viernes, 5 de junio de 2009

Escenarios posibles ante la globalización: Comunitarismo o Fascismo de mercado

MODELO PARA DESARMAR

La crisis y necesidad de reestructuración del capitalismo mundializado desde mediados de los 70 y de la omnipresente entidad, sabia y autorregulada, el mercado, ha conducido, a partir de los 80, a la instalación en el plano de lo real y en el imaginario social de los pueblos, las prácticas, valores y creencias de la restauración neoconservadora.
En América Latina y Argentina, este nuevo paradigma se ha fortalecido, sobre todo con las políticas económicas y sociales de ajuste implantadas en los 90, con su secuela de debilitamiento de los estados nacionales, expoliación de recursos naturales, privatización de empresas estatales estratégicas a precios vergonzantes, exclusión social y el progresivo retiro del estado en salud, educación, seguridad social, entre otras áreas.
En poco más de una década el paisaje socioeconómico fue modificado brutalmente.
Se establecieron nuevas relaciones de poder. La desvalorización de las fuerzas del trabajo fue global. Un rasgo central es una nueva acumulación y concentración de poder (mundial y en cada nación), no sólo económico sino en el plano de la geopolítica.
Llegamos al final del milenio con una aparente victoria del nuevo orden mundial (capitalismo mundializado en lo económico-social y hegemonía ideológica y cultural en lo social, expresada en sociedades consumistas y hedonistas en detrimento de los valores comunitarios y de solidaridad social. A esto se lo ha llamado “revolución” neoconservadora, neoliberalismo o economía popular de mercado.
El escenario político en que estos procesos de reconversión se llevan a cabo es la democracia. Formal, restringida o tutelada, la democracia, es un piso de reivindicaciones sociales y políticas que debe ser profundizada con nuevas formas de participación de la sociedad civil. Pero antes, hay que desarmar un modelo de perverso de exclusión, afectando los resortes sobre los que se construido la dominación. Y en ello, está planteado, implícitamente, el problema de la alteridad, la búsqueda de salidas alternativas al modelo neoconservador.
Creemos que otro modelo de sociedad es posible para la Patria Grande Latinoamericana, no ya como ley cumplida por sujetos históricos predestinados, sino como tarea de construcción colectiva por parte de los sujetos sociales y políticos objetivamente perjudicados por el modelo neoconservador. A diferencia de los 70, no lo buscan por medio de la concepción leninista del “asalto al poder”, sino en la “recuperación de poder” que cada actor social cree que le corresponde: movimiento de trabajadores, de desocupados, de campesinos, de mujeres, de derechos humanos, partidos políticos.
(Para concebir y realizar la acción social del cambio revolucionario, le fue preciso a Marx enfrentarse con el problema del sujeto colectivo, un sujeto social de conocimiento al que Marx considera como el sujeto colectivo clase obrera que actúa como sujeto histórico transformador en antagonismo con el que domina: la clase burguesa).
Lejos del anunciado fin de la historia, del discurso posmoderno y el derrotismo, y de la indiscutida crisis de representación de los actores sociales, irrumpen nuevas expresiones políticas y sociales en América Latina de resistencia al status quo.
El objetivo principal del bloque dominante es fragmentar, desorganizar y dispersar a los movimientos sociales y atacar a los discursos y prácticas nacionalistas de movimientos y Estados Nacionales. Comúnmente se los desautoriza poniéndoles el rótulo de “populistas”, desconociendo el sentido originario del término.
Un artículo del sociólogo norteamericano James Petras, titulado “Ausencia de futuro” sintetiza los efectos del neoliberalismo: desindustrialización y concentración del capital; exclusión y polarización social; aumento de la marginalidad y la pauperización; deterioro del poder de negociación de los sindicatos y de la credibilidad en los partidos políticos; falta de perspectiva para los jóvenes; desempleo estructural como tendencia central”.
También hay que enfatizar que después de la avalancha neoliberal, el deterioro de uno de los actores sociales históricos en la tradición argentina: el movimiento sindical organizado, expresado en la caída de la masa trabajadora, la tasa de afiliación, el prestigio y estima social de los dirigentes y cuadros gremiales. Concatenadamente con este hecho, el desprestigio de la “clase” política, de los partidos políticos y la “farandulización” de la política.
Es pertinente aclarar que nuestra visión expresada hasta aquí parte de la realidad argentina y latinoamericana, extensiva a los países “emergentes” (antes denominados dependientes) del vigente Tercer Mundo.

LOS EFECTOS PERVERSOS DEL NEOLIBERALISMO

Uno de los fenómenos más destacados de resistencia al modelo neoliberal es la emergencia de los llamados nuevos movimientos sociales: de desocupados (piqueteros), barriales, de mujeres, de campesinos sin tierra, de derechos humanos, en defensa de la escuela pública, de la salud pública, de la energía en manos del estado, de empresas recuperadas, de jubilados, de preservación del medio ambiente, entre otros.
Desde una lectura optimista, se plantea una “articulación” entre los movimientos y los partidos políticos detrás de objetivos mínimos. Pero es tal la perversidad que ha dejado el modelo neoliberal en retirada, que ha dejado una sociedad escindida en dos sectores: una minoría de incluidos en el circuito mundial y en el consumo capitalista y una mayoría de excluídos.
La hegemonía ideológica del neoliberalismo y la ofensiva de la propaganda de los valores individualistas ha calado hondo en muchos sectores de la clase media e inclusive de la clase obrera, al igual que los efectos de la represión ilegal y la “guerra sucia” en la memoria colectiva. El tejido social se ha ido debilitando progresivamente en los últimos tres lustros. Revertir esta situación exigirá la movilización de todo tipo de recursos y sobre de la creatividad.
De este escenario, observamos que mientras que los nuevos movimientos sociales se mueven en el espacio social de los excluidos o en las fronteras de la marginación, los partidos sociales forman parte de la sociedad “institucionalizada”, aunque gran parte de ellos tengan una base social de excluidos.
La participación activa en la lógica partidaria argentina, muy teñida por el electoralismo, y en las prácticas del parlamentarismo, abre una brecha entre los movimientos sociales y la dirigencia política-partidaria, que se cierra por la cooptación por parte del Estado de alguna de las organizaciones que integran los movimientos (neoclientelismo y pérdida de la autonomía) o bien se amplía con radicalizaciones político-ideológicas y resentimiento destructivo.
Otra de las observaciones es la fuerte identidad construida en base al rechazo de lo político-partidario en muchos de los movimientos sociales, con lo cual le hace el juego a los defensores del status quo. El resultado de ello es que, por un lado, facilita una mayor unidad de acción, pero por otro lado es funcional a la ideología neoliberal que trabaja contra la efectiva unidad del campo popular. La desconfianza de los partidos, lleva a los movimientos a negociar directamente con el Estado, a cambio de recursos económicos.
Por último, percibimos que las reivindicaciones de los movimientos, es a menudo, limitada a su problemática específica, contribuyendo a la mirada fragmentada del todo y al enfrentamiento entre los grupos de distinta identidad política.
La reivindicación acrítica de los nuevos movimientos sociales proviene de ciertas estructuras eclesiales y de grupos sectarios que reciclan ideologías anarcosindicalistas, sorelianas o foquistas, sin destino en la sociedad actual.
A nuestro entender, el rol más importante de estos movimientos es de resistencia al capitalismo salvaje y de redes de contención a los sujetos individuales víctimas de algún tipo de discriminación, además de constituir nuevas identidades y proponer alternativas a la ideología neoconservadora.

