martes, 1 de febrero de 2011

LOS VIAJES DEL ALMA (POÉTICA 1975-2009): EL CORAZÓN DEL MUNDO

Lápida para colocar en diciembre 


aquí yace 
en el centro del verde diáfano 
aquello que fue 
presencia 
perduración 
fuego entre fuegos 
oficio de maíz 
aquí yace 
quien fue a buscar 
un mundo nuevo 
con la fe del labrador 
y la prosapia del carpintero 
aquí yace 
entre aires de flautas 
en tránsito hacia un bosque de casuarinas 
para alivio 
de no se sabe 
qué poderes 
aquí yace 
mientras sigue 
lloviendo 
lloviendo 


El viento dice 


¿es que soñabas? 
¿soñabas acaso con un último poniente 
enclavado en el barrio de los paraísos? 
¿o en ese atardecer en Agronomía 
mientras la luz caía sobre los pabellones 
cubiertos de hiedra? 
¿regresabas? 
¿una y otra vez regresabas sobre mis pasos? 
¿una y otra vez regresabas 
a un círculo de niebla 
corazón errante 
colmado de malvones? 
¿es que soñabas? 
¿es que no dejabas de reposar 
en la copa de los pinos transformados? 
¿y antes del cielo, qué...? 


Aún se demora la luz 
bajo la llovizna 
de noviembre. 


Hermandad (Fratellanza) 


                              A mis frates de la 32 


Hay quien cree seguir una estrella 
y se pierde en horizontes 
pobres de opulencia, 
se asoma al monte de zarzas 
y descubre el fulgor de un mistol. 


Otros lo acompañan 
en ese ir y venir: 
débiles o fuertes, 
mínimos o enormes 
caminan en la noche 
livianos de pesadumbre. 


Al fin, el día los encuentra libres, 
de pie, urgidos por seguir nuevas estrellas. 


Otros más los seguirán, 
sin orgullo ni suficiencia 
prestos al camino 
descalzos 
despojados de melancolía, 
buscadores de unicornios, 
imperfectos cazadores 
de bosques ensoñados, 
catadores del vino de la amistad, 
hermanos de la luz, 
del árbol y la tierra. 


Tarde impasible 


árboles y árboles 
grabados para siempre 
como una melodía infantil 


hoja tras hoja 
flor tras flor 
tilos 
paraísos 
rojizos prunus 


cada uno con su nombre 
que sabe de purísimos amaneceres 
y de tiernas enredaderas acariciantes 
(cada cual con su destino soñado 
o apenas entrevisto pero que anhela ser) 


rama tras rama 
nudo tras nudo 
tallo tras tallo 
irradiación de savia 
para desconcierto del caos 
salvación y regocijo 


Azul triste 


mi ángel guardián 
mi sol rojo 
mi dios escondido 


mi árbol dorado 
mi sola nube sobre fondo azul 
(triste azul) 


ya estás 
en tu paraíso lejano 
inaccesible, 
mientras 
la alegría 
se abroquela 
en 
una 
tierna 
madrugada 


A la maga 


cuídame 
del ensueño y la huida 
de la nostalgia y sus frutos 
de las esquinas sin destino 
del mar grávido 
de las flechas del mal amor 


cuídame 
del sueño eterno 
y de los mortales 
de tus ojos de cansancio 
y niebla 


del eclipse emocional 
y la hora extraña 
del silencio 
de mi pasión tardía 


 mi dios escondido 


porque no te conozco 
ni te conoceré 
porque no llegaré jamás a tu sustancia 
(¿entienden lo que significa jamás?) 


porque no estoy 
ni quiero permanecer 
impasible 


porque te digo adiós 
queriendo decir 
hasta algún día 


(tu respiración se escucha desde aquí 
tu luz irradia la claroscura vida mía) 


desconocida: 
este canto lleva su desazón 
mientras dormís 
impávida 
sobre 
reinos de dracena. 


