio de la carne. A ellos se les iba a sumar una figura poco conocida, la actriz Eva Duarte.
El diario Crítica titulaba el 13: “YA NO CONSTITUYE UN PELIGRO PARA EL PAÍS”.
Entre el 8 y el 17 de octubre el clima político y social era exasperante.
Luis Monzalvo, un antiguo dirigente obrero de orientación socialista tuvo, junto a otros líderes sindicales, una larga charla con el general Avalos, la tarde del del martes 16, que evocó así:
"Procuré darle a la conversación el carácter de un informe. Describí la situación lo más fielmente que me fue posible: la efervescencia incontrolable, en todo el ámbito del país, de las bases de las organizaciones gremiales que por propia determinación comenzaban a actuar(...) Le dije que los directivos eran absolutamente incapaces para contener la energía de la protesta y el avance avasallador y masivo de las bases que ya estaban en la calle; que en Tafí Viejo los ferroviarios habían abandonado a mediodía los talleres y que habían iniciado una marcha de protesta, de Tafí Viejo a Tucumán, y que exigían la inmediata libertad del coronel Perón. Yo agregué que sabíamos que en el caso de que ese objetivo no se pudiera lograr, se proponían hacer arder el país por los cuatro costados (...) El general Avalos empalideció”.
Monzalvo, Luis. Testigo de la primera hora del peronismo. Ed. Pleamar, 1975.
Faltaban pocas horas para que la situación se diera vuelta por completo
17 DE OCTUBRE: EL SUBSUELO DE LA PATRIA SUBLEVADO
En medio de una situación confusa, donde en las jornadas previas se habían sucedido tiroteos, manifestaciones, enfrentamientos con la policía y violencia entre grupos antagónicos, un solo sector todavía no había hecho escuchar su voz: la clase obrera nacional, atenta espectadora de los acontecimientos.
Con clara conciencia de lo que estaba en juego (las importantes conquistas obtenidas durante la gestión del coronel y la dignidad recuperada), frente a la misma caterva que había gobernado durante la década infame, ese mismo 16 de octubre, la CGT realizó una reunión para tratar una propuesta de huelga general para el 18 de octubre con el objeto de repudiar la detención de Perón. Libertario Ferrari (ATE), militante de FORJA, fue el principal defensor de la posición favorable a la huelga. Tras 10 horas de discusión, la posición por la huelga triunfó por 16 votos a 11.
Los trabajadores que apoyaban a Perón, como dijimos, no esperaron la decisión de sus dirigentes. El 16 ya hay movilizaciones de los trabajadores tucumanos. El 17, en la ciudad de Buenos Aires, La Plata, Rosario, Córdoba y Salta, los obreros comienza a converger sobre las principales plazas.
En la capital de la República, desde muy temprano comienzan a marchar hacia la Plaza de Mayo desde los suburbios. Nutridos grupos, que terminan siendo columnas de trabajadores llegan en camiones, colgados de los colectivos, en trenes, en los techos de los tranvías para solicitar la libertad y el regreso de Perón. El objetivo es ocupar la Plaza. Gritan: ¡Mueran los oligarcas! ¡Los que sean de Perón que se vengan al montón! ¡Queremos a Perón!. Son consignas elementales, pero claras. Dos países se enfrentan: el país real y el país formal.
Demostrando a los factores de poder -sobre todo a las Fuerzas Armadas-, un apoyo contundente a Perón, el presidente Farell, aduciendo razones de salud del coronel Perón, ordena su rápido traslado al Hospital Militar. De allí no le resultó difícil trasladarlo a la Casa Rosada.
El enorme empuje popular y la decisión de luchar, lleva al gobierno a disponer su libertad y a los intereses oligárquicos a retroceder. El pueblo se niega a abandonar la Plaza de Mayo sin ver antes libre a su líder.
Raúl Scalabrini Ortiz dirá :
"Era el subsuelo de la patria sublevada... Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años estuvo allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto".
Son las 11 de la noche cuando Perón aparece en los balcones de la Casa Rosada. La ovación es impresionante. Se dirige a los trabajadores para agradecerles el apoyo, anuncia su retiro del Ejército y su lanzamiento a la acción política. Los hechos pasarán a la historia social de los argentinos como el Día de la Lealtad.
Sin embargo, los generales Avalos y Rossi se resisten a reconocer que se ha producido un punto de inflexión. Antes de que puedan movilizarse, el sector más resuelto de los militares que siguen al líder popular, al mando de los coroneles Velazco, Molina y Mugica se adelantan: Molina y Velazco toman la jefatura de Policía. Mugica detiene a Rossi y se pone al frente de la Guarnición Buenos Aires del Ejército.
Semanas más tarde se casa con Eva Duarte, adopta el programa del Partido Laborista y se afilia a éste. Las elecciones están cerca, el 24 de febrero de 1946.
El armado electoral de lo que va a ser llamado peronismo, una nueva y original síntesis ideológica, pivotea sobre el mencionado Partido Laborista -al que pertenecen los sindicalistas Luis Gay (telefónicos) y Cipriano Reyes (industria de la carne)- y UCR-Junta Renovadora (Hortensio Quijano).