LOS NUEVOS ACTORES SOCIALES: FORMAS EMERGENTES DE CIUDADANIA

La alianza entre nuevos y viejos movimientos sociales, partidos y Estado, alrededor de bases programáticas mínimas en defensa de los derechos humanos y sociales que impida nuevos avances del gran capital sería de un valor extraordinario. La creatividad y el desarrollo de una nueva subjetividad son centrales en un modelo alternativo de sociedad.
Bien dijo Frei Betto que el capitalismo ha privatizado los bienes y socializado los sueños, mientras que el socialismo “real” había socializado los bienes y privatizado los sueños.
La ciudadanía en su concepción más clásica reconoce tres dimensiones: la civil, la política, y la social; con ellas se pretenden garantizar los derechos civiles, el derecho a la participación y al voto, así como los derechos a una vida digna. Y si bien la ciudadanía tiene la acepción de estatuto o situación legal, unida a la dación de poderes, no se agota en ello porque "está demostrando ser una mediación fundamental que sintetiza e integra las distintas identidades sociales que una persona actualiza". Encontramos en esta concepción que la visión clásica de la ciudadanía ha sido superada en tanto se impone la reivindicación de la diferencia cultural.
La ciudadanía implica sujetos sociales que se sitúan como interlocutores en relación a otros sujetos y a las autoridades, y como sujetos que participan en las dinámicas sociales que les interpelan, al tiempo que las condiciones socioculturales de los sujetos sociales se convierten en condicionantes del ejercicio de la ciudadanía.
Si bien las secuelas “culturales” del neoliberalismo operan como condicionantes al ejercicio de la ciudadanía por parte de los diversos actores sociales, el caso de los nuevos movimientos sociales, requiere una visión amplia, sin reduccionismos ni demonizaciones, reconociendo que más allá de las versiones interesadas, el pensamiento social manifiesta desconfianza en los sistemas de creencias establecidos, en las explicaciones de los grandes relatos cuyas respuestas creían totalizadoras y definitivas.
Esta crisis de credibilidad en los grandes relatos se ha instalado en las diversas esferas de las cuales el individuo alimenta su realidad subjetiva: la política, la religión, la ciencia.
Así, los nuevos actores sociales actúan en condiciones de duda metódica, confiando en el discurso de las instituciones sólo de forma provisional y concientes de que los sistemas abstractos pueden servir de “brújulas”, que orientan pero no brindan una dirección inamovible. También han resignificado el espacio que habitan, al margen de las condiciones materiales y los controles que el Estado y sus aparatos les imponen.
Estos nuevos actores sociales aún con su desconfianza en las instituciones políticas, participan de la dinámica social a través de formas creativas e innovadoras y a pesar de la crisis estructural del modelo al que enfrentan, los nuevos movimientos sociales construyen un sentido distinto de su ciudadanía, del que son emergentes.
El ejercicio de la ciudadanía modela a todos los actores sociales, nuevos y viejos, y sus identidades. Los nuevos movimientos sociales, desde su propia visión de ciudadanía, se construyen como nuevos actores. Se hacen visibles como actores y ciudadanos. De la misma manera en que el ejercicio de la ciudadanía constituye al actor social, la ciudadanía y su ejercicio son objeto de aprendizaje y construcción. La diversidad de nuevos movimientos sociales, identidades y culturas da cuenta de la existencia de una heterogeneidad en las formas de construir y ejercer la ciudadanía.