Vi caminar una mujer 


vi caminar una mujer 
-delicados hombros al nocturno- 
yendo de mirada en mirada 
de boca en boca 
de pupila a voz 
la vi junto a la pared 
en sueños 
o tal vez 
en vigilia afiebrada 
en desconcierto 


la vi húmeda, 
frutal, 
trémula contra la sombra 
oculta para otros, 
iluminada 


yo la vi. 
la vi fulgurar 
para mi cantar doliente 
para alimento de celebración 
para mi reino de ceniza 


Ciudad sitiada 


Llegó para no ser pensada. 
Se derramó como aire de amor 
y estalló para devastarme cuando menos esperaba 
este soplo de vida. 


No hubo tiempo para detenerla: 
falló el cerco defensivo, 
fracasó la maquinaria de guerra, 
el arco, los arietes y las flechas. 


Poco pudo soportar el muro. Inmóvil, 
conmovió umbrales, apariencias 
de torres fortificadas, débiles almenas. 


Ella vino cual 
luz de primavera, 
intromisión de aguas caudalosas, 
divinidad de la Roma mítica. 


Nada fue igual desde entonces: 
ni la realidad del cielo 
ni la extenuación de los jacintos. 


Vivo entre el día y la noche, 
entre océano y río, insomne. 
Estentóreas llamaradas oscuras me convocan. 
Turbias ternuras de licores amorosos 
me alejan. 


El dulce soñar 


"Acuérdome del tiempo en que viniste a visitar mi pecho". 
                                        Giácomo Leopardi. La vida solitaria 


Anhelo de perduración: 
ojos cargados de una noche diáfana de primavera, 
de una luz más pura que aires de jardines en octubre. 


Esa imagen es mi alma, como nunca mi alma. 


¡Imágenes que unen pasado y presente 
para ir remontando por un mundo 
donde perduran lunas, magnolias, 
barrios antiguos y coronas de azahares! 


¡Acuérdome de ese tiempo, 
tiempo en que llegaste a habitarme! 


Pero no me engañé: 
presentí que rozando la estatua edificada 
con fuego y viento, sólo quedaría la noche, 
la otredad, la perdición. 


Entonces ya no me habitarás. 
Bajo el sol negro de las ausencias 
me pondré a salvo de tus poderes. 


Casi fúnebre 


ni ángeles custodios 
ni llorosos deudos 
velan estos despojos. 


La idiota muerte 
anduvo entre papeles 
revisando libros, revistas, 
escritos, dibujos y ofrendas 
se detuvo a 30 centímetros 
de la puerta-cancel 
derechito adonde 
la intemperie 
me abriga 
roe solamente una sombra, 
ahora sombra, 
antes espíritu y sangre. 


Llegó de amanecida, 
oteando coágulos, 
desdentada. 


Sonrío. Y una vez más conjuro 
aquel nuevo intento 
para hundirme en la nada 


Lluvia bienhechora 


¿son nuestros esos pasos? 
¿es este el eterno día que pasa? 
empieza a dolerme el alma, 
toda magnolia, 
ceñida al viento-compañero, 
al azur. 
(decoloradas se apaciguan las nubes 
de corazón crispado). 
¿se han de llevar el canto del gallo 
y el color de las campanillas 
y el ladrido? 
los que duermen no saben 
de lluvias bienhechoras 
cerraron el pecho al golpeteo de alondras 
en la Avenida de las Casuarinas, 
al acorde tenue, soplo de flautas caducas. 
Ha cubierto el valle un sol herido. 
Escucho el viento ulular entre las casuarinas, 
el silencio crecer sobre tierras húmedas. 
¡Lluvia bienhechora, 
benigna pasajera de la aurora! 


El aromo 


Con temporal y todo, 
el alma del aromo: 
es hora de nublarse ya. 


Está muy gris el cielo 
y aquí, desvelado, el aromo. 
Es grato el ejercicio de contemplarlo, 
sin olvido del nuevo brote 
y del aromo reseco hace siglos. 


El aromo sube. 
Sonámbulo y tembloroso 
sube a la noche y de la noche 
al abismo del alba. 


Y hay canto de gallos. 
Y hay vuelo de sal. Fuegos que me despiertan 
cuando me voy durmiendo en el aromo, 
en el silencio subterráneo del bosque. 


Sube el aromo. Anublado sube. 
Respirando. Trémulo. Soñado al galope 
contra el signo adverso. 
Desde mi garganta crece. 
Del fondo de la vida crece. 
Alas desplegadas en sucesivos fuegos. 
Columpios de ramas somnolientas. 