A estas fuerzas hay que sumarles la trayectoria y el prestigio de FORJA (disuelta en noviembre de 1945), el trabajo en todo el territorio nacional de los Centros Cívicos Coronel Perón y la presencia de la Alianza Libertadora Nacionalista, grupo de choque proveniente del nacionalismo restaurador y quien tributa el primer caído peronista: el joven de 17 años, Darwin Passaponti, asesinado de un disparo en la cabeza desde un balcón del diario Crítica cuando volvía de la Plaza de Mayo.
La figura del coronel del pueblo había concitado la adhesión de sectores del radicalismo, del nacionalismo, del socialismo y del conservadorismo. Tenía el apoyo de un sector importante del Ejército, de la Iglesia y de los industriales nacionales. También lo apoyaban los trabajadores urbanos industriales -sin nexo con los partidos tradicionales- y los obreros del campo, históricamente relegados.
En noviembre de 1945 es proclamada la fórmula de la Unión Democrática: los radicales unionista (alvearistas) José Tamborini- Enrique Mosca, que se convierte en el eje de la contrarrevolución. Integran la Unión, además de la UCR, el Partido Socialista, la Democracia Progresista, el Partido Comunista, el conservadorismo y sectores del liberalismo católico que formarán, en 1954, la Democracia Cristiana (Manuel Ordoñez, Carlos Pereira Iraola, Justiniano Allende Pose, Horacio Sueldo, entre los más notorios). Representan a los sectores medios y altos de la sociedad.
Para todos ellos, el peronismo es mencionado como el “nazi-peronismo”.
El Partido Comunista Argentino, en un manifiesto del 21 de octubre de 1945 lo describía como:
“El malón peronista con protección oficial y asesoramiento policial que azotó al país, ha provocado rápidamente, por su gravedad, la exteriorización del repudio popular de todos los sectores de la República y millones de protestas. Hoy la Nación en su conjunto tiene clara conciencia del peligro que entraña el peronismo y de la urgencia de ponerle fin (…) En el primer orden, nuestros camaradas deben organizar y organizarse para la lucha contra el peronismo hasta su aniquilamiento. Perón es el enemigo número uno del pueblo argentino”.
Ramos, Jorge A. La era del peronismo. Ediciones del Mar Dulce, Buenos Aires, 1981. pág. 83.
Opuesta era la visión del socialismo revolucionario, que se manifestaba por medio de los periódicos Frente Obrero y Octubre:
“La misma masa popular que antes gritaba ¡Viva Yrigoyen! grita ahora ¡Viva Perón! Así como en el pasado se intentó explicar el éxito del yrigoyenismo aludiendo a la demagogia que atraía a la chusma, a las turbas pagadas, a la canalla de los bajos fondos, etc., así trata ahora la gran prensa burguesa y sus aliados menores los periódicos socialistas y stalinistas de explicar los acontecimientos del 17 y 18 de octubre en iguales y parecidos términos (…)”
Ramos, Jorge A. La era del peronismo. Ediciones del Mar Dulce, Buenos Aires, 1981. pág. 84.
El 21 de diciembre el gobierno de Farrell firma la norma que instituye el salario anual complementario (aguinaldo) y las vacaciones pagas para todos los trabajadores en relación de dependencia. Antes había implementado el régimen de jubilaciones para el personal de servicios, industria y actividades civiles y el Instituto Nacional de Remuneraciones.
La reacción de la Asamblea Permanente del Comercio, la Industria y la Producción, la Bolsa de Comercio y las distintas cámaras empresarias va del estupor al odio. El 15 de enero de 1945 organizan un lock out patronal en protesta por el aguinaldo. La Unión Obrera Local, comunista, también rechaza el aguinaldo al que considera “una dádiva”.
El 12 de febrero de 1946, el Departamento de Estado yanqui da a conocer el Blue Book on Argentina (Libro Azul sobre Argentina), según el cual, Perón y el gobierno argentino colaboraron con el derrotado nacionalsocialismo alemán.
Al día siguiente, miércoles 13, el diario La Prensa dedica cinco páginas completas al libelo, oficialmente titulado "Consulta entre las repúblicas americanas sobre la situación argentina".
El libro, de tapas azules y 130 páginas no fue entregado al embajador argentino en Washington, si bien todos los diplomáticos latinoamericanos recibieron una copia encuadernada. Su promotor era el ex embajador en Buenos Aires, Spruille Braden, secretario para Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado.
Perón por su parte replicó con la consigna que terminaría de darle la victoria: Braden o Perón, denunciando la intromisión de otro país en los asuntos internos de la Argentina. Y redobla la apuesta revelando que el Libro Azul había sido redactado por Durán, secretario privado de Braden y agente del stalinismo en la guerra civil española.
Once días después, Perón lanza el Libro Azul y Blanco, donde refuta los argumentos del gobierno norteamericano. Impreso en papel de diario y una portada sencilla se editaron más de 80.000 ejemplares.
El 24 de febrero de 1946, en elecciones inobjetables, triunfa la fórmula Perón-Quijano con el 52,4 % (1.487.866 votos) sobre la Unión Democrática, que obtiene el 42,5 % (1.207.080 votos).
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