IDENTIDAD/ES DE LOS NUEVOS ACTORES SOCIALES

En el campo de los nuevos actores de la sociedad civil encontramos un escenario en el cual predomina la diversidad, pero también en la diversidad se observan elementos comunes. La sociedad civil presenta una gran cantidad de actores sociales, nuevos y viejos, que responden a una amplia gama de causas, motivos, demandas, misiones, objetivos y razones para la acción, agrupando cada uno de ellas a uno o varios sectores sociales, con gran diversidad de resultados, eficacia e impacto, campos de trabajo, cobertura, gestión y representación, posiciones frente al Estado y la política.
Podemos subrayar que esos rasgos comunes, que nos permiten hablar de una identidad particular a la mayoría de ellos, son:
a) Heterogeneidad en la composición: si bien los actores sociales se articulan por intereses amplios de sectores de clases, como en el caso de las organizaciones sindicales, campesinas y empresariales, han surgido una gran cantidad de organizaciones que agrupan a actores sociales a partir de otras formas de relación, que son esenciales para entender la acción y la conciencia de los grupos sociales. Tales actores provienen de todos los sectores de la población, a partir de nuevas y viejas causas, con metas de corto, mediano y largo alcance y con demandas concretas o simbólicas. Es el caso de las organizaciones de mujeres, las organizaciones que luchan por la defensa de los derechos humanos, la ecología y el medio ambiente, la educación, la salud, el desarrollo social, los grupos étnicos, juveniles, religiosos, en las que la composición social es claramente policlasista, esto es heterogénea, lo cual manifiesta la desintegración de !as fuerzas sociales. Otro aspecto que puede estar asimilado a esta característica lo constituye la multipertenencia, esto la pertenencia a otras organizaciones (políticas y religiosa, por ejemplo, de los Sin Tierra de Brasil).
b) Capacidad para interactuar en red: si bien han empezado surgir redes en las cuales se enlazan por afinidades tales como el tipo de actividad, los sectores que agrupan o representan o por criterios territoriales (locales, regionales, nacionales e internacionales), estas redes han pasado a ser espacios importantes de acción, información y difusión para las organizaciones que forman parte de ellas, aún cuando muchas de los nuevos actores sociales se hallan fuera de estas redes, lo que debilita su acción y presencia. La multiplicidad de acciones puntuales, diversas y desconectadas implica una mayor incomunicación y fragmentación social, que imposibilita la formación de actores sociales fortalecidos, cuestionadores del poder mundializado.
c) Mutabilidad: podría afirmarse que un principio sistémico de la sociedad civil, además de la diversidad y complejidad que presenta, es su naturaleza cambiante no sólo por el surgimiento de nuevas organizaciones y la desaparición o disolución de otras, sino porque los escenarios en que actúan se ven influidos por las prioridades que establecen las agencias financiadoras, las necesidades del desarrollo social de una región o del país y las coyunturas (condicionamientos de las políticas económica, decisiones políticas, las elecciones, la situación de los derechos humanos e incluso, las catástrofes naturales).
d) Sujetos de su propia Historia: una característica de los nuevos actores sociales es la de ser "sujetos de su propia historia". En efecto, los actores sociales, son, casi siempre, la conjunción de voluntades individuales en torno a un objetivo común.
El despliegue de acciones colectivas genera cambios en los sujetos y en la sociedad, a partir de toma de posición frente a situaciones concretas o simbólico-culturales, crea conciencia respecto a la posibilidad de constituirse en agente de un proyecto alternativo de sociedad. Para ello, los actores sociales deberán poseer un alto grado de autonomía, de capacidad propositiva y crítica, así como la idea de que es posible impulsar un cambio a través de la participación activa junto a otros actores sociales.
e) Ética comunitaria: otro rasgo identitario común a la mayoría de los nuevos actores sociales es una orientación basada en un valor fuertemente ético, dirigido a la búsqueda de justicia en el marco de la democracia, particularmente en las organizaciones que trabajan en el ámbito de los derechos humanos y de los derechos sociales. Implícita o explícitamente se autorreferencian como portadores de valores éticos diferentes, apropiándose de la demanda social en términos de la vigencia plena de la democracia, del estado de derecho, de transparencia en la gestión estatal, de cumplimiento de los contratos morales, lo que plantea una alteridad de valores frente a si mismos y frente al orden vigente (no es necesario señalar que no hay una relación mecánica entre actores sociales y democracia, porque no todos lo reivindican, ni todos la practican hacia dentro, aunque la declamen). Junto a la reivindicación ética de la democracia se enuncian y practican otros valores como la solidaridad, la cooperación, el comunitarismo en contraste con el individualismo, la valoración de la diversidad. La práctica de estos valores en el contexto de una sociedad modelada con la lógica del mercado y de la competencia, la tendencia a la monopolización de la representatividad de los actores sociales y el predominio de discursos y acciones excluyentes hace que los nuevos actores sociales sean visualizados por una parte de la sociedad como “contestatarios”, aunque en su interior se presenten formas de verticalismo, personalismo, sexismo e intolerancia.
f) Autonomía: otro componente que puede ser incorporado como parte de la identidad de los nuevos sujetos sociales es la autonomía que poseen para definirse, actuar, gestionarse, organizarse y decidir sobre sí mismos y el camino a seguir. Este es un logro de su acción como sujetos sociales y les posibilita ser realmente sujetos de su propia historia, al tiempo que los expone -particularmente a los movimientos de derechos humanos o de desocupados- a la represión o la judicialización de la protesta.
g) Nuevos modos de producción y reproducción social: un elemento presente en la acción de los nuevos actores sociales es la búsqueda y el descubrimiento de nuevos modos de producción y reproducción social (por razones sociales, ecológicas, económicas, de salud o tecnológicas). Tal es el caso de las organizaciones de promueven las tecnologías alternativas, la producción colectiva, el desarrollo sustentable, la salud preventiva y comunitaria, la educación popular, etc.
Son muchos más los aspectos que se pueden plantear como característicos de la identidad/es de los nuevos sujetos sociales e incluso de sus hibridaciones culturales (diversificación del modo de hablar, actuar (ethos), valorar, simbolizar, de desarrollar habilidades, saberes y disciplinas), lo que hace a la riqueza de los nuevos movimientos sociales.
También es relevante consignar que los nuevos actores sociales conllevan también contradicciones, ambigüedades, incertidumbres e incluso momentos donde pierden de vista hacia donde ir.
Por su parte, María D. París Pombo agrupa los nuevos movimientos sociales en dos tipos: simbólicos y comunitarios.
"Los movimientos simbólicos suelen agrupar a un número reducido de individuos pero tienen una profunda influencia ideológica al nivel de toda la sociedad (en dirección a un cambio en la cultura política). Estos movimientos no pueden calificarse de instrumentales, no tienen demandas concretas (o éstas no son la principal dimensión del movimiento) sino que afirman ciertos valores innegociables (como la vida misma). En esta categoría consideramos a los grupos feministas, ecologistas, en defensa de los derechos humanos, organizaciones juveniles y de homosexuales".
"Los movimientos comunitarios pueden ser mucho más masivos y agruparse en coordinadoras o uniones. Sus prácticas son también más instrumentales, con demandas que muchas veces giran en torno a problemas muy concretos (agua, abastecimiento, escuela, transporte.) Su orientación principal es la recreación de una identidad comunitaria basada en lazos de solidaridad y cooperación. En esta categoría tomaríamos en consideración a las organizaciones barriales, las comunidades eclesiales de base, las bandas de jóvenes (en algunas ocasiones), las organizaciones cooperativistas y también el nuevo sindicalismo y gremialismo de base."
Podemos concluir que los nuevos sujetos sociales abarcan dos amplios espacios de acción:
el del asistencialismo y el de la acción social participativa.
Los ámbitos de trabajo, o áreas de especialización de nuevos actores sociales abarcan una gran diversidad de actividades, de las cuales enumeramos los siguientes rubros: desarrollo humano, salud, educación, derechos humanos, ecología, comunicación e información, ciencia y tecnología, género, vivienda y hábitat, arte y cultura y el financiamiento de proyectos de los sectores populares.

EL ESTADO Y LOS NUEVOS ACTORES SOCIALES

Recurriendo a una simplificación se podría decir que las políticas sociales durante el auge del Estado de Bienestar se caracterizaron por una institucionalidad central del Estado, quien con una lógica burocrática de toma de decisiones y utilizando sus propias fuentes de financiamiento, buscaba como objetivo la "universalidad de la oferta", con aplicación progresiva de "arriba hacia abajo", beneficiando a la clase media y a los grupos organizados, midiendo sus logros a través de los recursos utilizados y el porcentaje presupuestario comprometido.
Durante la década de los noventa y a partir principalmente de la descentralización, la institucionalidad central del Estado cedió paso a una cantidad importante y plural de subsectores, quienes con la lógica de "proyectos", co-financiaron las demandas sociales con objetivos claros de lograr la "universalidad de la satisfacción", ponderando en primer lugar a los más necesitados, "los pobres" y midiendo sus logros a través del impacto en correlación con el costo.
Ya comenzado el nuevo siglo, y a partir de los efectos de la globalización económica, la nueva mirada sobre la cuestión social emergente, la búsqueda de nuevas vías, la preocupación por cómo construir solidaridad, los desafíos de las nuevas formas de pobreza, la necesidad de rescatar el valor del trabajo y/o crear empleo, son las principales referencias del pensamiento social actual.
Lejos de convalidar el retiro del Estado, hay una fuerte demanda de la sociedad argentina y latinoamericana por tener más Estado y al mismo tiempo, una mayor participación de la sociedad civil en el diseño y gestión de las políticas sociales. Tener más Estado, significa, entre otras cosas, construir un mejor Estado y para construir un mejor Estado es necesario replantearnos la calidad de la gestión estatal, cara visible del Estado.
En ese sentido, no se trata hoy solamente de asegurar condiciones de gobernabilidad, institucionalidad y de restitución de la capacidad de consumo de los excluidos, sino de recuperar su capacidad de trabajo, evitar la pérdida de dignidad y autoestima y, sobre todo, permitir su desarrollo y el pleno ejercicio de su ciudadanía. Ello no hay que declamarlo, sino actuarlo en estrategias, planes y programas que se orienten a:
• Identificar actores con representatividad genuina,
• Dotarlos de herramientas para su fortalecimiento y formación,
• Desarrollar capacidades para su autoorganización
• Generar liderazgos
• Crear espacios y medios de comunicación.
Es fundamental que los actores relevantes de la sociedad civil intervengan en las decisiones, implementación, contralor y evaluación de las políticas sociales, entendidas como compromiso manifiesto entre el Estado y la sociedad, a partir de una nueva institucionalidad estatal legitimada por prácticas más activas, más enraizadas en la sociedad civil constituyendo redes, más orientadas a la gente a partir de la concepción de "servicio público" y más profesionalizadas, a partir de la formación de cuadros gerenciales que intervengan en forma flexible y adaptativa.
El desafío consiste en no dejar espacios vacíos, es decir demanda sin atender o "voces sin escuchar" y lograr la integralidad de las intervenciones estatales, lo que por un lado legitimará al Estado, a sus instituciones y organizaciones y, por el otro, recreará el sentimiento de aquel "Estado Presente" que hace efectivo el bien común.