Contra todo poder, el alma del aromo. 


Tango en si menor 


Y sé que ahora vendrán caras extrañas, 
lóbregas caras que mascullan músicas distantes 
indiferentes al amor y al dolor, al ser y la nada, 
a lo húmedo y frío, 
como la máscara de un mastín implacable y feroz, 
como la caña hueca de la doña resbaladiza y serpenteante, 
como la gran esperanza blanca de las almas negras, 
como pendular egoísta monocorde 
figurativo / incoloro / transparente, 
como ese búho ciego plumas fatídicas 
como esqueleto tibio de alimaña aplastada 
como la difuntita arborescente aquella. 


Yo sé que vendrán caras extrañas sin limosna 
que rapiñar ni alma que bendecir 
disimulando oleadas de sangre debajo de una sotana. 
Desde el barro, sí, vendrán, 
algas o geles, 
detritus o fauna cadavérica, 
rasgueando un tronco podrido 
de cuerdas heladas y amarillas. 


Pompeya y Herculano 


A mi padre, oriundo de la Campania 


Hoy los evoco, fieles habitantes 
de la Campania, tierra patria, 
que han sucumbido al viento de Vulcano. 


Han pasado las centurias y el momento último: 
zozobra, horror, miedo, despedidas, 
en tanto soles se arremolinaban 
sobre el olivar y bandadas de mirlos 
bordeaban el mare nostrum. 


¡Oh vidas comunes a punto de ser arrojadas al Leteo! 
¡Sagradas vidas a merced de la ira del dios! 
Trechos que van de la llanura al himeneo 
en el día ya oscurecido por la ceniza. 


Señales. Estrépito en árboles parduscos. 
Deidades de los bosques huyendo 
como sombras del Hades hacia muros cubiertos 
de hiedra. Y lava. Y silencio. 
Y soledad después de la lluvia ígnea. 


En las aguas purpúreas flotan cuerpos, ropas, 
muñecas, aves, flautas, ánforas. 
Los dioses lares lloran debajo de las piedras 
del templo familiar. 
Mutilado, el día es un demonio flameante. 


El adiós 


Un dulce azul te rescata del olvido. 
Una barca dorada mece tu sueño. 
Tu frente está cargada 
de una corona de violetas. 
Tu sueño es el silencio 
de caudalosos manantiales, 
a la sombra de álamos y recuerdos infantiles. 


Serena flor amarilla: 
¡a cuantos siglos estoy de vos, 
el pecho colmado de preguntas sin respuestas!. 


Tranquila habitás tu mundo. 
Entonces, 
¿con qué derecho susurro mi pasión tardía? 
¿Quién soy para irrumpir en tu paraíso 
pleno de dulzores, descubrimientos y primaveras? 


Serena flor: nunca te acerques al Triste. 
Si recordara mi camino 
no me dolería tu ausencia. 


Corazón gentil 


No hay día 
en 
que 
no 
te 
recuerde 
como 
aquel 
día. 


Aún 
miro 
tus 
ojos 
desde 
aquí. 


Por 
vos 
resplandece 
mi 
corazón 
extraviado. 


Elegía para Navegante 


In memoriam de Rodolfo Alan Nauta 


Inicios de diciembre en un país lejano. 
Los días devienen pájaros, 
nefandos presentimientos. 


De golpe, la noticia inmisericorde 
martillando los corazones cruza el mar. 
Impavidez, incredulidad, desconcierto, 
aún cuando sepamos que somos 
viajeros en camino hacia la verdadera patria. 


Dios ve todos los caminos. 
Los caminos están en sus manos. 


Ojos azules iluminando. 
Entrando y saliendo de salas blancas: 
luces de colores y aparatos estrambóticos. 
Voluntad de vivir inmensa como el alba. 


En esas horas eternas: 
¿en qué barrio de la infancia te extendías? 
¿qué compañero de aula recordabas? 
¿a cual árbol subías sin compañía 
para ir adentrándote en el silencio? 


