miércoles, 28 de abril de 2010

LOS VIAJES DEL ALMA (POETICA 1975 - 2009): POEMAS RECUPERADOS

POEMAS RECUPERADOS

Final (o confesión ausente)

Debo decirte, amiga,
que esta poesía es mala,
aún mirándola con buenos ojos.

Yo no escribo.
Es como alguien, hace mucho, dijo:
“Estoy habitado: hablo a los que fui
y los que fui me hablan”.

Que esta sea la verdad, la guía.

Voces de poetas desconocidos
en mí balbucean.
No me creas demasiado,
no soy un iluminado.

Soy un antihéroe,
el que trata de ser,
una sombra escribiendo esbozos de poemas.

“Yo no quiero morir”, asegura uno.
Y sin embargo es un escéptico.

Reencuentro

Fue en el entonces
almacén y café
“El Halcón”,
en esta ciudad
de broncas y grises.

Y hubo una tarde oscura,
de esas a las cuales hay que ir acostumbrándose
(o hundirse con ojos y penas
en tanto silencio).

Y unas 40 o más cuadras, 40 nostalgias
que nos separaban desde el inicio.

¿Cuál indiferencia clamó callando?

Fue un reencuentro: una resurrección.
Poca y única luz de ese domingo ventoso atardeciendo.

Volvimos a la amistad, al diálogo,
al camino.

Amiga: somos tan porteños
como un domingo gris por la tarde.

Mediados de octubre


Siempre fue un mes singular.
¿cómo hicieron de Octubre
una honda vivencia?

Quizás el tiempo, el aire, el cielo,
la calma de los días,
el regreso de ciertos lugares y horarios,
las mismas casas,
los gratos recuerdos.
La luna y un estado de plenitud infinita…
La música perdurando en el viento…
(Brisa templada trasladándose
de un barrio a otro de la ciudad).

La luz del presente.

Y los atardeceres
que se disgregan…


El aire de una tarde


Ya se ha nublado después de una
mañana fúnebre
y lejana.


En sus ojos el sol brillaba calentando
la gran ciudad.

Mañana fúnebre
y casi lejana. Remota.
Cada vez
más lejana.


Tarde de anticipado estío,
de agotamiento,
de amarillo cercano,
de verde gris olvido.


Olvidar. Buscar. Clausurar.

Sopla la brisa. Me agita.
Páginas que esperan ser llenadas.
¿Qué dicen aquellos vaciados por el olvido?
¿Querrán despertar?

Trazos del adiós


Derrumbado sobre la calle
quisiera partir al ocaso
con la quimera del ideal irrealizable,
con la garganta seca
por las derrotas,
con el tiempo en andas,
para nada.


Así quisiera encontrarme:
íntegro en espíritu
y forjando ilusiones,
hablando solo,
comprendido acaso
por unos pocos amigos
o acaso por nadie.


Me despedirá el viento del otoño.
Y allá, lejos,
el amor primero
desde un retrato.


Hasta ahora

No todos son recuerdos.
Alguna vez acaricié el cielo,
Subí al estrado de la felicidad
(Efímeramente, claro).
Y hubo, por cierto épocas de calma.
Alguna vez los árboles fueron toda mi primavera.
Y acaso los jazmines de tu tibieza, de oro.

Hoy el vaso de la memoria
Ha desbordado.

Lloro sentado
en el borde
de una
de mis tantas muertes
peleándole
a la destrucción
y al descreimiento.


Agitación


Caen las primeras agujas.
Son de plomo.
Hay detrás del café,
una vereda,
una hondonada,
una mujer.


Agitado está el cielo.
Los desmanes terrestres.
La violencia en una rosa.
Tu trampa.
Las medialunas.

Hoy está permitido
mezclar todo.
Como
la Biblia
y el calefón.


Impresiones de fines de los 70




La lluvia no es casi nada:
una mojadura,
un caracol,
balcones deshojados.
Tiene el poder, sin embargo,
de acelerar
los encuentros,
de extender
las manos.

O de estar
a media tarde
sin saber
para donde ir,
sin ver la avenida
ni sus cortadas.


(¿pasan hoy los colectivos?)


Mi soñar es un ave en la siesta.
Ha venido corriendo
a la sombra del álamo.
Tu rostro se desdibuja.

Calendario.


Miércoles de primavera


No hay lluvia ni tempestad que castigue
la luz de este día,
ni angustias ni nostalgias que lo nublen.
Sola, la tarde azul.

El silencio de la brisa trae el aroma
del jardín, un pleamar en la azotea.
Los gorriones esperan la hora del ocaso,
próxima a la definitiva paz.


Por la ventana:
edificios,
terrazas,
luz rojiza en medianeras.
(la luz del día de primavera).


Cantan las estrellas y la luna cercana.


Un secreto mágico de cuentos,
de libros de infancia, de juegos, de fogatas,
de mañanas puras,
vuela hacia otros ocasos.


Miércoles pacífico, atardece la infancia.

Sola,
la tarde azul.


Corazón en llamas


Puedo mirar a través de la sangre.

Es el destino de las alturas
que no revelaron su nombre.

La gloria es la corona de jazmines
y la pureza, inocencia sin traspasar.

Todas las heridas destilan luz:
es el destino de los despojados,

Corazón del Justo que en su última hora
irradia perdones.

Las llamas son bálsamo
de los que se perdieron,
de prostitutas y ladrones.

A través de la sangre, cáliz de dolor y grandeza,
se espejan los vestigios de mis propias miserias.
A la espera en el Huerto. Oscurece.
Un viento sombrío llega de la luna.

Su corazón en llamas
ilumina en soledad
desde siempre
el corazón de los desesperados.


Dieciocho de julio de 1975


Estoy recostado en mis faltas.
Ya no caben más arañas en los telares que rodean las murallas.
El tiempo transcurre como un ejercicio sin sangre, neblina en los hangares del diablo.
Sólo Dios sabe de este silencio en mi caverna.
                                                              
Los Adelantados conocían dos palabras: nada y espanto.
De noche, cuando lloraban los ídolos, se empañaban las gargantas
y fluía linfa en cada laberinto.


Vino el Esclavo. Pendía de un agujero negro.
Debajo, los aparatos de relojería medían la vejez y sus consecuencias.
Por el sur, golondrinas.


El encuentro se realizó en la avenida del diluvio.
Hacia allá fuimos con la idea de fotografiar al Verdugo.
Sonreía desde el árbol donde colgaba.

Es una tarde plagada de balcones, cúpulas y aguijones sobre la oficina.
Los planetas giran aceleradamente sobre sus órbitas.
Y los canallas nada dicen.
Ven una estrella sanguinolenta en la luz austral.

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