ALGUNOS EFECTOS DE LA SOCIEDAD DE LA INFORMACION

El cambio de paradigma tecnológico, ha organizado un nuevo modelo, el de la Sociedad de la Información (o del Conocimiento). Su pilar, es la tecnología informática y sus orígenes son se pueden ubicar en un sector de la sociedad norteamericana, el complejo industrial-militar, que durante los años 60 llevó a cabo el ARPAnet (Advance Research Projetcs Agency), una red de comunicaciones entre ordenadores en previsión de que un ataque nuclear soviético afectara las comunicaciones convencionales.
En cierta medida, era el equivalente de la concepción de guerra de guerrillas: flexible, descentralizado.
El producto de esta innovación es Internet, cuya arquitectura de red no puede ser controlada por ningún centro y está compuesta por miles de redes autónomas de computadoras que poseen múltiples maneras de relacionarse.
Actualmente, Internet es un semillero de empresas pero también un foro sobre derechos humanos y sociales, una biblioteca casi infinita, continente de comunidades virtuales, de weblogs, de periódicos digitales institucionalizados y alternativos,
Tan pronto como esta y otras tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) se difundieron, hubo una apropiación de ellas por parte de naciones, culturas, organizaciones, con distintos objetivos y utilidades, desarrollando diversas aplicaciones y usos, lo que retroalimentó el sistema, acelerando su velocidad, ampliando el cambio tecnológico y diversificando fuentes y productos.
La interacción se materializó en nuevas maneras de producir, comunicar, aprender y enseñar, gestionar, percibir, trabajar y vivir. En otras palabras, a modelar la cultura.
Plantea Guy Sorman, uno de los gurúes del neoliberalismo que “Internet se ha convertido en la parte más visible de la cibercultura, pero ésta no se reduce a Internet: también abarca la inteligencia artificial, la realidad virtual, las artes y los juegos interactivos (….). El término cibercultura (…) designa un universo a la vez técnico y espiritual, donde la computadora pasa a ser la prolongación de la personalidad humana, una especie de acelerador de nuestras capacidades psíquicas”.
Dado que el ciberespacio reproduce el mundo “real”, también la Sociedad de la Información encontramos ciudadanos y consumidores. La tendencia del sector privado, motor del desarrollo de Internet, es a promover la incorporación a la red de consumidores de gran poder adquisitivo (clientes tecnológicos) para el desarrollo del e-commerce (entre ellos el e-banking, el e-marketing y las ventas on line), lo que trajo aparejado el desarrollo de sistemas seguros de transacción electrónica.
Por la presencia todavía imperceptible de los Estados y a pesar de los grandes esfuerzos del Tercer Sector, son los actores económicos los que imprimen el ritmo y la modalidad de cambio en el despliegue informacional.
Según Manuel Castells esta influencia del sector privado hace que los gobiernos deban redefinir su rol: “…necesitan establecer sus propias redes de información, de toma de decisiones y de alianzas estratégicas, para poder emular la movilidad de las organizaciones que sustentan el poder”.
Aún estamos lejos en América Latina del e-government (gobierno electrónico), si bien se han dado pasos incipientes en esa dirección.
El gobierno electrónico podría, por ejemplo, aportar mucho a la transparencia y eficacia en la gestión pública nacional, provincial y local; a la alfabetización informática, a la educación, a la informatización de datos, a la creación de instancias de interactividad con los ciudadanos, a realizar gestiones a través de la red (en el portal educativo del Gobierno de la Ciudad hay trámites que los docentes del sistema de gestión estatal pueden realizar desde sus casas).
Respecto a los actores políticos que hacen uso de TIC, muchos de ellos sólo ven su utilización para el marketing político, por lo que aparecen en ocasión de elecciones, con excepción de los partidos de izquierda, quienes mantienen actualizados sus sitios con material informativo y de formación político-ideológica, envían boletines electrónicos o crean foros de discusión.
Sin embargo, hay un número creciente de organizaciones de la sociedad civil que utilizan TIC para su funcionamiento, como la Red Solidaria y Poder Ciudadano.
En las relaciones entre mercado, sociedad civil y Estado, respecto a las innovaciones tecnológicas, hay que decir que son los actores económicos quienes llevan la delantera.

LA GLOBALIZACIÓN

El llamado fenómeno de la globalización (globalidad, según la terminología del sociólogo alemán Ullrich Beck), mundialización o internacionalización (que para algunos autores es un concepto tramposo porque no deja de ser la nueva forma de designar al imperialismo), gira alrededor de tres ejes principales:
a) la liberalización de los mercados.
b) la internacionalización, aceptación y adopción de las formas políticas y sociales de las democracias.
c) la homogeneización de la cultura.

Las consecuencias más cruciales de la globalización en el orden económico y político son:
a) la megaconcentración capitalista, que tiende a eliminar a la competencia, mediante la fusión o el aniquilamiento del adversario. Junto a esto, hay una maximización del lucro y la minimización de los costos, que repercute sobre los puestos de trabajo y los salarios.
b) la progresiva sustitución de la mano de obra por medio de la tecnología, lo que deja afuera del sistema productivo a un número cada vez mayor de trabajadores
c) el debilitamiento del Estado-Nación, como sujeto histórico, creación de la modernidad.
d) La desestabilización de las democracias, que se visualizarían como sistemas políticos incapaces para contener las formas de producción neocapitalistas y los conflictos derivados de ese modelo.

La tesis de la globalización, afirman sus críticos, ignora el hecho de que el movimiento hacia la integración internacional de las economías nacionales es tan antigua como la propia historia del capitalismo. La globalización comenzó a fines del siglo XV con el auge del capitalismo y la expansión oceánica. La conquista y explotación de regiones de Asia, África y América latina y los asentimientos coloniales de blancos en África del Norte y en Australia constituyeron instancias de dicha globalización.
En otra palabras, la globalización desde sus orígenes estuvo asociada con el imperialismo (la acumulación capitalista europea aseguraba la conexión global a través de la explotación del Tercer Mundo) y su ímpetu siempre dependió de las instituciones de los Estados imperiales que extraían recursos de los países coloniales, explotando la mano de obra barata y el intercambio internacional desigual de bienes.
La globalización, para esta corriente de pensamiento, no es un fenómeno nuevo; es meramente una nueva denominación, un subcódigo para el capitalismo internacional, que abarca diversos procesos económicos y sociopolíticos.
Los defensores de la tesis de la globalización sostienen que la actual fase de la mundialización es inevitable, original y tiene un sentido de progreso para la humanidad.
Nosotros, como latinoamericanos, nos cuestionamos si este esquema conceptual tiene tal sentido o si, por el contrario, está inmerso en el paradigma del "fin de la historia", donde en el imaginario social dominante el mito del Hombre Nuevo es reemplazado por el del Ultimo Hombre y cuyos principios están signados por los términos del Consenso de Washington, cuyo ente de supervisión es el FMI. La experiencia más acabada al respecto, de un país que cumplió al pie de la letra todos los requerimientos del FMI y presentado al mundo alumno ejemplar es la de la Argentina. Los resultados están a la vista.
Consideramos que el argumento que afirma que la "globalización" es el resultado de la revolución tecnológica o informática -la así llamada tercera revolución científica- posee debilidades conceptuales. Las nuevas tecnologías basadas en la computación facilitan la circulación de la información, aumentan la velocidad de las transferencias y los movimientos de capital y provee una red informativa que facilita las reinstalaciones de plantas fabriles.
Pero la "tecnología " no determina la localización de las inversiones, la investigación o la programación. La tecnología no es una fuerza autónoma. Las tasas de beneficio determinan el modo en que la información será utilizada. La política dirige la tecnología. Sin duda, las nuevas tecnologías facilitan y ofrecen recursos para las decisiones sociopolíticas de las clases sociales y/o de las instituciones económicas que controlan el Estado, pero las tecnologías y los nuevos sistemas informáticos son compatibles tanto con los modelos estatales nacionales como con los modelos neoliberales, tal como los capitalistas asiáticos lo han demostrado.
Por otra parte, han sido en gran parte los gobiernos los propulsores del desarrollo y promoción de la industria tecnológica de avanzada que incluye las telecomunicaciones, la computación y la microelectrónica.
Incluso cuando se habla de “mercados” ¿hablamos de una entidad abstracta? O nos estamos refiriendo a la dirección de las corporaciones multinacionales y de los ministerios gubernamentales con ellas relacionados. El propio lenguaje de los ideólogos de la globalización es enunciado de una manera que oscurece su verdadera naturaleza. Por ejemplo, la noción de "demandas del mercado" carece de sentido. El "mercado" no hace nada de esto.
Los gerentes de las corporaciones, del establishment financiero local y de los organismos supranacionales (FMI, Banco Mundial, GATT, entre otros) solicitan, en nombre del “mercado”, políticas económicas favorables a sus intereses.