Y pasaban como postales: 
amores, hijos, asombros entrevistos, 
encuentros en la Costanera, finales de año, 
crepúsculos en la Siberia
tristezas recónditas, 
padre y madre. 


¿Te acordarás de nosotros, 
tus hermanos de la 32? 
¿del patio Sarmiento? 
¿de las formaciones en la Plaza de Armas? 
¿de la funebrera en cuarto año? 


Nobilísimo hermano: 
adiós a tus botines marrones, 
a tu sonrisa clara, 
a tu entrañable compañerismo. 


Volverás a ver desde un avión 
cielos nocturnos, islas, vésperos, 
paisajes terrestres, 
ciudades de acero y cristal. 


Vivirás, contra el olvido y los mármoles. 
Y entrarás en las calles de la Jerusalén celeste 
bebiendo la infinitud del Espíritu. 


1° de mayo de 1982 


In memoriam de Eduardo "Pituso" De Ibáñez, 
caído en Malvinas 


En el sur del sur, 
en las heladas aguas del sur 
yace el cuerpo del héroe muerto. 
En pocos minutos más, la boca del Atlante 
devorará, a él y a su compañero, 
engulléndolos en el vientre de la noche. 


Ya el día se oculta. Y ha sido un día inclemente, 
surcado de motores trepidantes, fuselajes agujereados 
y espectrales misiles. 


Es la hora de la muerte, la que no dice palabra, 
la que no tiene boca entre algas carcomidas. 


(¡Ay, Patria! Por vos, oscura sangre, 
se regaron montañas, llanos y mares 
de flores azulinas, lágrimas y estertores). 


Vengan hermanos: 
¿no ven como brilla el cuerpo del héroe en el océano? 
¿no ven la luz brotar del centauro? 
Halo que rompe la tiniebla y llega al presente, 
aclarando el horizonte, 
fijando un rumbo 
que siempre será el sur. 


El sur es el norte de la Patria. 


(Virgen) De luz 


"El sol sale sobre las avenidas". (Melina S.) 


Poco a poco, 
levantarnos de nuevo, 
una vez más. 
Es preciso seguir. 
Es preciso salir de la tristeza. 
"Espero -me dijiste- "ese rayito de sol 
que me dé calor". 
Vos quedate junto a mí. 
Ayudame a pasar este tiempo de prueba. 
A encontrar personas que acepten 
y compartan mi fragilidad. 
Permanecé junto a mí: 
que el dolor no prevalezca sobre la alegría. 
Tu luz me ha vuelto más sensible a los demás, 
capaz de mayor comprensión, 
más atento al sufrimiento de los otros. 
Me enseñaste a dar vida, presencia que permanece. 
Porque ninguno vive sólo para sí mismo. 
Vivimos para los demás y para Dios. 



Mientras escribo


Escribo mientras zozobro absorto en tu mirada, 
Recordando las últimas noches. 
Insomne, tibio, afiebrado. 
Evocando tu voz jamás antes escuchada. 
Presintiendo unos ojos que no olvido 
Y palabras que en tantos años no acudieron a mí. 


Escribo mientas la galaxia prosigue su navegar, 
Irreductible a las pequeñas y grandes alegrías. 
Quiero dejar sellado “algo” que desde nos “conocemos” 
Va sedimentando en este corazón. 


¿Hablo yo o habla mi corazón? 
Es El quien habla y ordena. 
Trastocado en su centro, pierde las dimensiones de lo humano, 
Para elevarse hasta Lo Inefable. 
Es El quien padece las consecuencias 
Del temporal de Amor que lo azota, 
De la lluvia de aguzados goterones. 
De esta enfermedad mortal 
Que vivencia tan gozosamente. 


Y hasta aquí llegan tus signos, 
Mujer primaveral: 
Lo nimio se vuelve sagrado, 
Y lo sagrado, cotidiano, cercano. 


¿Cuánto tiempo ha pasado desde que acaecimos 
En el espacio ? ¿horas, años, decenios? 
¿O he dibujado un eterno presente 
Que creo irreal por su delicada magia? 


¿Es real este tiempo? 
¿Son reales tus palabras, 
Salvíficas, abarcantes, que sanan mis heridas? 
¿O es acaso el milagro de tu irredenta primavera 
Que nunca va a declinar? 