EL ESTADO Y LA DEMOCRACIA EN EL PROCESO DE GLOBALIZACIÓN

Nos encontramos en un estadio que comienza con la caída del paradigma heredado de la Segunda Guerra Mundial, que en lo institucional se basaba en el Estado-Nación; en lo político, en la democracia; y en lo internacional, en la globalización. Ese esquema es el que hoy está en cuestión. Estado-Nación, la democracia y la globalización constituyen una trilogía de términos complementarios.
Aunque este esquema era violado muchas veces por regímenes opresivos, las oligarquías locales mantenían sus privilegios y se manifestaba la barbarie del imperialismo, al menos en teoría, existía otro modo de funcionamiento: había un bloque socialista y el Estado de Bienestar ofrecía perspectivas diferentes. Este panorama se alteró en el último cuarto de siglo. Se implantó con crudeza la hegemonía de un sistema financiero internacional que se hizo autónomo. Se configuró un nuevo poder por el volumen de los capitales involucrados, su influencia en la economía general y el poder político de los financistas.
Este es el nuevo significado de la “globalización”, que plantea una incompatibilidad con el Estado-Nación y con la democracia. Es lo que expresa el trilema de Rodrik: pueden funcionar dos de los tres ejes señalados, pero no los tres juntos.
Si se avanza con la globalización, entonces hay que desechar el Estado-Nación o la democracia; si se desea mantener la democracia, hay que elegir entre el Estado-Nación y la globalización; si queremos conservar y desarrollar el Estado-Nación, hay que excluir la democracia o la globalización.
Es preciso, no obstante, hacer otra distinción: la de Estados Naciones Imperiales y Estados Nacionales defensivos. Los protagonistas fundamentales de la globalización son las potencias imperialistas ascendentes, es decir las naciones cuyas principales instituciones económicas son "mundialmente competitivas" y por ende no tienen nada que perder y todo por ganar con el "libre comercio" y los "mercados abiertos". Esos países imperiales favorecen una "globalización" irrestricta a otros países que se especializan en exportaciones agrícolas, minerales, forestales y marítimas (materias primas).
Mientras todos los países se declaran aparentemente favorables al discurso de la "globalización", existen diversas interpretaciones de sus significados y de su aplicación según su ubicación en el ciclo imperial (ascendente o descendente) y su relación con los centros imperiales (países dependientes/ países de desarrollo ascendente).
El punto de partida de la actual fase de la "globalización" fue la reconstrucción de la Europa Occidental y del Japón a través del Plan Marsa y las alianzas militares posteriores (OTAN, SEATO, etc.). Las políticas económicas y las alianzas militares, por iniciativa fundamentalmente del Estado imperial norteamericano, ofrecieron el armazón para la expansión de las corporaciones transnacionales más allá de las fronteras nacionales.
Los Estado imperiales también jugaron un rol esencial en la apertura de la economía mundial a través de la creación de instituciones económicas como el Banco Mundial, el FMI y el GATT, controladas por delegados de los Estados imperiales y tienen la función de desplazar a los productores locales y socavar la legislación social de base popular a fin de facilitar el ingreso de las multinacionales y la primacía de la elites exportadoras locales que producían para los mercados de los países imperiales.
En síntesis, los Estados imperiales juegan un rol fundamental en la reconstrucción económica de las corporaciones económicas dominantes, ofreciendo un marco político y militar para su expansión e interviniendo para preservar y acrecentar su presencia mientras financiaba las principales agencias "internacionales" establecidas con el único propósito de abrir nuevos mercados y crear nuevas zonas de inversión.
Volviendo al trilema de Rodrik, tenemos frente a nosotros, tres escenarios posibles:
1) La disolución del Estado-Nación: régimen de globalización y democracia, sin Estado-Nación. Es difícil conseguirlo, pero el establishment local e internacional lo esta intentando. La liquidación del Estado y la disolución de su poder soberano han avanzado a extremos insospechados a partir de la privatización de las empresas públicas; el desprestigio de los partidos políticos, la corrupción institucionalizada, la desaparición del monopolio de la violencia legítima, el gobierno sin poder y el país a la deriva. Los ideólogos de la globalización del capital internacionalizado buscan reemplazarlo por unidades políticas supranacionales determinadas por los mercados, que constituyen nuevas estructuras de dominación.
2) La inexistencia de democracia: otro par posible es Globalización y Estado-Nación, sin democracia. Las demandas propias de la democracia pueden llegar a convertirse en un obstáculo a la globalización. Si la voluntad y la conciencia social de los pueblos determinan una configuración adversa al status quo, los poderosos tratarán de prescindir de la democracia. Se repetirán así procesos de dictaduras que envenenaron las sociedades en las décadas de los ‘60 y ‘70. Para la globalización, hacerse del poder político no es difícil. Domina la economía y no tiene enfrente fuerzas políticas organizadas; para conquistar el poder político ni siquiera debe voltear a un gobierno: le basta con presionarlo y cooptarlo. Aliados internos no les falta. Sin embargo, se expondría a la falta de legitimidad y a las diversas formas de resistencia. Un ejemplo de ello, es presentarse como el último recurso contra el “eje del mal” (estados, movimientos de liberación nacional, islamismo, etc.)
3) Estado-Nación y democracia, sin globalización: la tercera posibilidad es la que tiene como base al Estado-Nación y la democracia, sin la globalización. Supone un cambio sustancial respecto a las condiciones vigentes: nada menos que el abandono del régimen de renta financiera y la entrada en otro de producción. Implica un nuevo modelo económico, político y social. La sujeción a la globalización no es un requisito del desarrollo económico; por el contrario, la recuperación y el crecimiento económico son el fruto de la acción coordinada del Estado-Nación y la democracia. En ese sentido, todos los países latinoamericanos se encuentran en la disyuntiva de elegir entre alguna de estas combinaciones. Cada una de ellas tiene costos: pero creer en la combinación de las tres es caer en una ilusión.