¿Existe verdaderamente este cordón de oro 
Que cuido como a una paloma, 
Amenazante de fortificaciones vanamente construidas? 


En esa mujer celeste conviven la dulzura y la fuerza, 
La alegría y la furia, la certeza y lo imprevisible, 
La ternura y los sonidos de la sangre. 


¿Existe esa mujer? ¿O la edifiqué en días luminosos, 
Cuando el peso del dolor cedió paso a la aurora? 
¿Es real este tiempo? 
¿Es real esa mujer-ángel cuyos pasos livianos y sus alas 
son apenas visibles en el aire? 


Si yo la soñara no podría ser más semejante a mi sueño: 
Fervor que ha derribado la distancia. 
Pasión que avanza al galope de un tropel de caballos. 
Sutileza que arrasa el canto melancólico. 
Aura dorada que clarea como álamo. 
Ternura que destrona antiguas certidumbres. 


El asombro


“El verdadero viaje de descubrimiento no consiste 
en buscar nuevos paisajes sino nuevos ojos”.  Marcel Proust


Durante siglos la lluvia ha caído
Sobre nosotros.
Lloviendo y lloviendo, hemos visto deambular
Los cuerpos encendidos, las madrugadas y los trenes.
Ellos nos llevaron por caminos de viento.
Partimos hacia donde el llamado de la sangre
Nos convocara.
Prevalecieron el sueño, el dolor, y apenas, la dicha.


Yo lo sé porque he mirado desde el corazón.
Desde el sitio de tus ojos he mirado.
Desde el tibio río de tus ojos he mirado.
Y sigo mirando.
Desde una copa vacía, en albas desoladas
He mirado.
Transitando las calles de una ciudad humana
He mirado.
Y he mirado tu pasado: reconstruyendo los días de lluvia, 
Los días de adolescencia y los tiempos del primer amor,
Cuando, ¡oh pasajera!, te dormías en atardeceres arbóreos.


Si me preguntaras -porque todo lo preguntás- 
mo lo sé,
Te diré: a través de tus ojos lo he mirado.
Desde el tibio río de tus ojos he visto
Antiguos universos en expansión, 
Los azules árboles reverdecer 
El viento posarse en las avenidas 
Los trabajos de la existencia humana 
Las edades 
El núcleo de la Tierra enfriándose
Los asteroides caer a mil corazones de energía.


También visto el llanto.
Abrazar la piedra, 
Cubrir la vida con un océano de vida,
Deambular por pasillos y paredes blancas,
Entrar a cuartos asépticos
Y celebrar el bautismo de un nuevo día.


Durante milenios, siglos y días
La lluvia ha caído sobre nosotros.
Lloviendo y lloviendo sobre el alma,
Tantas veces a la intemperie porque no hay
Refugio donde cubrirla,
No hay descanso para concederle,
No existe conjuro que aleje el odio 
y las devastaciones.


Como animal herido
Me alimento de mis poderes, 
Me nutro del agua del temporal,
Suelo acostarme en los empedrados y en las plazas, 
y duermo la vigilia de mis sueños. 
Me expongo a la lluvia.
Quiero la lluvia.
Aunque tu luz va poco a poco secando los goterones
Y alejando los aguaceros.
Aunque el resplandor de estos días
Me desnude las excusas. 


Por que, con tanta luz ¿Cómo guardaré mi
Transfigurada melancolía?
¿Qué preguntas fingiré a la desterrada tristeza?
¿Qué canción o elegía recitaré?
¿Cuánta muerte arrojaré en su lugar?


Iluminás mi mirada pluviosa,
Hacés brillar mi espejo nocturno,
Poblás de sol mis jardines abandonados.
Pero no te exalto,
Ni creo alrededor tuyo un ídolo
Al cual adorar.
Agradezco que haya amanecido.
Doy gracias por el día.
Doy gracias al equilibrio inestable
De luz y noche, 
De alegría y desdicha,
De lo solar y lo lunar,
De lo fasto y lo nefasto.


Agradezco que me ayudes
A mirar por tus ojos,
Descubriendo nuevos abismos 
Y horizontes donde no creí llegar.

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