LA DIMENSION LABORAL EN LAS EDADES MODERNA Y CONTEMPORANEA

En lo que hace a su dimensión laboral en los tres últimos siglos, el hombre pasó por tres etapas distintas de evolución, encontrándonos desde fines del siglo XX en el inicio de una nueva era, que aún no tiene nombre, aunque se la denomine genéricamente como globalización o mundialización.
La primera etapa precede a la revolución industrial y se prolonga paralelamente con el desarrollo del industrialismo. En esta etapa hay una relación directa entre el hombre productor y los instrumentos que manipula. Se exige fuerza muscular, pero también habilidad y espíritu creativo. Es artífice de lo que produce, su gestor, su creador.
Lo económico laboral es estructura a partir de lo familiar. Tiene una visión integrada del proceso productivo, que no es sólo percepción óptica, sino también en la conciencia. No hay separación entre el pensamiento y la actividad que realiza.
La segunda etapa corresponde al nacimiento del sistema industrial extendiéndose hasta la mitad del siglo XX. Es la superación del estadio maquinista por la automatización. En esta etapa, bajo nuevas formas de trabajo, el trabajador también ponía en juego una enorme energía muscular, más por los movimientos exigidos que por fuerza física demandada. Pero carecía de posibilidades de crear.
El plan mediante el cual se elaboraba idealmente el bien a producir no lo tenía en absoluto en cuenta. Había, por supuesto, un margen de iniciativa individual en lo que hacía a la manipulación de las máquinas. El sistema de producción era altamente formalizado y rígido. El individuo frente a la máquina pierde la visión totalizadora del proceso productivo. La complejidad creciente incrementa la división del trabajo. La palabra clave es fragmentación. Roles, comportamientos, visiones fragmentarias, personalidades escindidas. Sin embargo, perduraba un factor positivo: el trabajador todavía ejercía dominio sobre la máquina. La introducción de los métodos de producción en cadena, tenderá a restar, cada vez más, la importancia del trabajador en el proceso productivo total. La imposición de tiempos cada vez más precisos entre el trabajo humano y el mecánico, terminará por devaluar la autoestima del productor.
Con la Revolución Industrial, el trabajador, luego de liquidado el artesanado, quedó aislado a merced de su empleador, sin estructura ni orden jurídico que lo protegiera. La burguesía era no sólo propietaria de los medios materiales de trabajo (fábricas, maquinas, herramientas, capitales, tierras) sino que ocupaba el Estado, dictaba la ley y controlaba el aparato represivo. La opción era la de aceptar las reglas de los dominadores (someterse) o morirse de hambre, él y su prole.
Como respuesta de legítima defensa, la clase obrera comienza a agruparse en asociaciones cuyo fin es reivindicar el derecho natural de todo hombre a una vida digna: nace el sindicalismo moderno, fundado en principios elementales frente a la superexplotación del capitalismo liberal.
Con la ética utilitaria, el afán de competencia y la ambición por el tener, el capitalismo modeló culturalmente a las sociedades. Internalizó estos “valores” en el marco familiar, donde se imparten los sistemas normativos primordiales, pero a partir del marco laboral. Con el tiempo, esas orientaciones se fijaron.
La etapa que estamos viviendo, llamada Tercera Revolución Industrial o Revolución Científico Técnica (RCT) tiene sus antecedentes mediatos en los años 50 e inmediatos en una segunda oleada de descubrimientos científicos y tecnológicos que se presenta en las décadas de 1970 y 1980. Surge como respuesta a la crisis económica que experimentaba el capitalismo a nivel mundial, hace más de veinte años.
Se trata de una verdadera "Revolución de la Inteligencia". En la actualidad, el 85% de todos los científicos que han vivido a lo largo de toda la historia están vivos y cuentan con herramientas más avanzadas y mayor creatividad. Ello ha conducido a que la tasa de cambio científico y tecnológico sea más rápida que en el pasado, actualmente el conocimiento científico se duplica aproximadamente cada 5 años. Las áreas donde están ocurriendo las innovaciones tecnológicas son: energía nuclear, informática, robótica, biotecnología, telecomunicaciones y ciencias del espacio.
En la RCT, cuyo signo por excelencia es la automatización, en el contexto de la globalización. El grado de fragmentación en la dimensión laboral, se ahonda. Se pierde por completo la visión integrada de los procesos. Pero hay algo más: el instrumento de trabajo moderno, de amplia autonomía, requiere la presencia del obrero en calidad de auxiliar de la máquina. La máquina, el trabajo y el producto le resultan extraños. La separación del trabajo y del pensamiento es absoluta. Además, en las sociedades que han adoptado tecnologías de avanzada, los trabajadores dependen de cuadros tecnocráticos, que son los que tienen una visión integrada del proceso, conociendo los aspectos técnico-industriales, de diseño del proceso, etc.
El resultado es una gran frustración, a pesar de que se ha ganado tiempo de descanso, tiempo libre, reducción de la energía muscular y ciertos niveles de confort. Los problemas que plantea la automatización no se resuelve, como postula el marxismo con la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción: se ha hecho parte de la dinámica misma del trabajo.
Volviendo sobre la frustración, sus síntomas son los sentimientos de angustia y orfandad, la gran ansiedad por apropiarse de lo que no posee o de acrecentar lo que ya tiene. Hay un desajuste en la personalidad que se traslada también al tiempo libre. Es la pérdida del impulso creador, tanto hacia la exterioridad como hacia la interioridad; de la voluntad de autonomía del sujeto; de la libertad como afirmación, del autodespliegue.
Incluso el ocio está modelado según pautas institucionalizadas y seriadas, estandarizado, bajo modalidades que operan como mecanismos de control social o como reconocimiento de prestigio social.
Desde un plano más profundo, podríamos llegar a afirmar que la secularización, es decir la pérdida del sentido de la sacralidad, dio lugar a un individuo escindido.
De ninguna manera proponemos la restauración del orden pre-industrial. Es necesario recomponer el sentimiento de cohesión social, contraponiendo una nueva trama de relaciones basadas en la solidaridad y la cooperación al individualismo exacerbado preconizado por los ideólogos del hipercapitalismo.

EL FUTURO

A partir de las aproximaciones que hemos hecho hasta aquí, referentes al estado de cosas en la actualidad, podemos proyectar algunos escenarios futuros desde nuestro papel de observadores, evitando la futurología. Creemos, sí, que un cambio del rumbo que está tomando el mundo, estará dado por la decisión de los pueblos de tomar en sus manos la construcción de un planeta distinto.
Contra todo determinismo absoluto, consideramos que la historia demuestra que el sujeto, individual y social, se construye en el juego dialéctico del devenir, siendo en parte producto de determinadas coordinadas (de clase, biológicas, étnicas, etc.) y en parte agente activo de la historia, la que construye con un sentido positivo o negativo.
En los paradigmas positivista y marxista clásicos encontramos que existen leyes que rigen la Historia, siendo éstas ciegas e inexorables. Nosotros creemos que los hombres son los constructores de la Historia, para bien o para mal. En el joven Marx, en su tesis sobre Feuerbach encontramos este pensamiento: “el hombre está siempre determinado por sus circunstancias. Pero a la vez crea sus circunstancias”. Hay un espacio para la autonomía del sujeto frente a su circunstancia. Es lo que algunos pensadores nombran como lo indeterminado de la historia, aquello que nos permite pensar que los procesos históricos nunca están totalmente resueltos.
Frente a la dictadura del pensamiento único, que proclama que fuera de la globalización neocapitalista no hay alternativa alguna, encerrando a la humanidad en la opción: mundialización o nada, pensamos que todavía hay espacio para construir alternativas válidas para los habitantes de este planeta.
Una de ellas es la globalización de la solidaridad, que ya está ocurriendo, a partir de la unión, enlace o articulación de iniciativas de movimientos y organismos gubernamentales que, partiendo de lo local van adquiriendo alcance regional, subcontinental, continental e intercontinental. Constituyen verdaderas redes de solidaridad y confrontación con el nuevo orden mundial. En este esquema, encontramos al movimiento de los trabajadores, que, aún debilitado y con muchos aspectos que mejorar, tiene el desafío de encontrar nuevos caminos en el plano de la acción global, con respeto a la idiosincrasia y tradiciones singulares de cada país.
¿Por qué creemos que el sindicalismo debe ser la columna vertebral de esta lucha? Porque está fundado en principios solidarios que constituyen su razón de ser, por su historia de lucha por el progreso social, por su peso específico en la sociedad civil y porque puede proyectar sus valores a otras organizaciones asociativas que tienen como norte la justicia y las libertades sociales.
Sabemos que existen importantes diferencias entre los que denuncian el proceso en curso y han propuesto organizarse para luchar en su contra. Por una parte están quienes combaten al nuevo Leviatán desde posiciones liberales de rechazo a la intervención del Estado o al desarrollo tecnológico por sí mismo. Según esta visión, el principal problema que genera el Estado vigilante y controlador es el menoscabo y disminución de las libertades políticas individuales. Como variante de esta postura, en particular en los EE.UU., esta el planteamiento de la Conspiración Mundial que esgrime la extrema derecha racista identificada con “las Milicias”, alegando la existencia de un complot gubernamental tras el cual se esconden los judíos, la ONU, el Vaticano y otros enemigos de la identidad WASP (white, anglosaxon and protestant), según ellos, la de los verdaderos cristianos y patriotas arios norteamericanos.
Una paranoia semejante exhiben los anti-tecnológicos, quienes ven la raíz del problema en la expansión incontrolable de una tecnología, cuya esencia es de por sí maligna e inhumana, proponiendo una "vuelta a la naturaleza y la espiritualidad", una suerte de primitivismo, en realidad.
No son sólo las libertades individuales las amenazadas por la globalización neoliberal sino sobre todo las libertades colectivas. Las fuerzas sociales hegemónicas dentro del sistema, necesitan desarticular la organización de los movimientos progresistas para consolidar la su dominio. Es cierto que es necesario luchar por la defensa de las libertades individuales, pero ello solo será eficaz en el marco de una lucha colectiva por ampliar las libertades colectivas, tanto políticas como económicas e ideológico-culturales, enfrentando con una amplísima base social a estructuras de poder constituidas en provecho de minorías dominantes.
A esto siempre fue reacio el liberalismo clásico, porque a fin de cuentas la extensión de las libertades colectivas termina por ser contradictoria con la sagrada libertad de apropiación privada del beneficio económico. Sobran ejemplos de cómo las luchas sindicales, políticas, sociales, ecológicas, feministas, entre otras, ganaron trascendencia y obtuvieron resultados en la medida en que fueron luchas populares de amplia base social.

PRIMER ESCENARIO POSIBLE: LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Uno de los escenarios -el más optimista- al que le damos el nombre de Sociedad del Conocimiento, se caracterizaría por profundizar algunos aspectos del estadio alcanzado hasta el día de hoy. Tendrá mayor espacio la robótica y el control sobre los procesos y los trabajadores. Habrá tres grandes sectores laborales bien diferenciados: dos de ellos productivos, el industrial y el rural; y el tercero, el de servicios. Este último ocupará gradualmente mayor preponderancia en todas las sociedades, cualquiera sea su grado de desarrollo alcanzado.
Los gremios de servicios públicos, dentro de este diseño tendrán un lugar central porque se extenderán los sistemas sanitarios, de educación, de justicia, de seguridad y vigilancia, de defensa, de desarrollo social y de infraestructura. Con independencia de quien lo gestione, los sistemas estarán bajo supervisión del Estado.
La tasa de sindicalización, que hoy es baja, irá aumentando, porque los mismos empresarios, por necesidad, deberán recurrir a fuerzas organizadas para evitar estallidos que escapen de control.
El clasismo será superado por la cooperación obrera-empresaria, porque es mucho menos costoso prevenir un incendio que apagarlo, y por regulaciones estrictas emanadas del orden jurídico. El concepto de progreso surgido del Iluminismo deberá ser resignificado. Entenderán los propietarios que progreso es mejoramiento de calidad de los trabajadores y no una noción abstracta. El proletario de principios de los 2000, un verdadero esclavo nómade, dará lugar a otro proletariado.
Asimismo, proliferarán los microemprendimientos, las cooperativas de trabajo y nuevas formas asociativas autogestionarias y cogestionarias en las empresas de producción fundamentalmente. La piedra basal será la percepción del peligro que significan las condiciones de violencia extrema generada por la exclusión de grandes masas del sistema productivo y en consecuencia, la imposibilidad de convivir con un riesgo permanente. La paz social, será el único resguardo, aún de las riquezas.
La tecnología, siempre avanzando, estará centrada en el servicio al hombre y en su calidad de vida. A partir de la mejora en la producción farmacéutica, podrán erradicarse enfermedades típicas de los países pobres como malaria, desnutrición, chagas, tuberculosis, y gracias a los avances de la reprogenética y la biotecnología podrán implementarse terapias génicas. En este contexto también se producirá un avance sostenido y definitivo en la exploración del espacio.

SEGUNDO ESCENARIO POSIBLE: NEOLIBERALISMO EXTREMO

Otro escenario, el intermedio, es la continuidad, sin grandes cambios, del actual proceso, con nuevos excluidos, profundización de las migraciones hacia los países con mayor calidad de vida o de oportunidades y de la población rural a las ciudades grandes y medianas, acentuación de la brecha que separa a los ricos de los pobres en el seno de las sociedades en todos los ámbitos, particularmente en la atención a la salud y en el acceso a la educación. El aumento de la población NBI con sus déficits nutricionales y la falta de cuidado a la salud reproductiva, permite un increíble aumento de población en situación de pobreza absoluta y marginalidad, que se condice con la cobertura de puestos de trabajo esclavos en condiciones insalubres, haciendo que disminuya la perspectiva de vida de todo ese sector que es propiciado por anuencia de los sectores de poder y burguesía, que disfrutan de la tecnología, y sus aplicaciones. La atenuación de las condiciones de neoesclavitud para millones serán los planes de ayuda social.
Los que tengan trabajo formal sufrirán recortes en sus aportes al sistema previsional y de seguro de salud, a los efectos de reducir al máximo los costos laborales, para así maximizar la ganancia de las empresas.
La mayoría de los trabajadores estarán en negro, el sometimiento al arbitrio de los empleadores se agudizará, el tiempo libre y los períodos de descanso se reducirán. Para los trabajadores formales y en negro, el contralor de sus tareas será cada vez mayor. Junto a esto, los salarios se tornarán imprevisibles por las continuas rebajas salariales, ahondando la precarización del empleo, el sometimiento emocional y una movilidad social descendente, esto es que los obreros, empleados y técnicos más calificados para mantener un puesto en la estructura ocupacional, deberán avenirse a realizar tareas subcalificadas.
Si a esto se le une la eliminación de las negociaciones colectivas de salarios y de las convenciones colectivas de trabajo y la deserción del Estado o lo que quede de él, la situación del trabajador, será de una orfandad casi absoluta.
Las manifestaciones más significativas, a nivel social serán, mucho más acentuadas que en el presente:
1 La desocupación.
2 El desequilibrio bio-ecológico.
3 El terrorismo internacional.
4 La violencia delictiva, entre ella, el narcotráfico.
5 El surgimiento de nuevos fundamentalismos.
6 El agravamiento de la xenofobia y el racismo.

TERCER ESCENARIO: LA DICTADURA DEL PANOPTICO GLOBAL

El último escenario, el más apocalíptico, es el de la Dictadura del Panóptico Global, donde el predominio de la automatización y el llamado fin del trabajo humano, será casi absoluto, con una oligarquía laboral de tecnócratas gerenciando los otrora estados nacionales, con enormes mayorías excluidas, sin trabajo, bajo una dictadura militar supranacional. Para ello, el control social se exasperará con políticas de "tolerancia-cero" y el estado de excepción global.
La utilización de la videovigilancia y los sistemas de información, se extenderá a todos los espacios, públicos y privados. El sistema penitenciario se agrandará a partir del discurso seguritario, al igual que otros lugares de encierro, psiquiátricos o no. Las agencias de control parapolicial también jugarán un rol central en el mantenimiento del orden. Será la concreción del panóptico imaginado por Jeremy Bentham en el siglo XVII.
Hasta mediados del siglo XX, las posibilidades técnicas al alcance del Estado para vigilar a sus ciudadanos implicaban sobre todo de rutinas de los agentes de inteligencia y sus informantes para rastrear determinadas actividades y seguir de cerca a movimientos y personas, poniendo luego en palabras, en forma sistemática, su ideología, objetivos, lugares de reunión, contactos, tipo de organización, etc.
El desarrollo de versátiles sistemas informatizados de alta velocidad para la captación, procesamiento y almacenamiento de datos, capaces de procesar grandes volúmenes de información a nivel planetario, ya han revolucionado el control de las personas y grupos humanos. Es el caso de la Red Echelon o el ARPA (Advanced Research Projects Agency) del Departamento de Defensa norteamericano, que a través de su Technology Reinvestment Project, facilita millones de dólares a firmas particulares para ayudar al desarrollo de usos civiles de la tecnología militar de vigilancia.
Nuevas técnicas desarrolladas por el complejo militar-industrial se extienden a la policía, instancias oficiales y compañías privadas. Al mismo tiempo, leyes y regulaciones no pueden contener la creciente carrera de violación de derechos humanos y el control represivo a la sociedad que ello implica. La reseña de cada persona está siendo archivada en bases de datos, luego analizadas y accesibles para gobiernos y grandes empresas. Computadoras en red comparten sus insidias cibernéticas.
Utilizando redes de alta velocidad con inteligencia avanzada y números de identificación tales como el Social Security Number en Estados Unidos, las computadoras pueden crear instantáneamente dossiers completos de millones de personas sin necesidad de un sistema centralizado. Según un informe de Privacy International, empresas occidentales conectadas con la industria bélica internacional están invirtiendo grandes sumas en construir la base tecnológica para hacer realidad el BIG BROTHER que George Orwell imaginara en su novela 1984.
En 1988, el experto australiano Roger Clarke acuño el neologismo Datavigilancia para referirse a las nuevas técnicas para investigar a la gente usando su estela cibernética, que ahora son parte de la vida cotidiana, y que en una progresión casi exponencial vienen aumentado la capacidad de ver a través de las paredes, oír conversaciones y rastrear movimientos.
Control será la palabra sagrada. Control en las emisiones. Control en los consumos. Control en la natalidad. El control estará tan internalizado que ya resultará imposible permitirse tan siquiera un desborde emocional, el autocontrol desplazará a la conciencia.
Las brechas entre clases se aumentarán sobre todo considerando desde el punto de vista de la disponibilidad de utilización de recursos considerados básicos en el presente como el agua y el gas, cada familia tendrá asignada una cantidad limitada de agua y gas por día, dependiendo de la cantidad de miembros integrantes, a un costo altísimo, con un cupo diario que no podrá sobrepasar. Este costo estará elevado por la falta de disponilibidad de agua en condiciones de ser potabilizada y la tecnología necesaria para realizar el proceso.
Con el gas ocurrirá algo similar, aunque como estrategia se construirán plantas productoras de gas a partir de el tratamiento químico de desechos, lo cual permitirá que la clase social de los incluidos pueda pagar su abono.
En las casas de los excluidos nos encontramos con cañerías viejas, oxidadas y sin uso, debido a que el precio del abono les impide acceder a este servicio, buscando alternativas como la utilización de leños y otros combustibles desarrollados ante la emergencia por la escasez del preciado recurso.
El vaciamiento y empobrecimiento de nuestros suelos y de los yacimientos que al presente tenemos en ellos se reflejará en una lucha por el dominio de los recursos que queden disponibles en el futuro próximo, y esa coalición gobernante será quien determinara a que costos y a quienes les llega el beneficio. La incongruencia entre la forma de vida de los incluidos y excluídos resultará casi grotesca, se volverá abismal la diferencia entre ambos, en todos los sentidos, siendo una la contratara de la otra.
Nos encontraremos que sumado a la fuerza de la selección natural, los seres humanos se encuentran sometidos a una incipiente presión de selección ejercida por el hombre. La cual obrará discriminando entre los que pueden acceder y ser seleccionados y el resto de la población donde se irá acumulando la carga genética poblacional. De allí la identificación de los grupos como incluidos y excluidos.
No es ilógico hablar de que se harán perfiles genéticos de la población, los cuales con un simple chip conteniendo primers o secuencias cortas que identifiquen genes marcadores podrán permitir un registro de la población incluido en una base de datos que permitirá el acceso a esta información hasta a posibles empleadores, pudiendo saber a cuales dolencias de índole genómica podrán ser susceptibles las personas.
Una vez que ya podamos ser íntimamente analizados por un ordenador en base a nuestro genoma individual, ni siquiera será necesario otro control, perdiendo toda nuestra intimidad biológica. A partir de allí seremos seleccionados o más exactamente, direccionados.
Una vez instalada la Dictadura del Panóptico y establecidas su norma y su costumbre, es muy difícil dar marcha atrás en su influjo dentro del vigente contexto social, donde los factores de poder le dan bendición y respaldo, extendiéndose a otros campos de la vida social. Bajo el imperio de las multinacionales, existirá lo que podríamos llamar una “feudalización de las sociedades”, con nuevas aristocracias laborales y fracciones menores de la clase media, rodeados de millones de consumidores pobres y muchísimos más miserables, carentes de los mínimos servicios sanitarios y educativos, los antes llamados excluidos.

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